Como un Premio Nobel de la Paz, la Democracia y contra el autoritarismo creciente en el mundo puede calificarse la distinción otorgada el viernes 8 de octubre a los periodistas María Ressa (58) y Dmitry Muratov —filipina y ruso, respectivamente— que reconoce a periodistas por primera vez desde 1901 en que se adjudica esta distinción, a excepción de Carl von Ossietzky (1889-1938) el periodista, escritor y pacifista alemán víctima del nazismo a quien se le concedió el Premio Nobel de la Paz en 1936.
Es un premio que cuando se recorre el espinel de los otorgados en la historia del Comité del Nobel tiene destinatarios absurdos —Henry Kissinger, Madre Teresa, Abiy Ahmed— u omisiones incomprensibles. Y si se tiene en cuenta la inexplicable amnesia de algunos distinguidos por defender los derechos humanos que olvidaron seguir defendiéndolos —Adolfo Pérez Esquivel, Rigoberta Menchú o Aung San Suu Kyi, al ideologizar una praxis que debe estar por encima de posiciones partidarias— la decisión de la Academia Sueca igual constituye una poderosa señal contra el despotismo.
Ressa y Muratov representan, en primer lugar, a los 24 periodistas asesinados en el mundo en lo que va de 2021, contabilizados por la clasificación en 180 países que desde 2002 realiza la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF); a los cuatro colaboradores de prensa muertos en el mismo periodo, y a los 460 periodistas que permanecen encarcelados por informar a sus conciudadanos.
El Nobel de la Paz a dos periodistas, además de reivindicar la libertad de expresión, también es un señalamiento contra la impunidad: un estudio de la Unesco sobre la seguridad de los comunicadores, coincidente con la celebración del Día Internacional para Poner Fin a la Impunidad de los Crímenes contra los Periodistas (2.11.20), destaca que la inmensa mayoría de los ataques mortales a periodistas —nueve de cada diez— quedan impunes.
A esa impunidad se refirió el editor de Novaya Gazeta, periódico independiente que sufrió el asesinato de seis colegas por denunciar los casos de corrupción en la Rusia de Putin; las fábricas de provocadores pro-Gobierno en redes oficiales, así como las torturas y persecuciones la comunidad LGTBI+ en Chechenia. Una de las asesinadas fue Anna Politkovskaya (1958-2006), acribillada en el ascensor del edificio de su apartamento en Moscú el 7 de octubre de 2006. Antes había sido víctima de un simulacro de fusilamiento por tropas rusas, también un envenenamiento, pero sobrevivió y continuó su labor informativa. El asesinato de la periodista fue investigado por Alexander Litvinenko, exespía ruso residente en Londres, que al poco tiempo murió envenenado. Por eso Muratov dijo el viernes: «Este premio es para todos los compañeros que han muerto por la profesión, yo no lo merezco, creo que han querido dárselo a Anna Politkovskaya».
Ressa, cofundadora del portal Rappler, ha recibido diez órdenes de detención en dos años por sus informaciones acerca de la política de exterminio desarrollada por el presidente filipino, Rodrigo Duterte, en su lucha contra las drogas, así como sobre la manipulación de las redes sociales para esparcir noticias falsas.
En Latinoamérica
Por regiones, durante el periodo 2018-2019, el mayor número de atentados mortales contra trabajadores de la prensa se produjo en la región de América Latina y el Caribe, con el 31 % del total de asesinatos de periodistas registrados en todo el mundo, seguida de la región de Asia y el Pacífico, con el 30 % de los asesinatos.
Por países, México fue la nación con más asesinatos, 8 en 2020, 12 durante 2019 y ocupó el segundo lugar en 2018, solo superada por Afganistán, con 13.
En el gráfico se percibe que independientemente del signo ideológico de los gobiernos en los países consignados entre 2011 y 2020 —Brasil, Colombia, Honduras y
México— los periodistas han sido, y son, blanco de los enemigos de la democracia.
Democracia que según el último índice de Latinbarómetro sigue perdiendo puntos entre la ciudadanía latinoamericana. Hoy se ubica en 49 % de aceptación como sistema alternativo al autoritarismo cuando en 2010 la opinión favorable era del 63 %.
El Nobel a Muratov y Ressa en épocas de posverdad, de agresiones sistemáticas desde el poder a periodistas que se limitan a cumplir con su trabajo, en tiempo de descalificaciones y exhortaciones al linchamiento de medios y trabajadores de la prensa que practican los Trump —que afila sus dientes para retornar en 2024—, Bolsonaro, Orbán, López Obrador, Putin, el bielorruso Lichenko, Díaz-Cancel, Maduro, Daniel Ortega, Duterte, Cristina F. de Kirchner, es una señal de reconocimiento muy importante.
«No se olviden de Cabezas». En enero se cumplirán 25 años del asesinato de José Luis Cabezas, fotógrafo argentino asesinado en democracia. En la plaza céntrica de Campana, a 60 kilómetros de Buenos Aires, próximo a Zárate –Brazo Largo–, se erige un pilar con forma humana, rematado en una estructura que representa un gran ojo. El arquitecto que lo diseñó escribió en la placa recordatoria que «la figura representa al ojo humano y a la cámara fotográfica del periodista José Luis Cabezas, descubridor, inquisidor, denunciante y determinante. Con su gran abertura angular señala que no deja nada sin ver. La dinámica del volumen y la abertura del ojo con su lente nos advierte que tomó una posición privilegiada para mirar siempre desde arriba».
@MachínFajardo