Desde la década de 1980 los grandes capos de la mafia se caracterizaban, contrario a lo que se muestra en las tradicionales películas de Hollywood, por tener una cara de “yo no fui”, mostrarse amigo del pueblo, y muy especialmente, por ser un generador de empleo.
Y no es que sea algo negativo mostrar la cara amable a la opinión pública, ser amistoso, ni mucho menos crear empleo para la gente. El detalle es que los traquetos han sabido simular muy bien sus actividades ilegales, ganarse la lealtad de las personas que los rodean e inclusive han logrado transmitir una imagen falsamente positiva de alguien que le hace daño a una sociedad.
Esa simulación tan bien hecha, casi perfecta, es lo que le ha permitido a los traquetos penetrar y adaptarse a las diferentes esferas sociales, entonces se convierten en artistas o en líderes políticos (cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia), y es la duda que han generado personajes cómicos como Epa Colombia o la Liendra, o de personajes aparentemente serios, pero oscuros, como Tomás y Jerónimo Uribe.
Ahora bien, o estos influencers saben ser bien visajosos hasta el punto de convencer a todo el mundo de que tienen dinero, o realmente tienen mucho dinero. Si el caso es lo segundo, ¿de dónde sacaron tanto dinero para los gastos de sus comportamientos estrafalarios?
¿Será que los nuevos traquetos son realmente traqueticos que presumen lo que no tienen? Hay un caso particular de esas nuevas caras y fue el del famoso rapero llamado 50 Cent, que mostraba tanta fastuosidad que llamó la atención de la oficina de impuestos norteamericano y fue cuando se declaró en quiebra, porque las joyas que mostraba eran prestadas, los carros no eran de él sino que eran alquilados y todo era una pantalla.
En conclusión, esos traqueticos son un reencauche de esos grandes capos de la mafia de décadas pasadas, pero con la diferencia de que son como perros adiestrados al servicio de lavadores de dinero, de algún partido político o de algún grupo de evasores de impuestos (a propósito de los papeles de Pandora), porque, como dirían los abuelos de antaño: uno no tira el dinero que tanto sudor le costó.