Los dioses del Olimpo tuvieron sus ocurrencias, que han dado para hablar y convidar desde la época de la Antigüedad clásica. Zeus, el dios supremo, enojado porque Prometeo les entregó el fuego a los humanos sin su permiso, creó a Pandora, la dotó de belleza, astucia, diversas artes y curiosidad, y la envió a la tierra con una caja de oro, con incrustaciones de metales preciosos, advirtiéndole que no podía abrirla. Ella al final sucumbió a la curiosidad y la destapó. Salieron las enfermedades, la envidia, la vanidad, el engaño y otros males. Pero entre todas salió volando una hermosa libélula, que significa la esperanza. Los dos aspectos dialécticos de la contradicción en las muchas cosas que los pensadores griegos le enseñaron a la humanidad.
Al atardecer del domingo 3 de octubre estalló en el planeta el enésimo escándalo de corrupción: más de 600 periodistas, en 117 países, después de analizar casi 12 millones de documentos de 14 firmas de abogados que se dedican a crear sociedades offshore y a su administración en paraísos fiscales, rebelaron secretos financieros guardados durante años por políticos, artistas, empresarios, presidentes en ejercicio y exjefes de Estado, quienes guardaban sumas inmensas de fortunas fuera de sus países de origen, lo cual dio origen a los llamados Pandora Papers (Papeles de Pandora).
Una paradoja que se da en nuestro país y que ha sido comentada por Jorge Robledo: el viejo dicho “hecha la ley, hecha la trampa” se transformó en “introducir la trampa en la ley” para que todo quede legalizado como por hechizo. Es el caso con el escándalo que estamos comentando. Las últimas reformas fiscales han introducido el llamado “impuesto complementario de normalización tributaria”, la pila bautismal para lavar los pecados a quienes ocultaron bienes o fortunas en el exterior o declararon pasivos inexistentes con el fin de evadir el pago de impuesto de renta, para lo cual tienen que pagar una especie de multa fijada por la Ley 2155 de 2021, artículo 2°, con una tarifa del 17 % sobre el monto declarado. Al pagarla, la Dian se la rebaja al 50 %. Así, con el 8,5 % quedan libres de toda culpa, después de haberle hecho trampa al fisco y a la sociedad entera.
Todo se convierte en una burla, porque la evasión de impuestos está tipificada como delito en el Código Penal con penas privativas de la libertad de 48 a 108 meses (artículo 434ª del C. P.), aun cuando solo para los contribuyentes que omitan activos o declaren pasivos inexistentes por un monto o valor igual o superior a 5000 salarios mínimos mensuales. Si la evasión es menor a 5000 millones de pesos, no es un delito punible con penas de prisión.
Aunque tener una sociedad en una jurisdicción offshore (“Costa afuera o fuera del país”) o en un paraíso fiscal no es delito si se declara ante el Banco de la República, según la legislación vigente, el alto nivel de confidencialidad les da atractivas ventajas tributarias en estos territorios a los que lleven sus capitales y les permite evadir impuestos, lavar dinero y esconderlo.
El capítulo colombiano de Pandora Papers incluye 588 nombres de personas naturales y jurídicas. Se trata de millonarios, expresidentes, embajadores, excongresistas, grupos familiares o procesados por la justicia. Los nombres más sonados son los siguientes: César Gaviria Trujillo, Andrés Pastrana Arango, Marta Lucía Ramírez, Ángela María Orozco, Enrique Peñalosa, Lisandro Junco –el director de la Dian, nada menos, por lo que Robledo le ha exigido renunciar–, Luis Diego Monsalve, Guillermo Botero, Miguel Gómez Martínez, Gina Parody, etcétera.
Se comprueba que una minoría de familias ultrarricas de colombianos, ligadas al capital especulativo internacional, es la que tiene posibilidades de acudir a los paraísos fiscales con fines de mayor enriquecimiento, mientras que la mayoría de la población, trabajadores, clases medias y empresarios pequeños y medianos se debaten en medio de dificultades y una buena parte, los sin empleo y los informales, llevan una vida de privaciones sin cuento. Pero recordemos que la caja de Pandora tiene un doble significado, por un lado, el de las desdichas, vanidades y engaños y, por el otro, el de la esperanza de un mundo mejor, para lo cual es menester darle un vuelco, un cambio con las transformaciones democráticas que reclama el momento histórico.