Por estos días los usuarios de Netflix están enganchados con El juego del calamar, la serie surcoreana que ofrece una visión bastante cruda de las personas endeudas. Vemos en ella a hombres y mujeres que no pueden superar sus problemas financieros, haciendo de su desgracia toda una tragicomedia difícilmente de olvidar. Precisamente, esta serie emplea todas estas preocupaciones económicas para crear un ambiente morboso, en el que la violencia y la deshumanización del ser humano dan para pensar, si así se lo quiere ver, que por dinero la gente hace lo que sea. En otras palabras, por la plata baila el mono, así lo obliguen a condenar a sus conocidos, como pasó con la esposa de uno de los participantes, el cual terminó suicidándose al no soportar la presión de su conciencia.
Sí, amigo lector, la serie nos da una perspectiva muy cruel de lo que es vivir endeudado. Sin embargo, por más que las escenas sangrientas nos hagan ver el sufrimiento del que ha sido condenado a jugarse la existencia, en ella se critica a una sociedad actual en donde las malas decisiones financieras, el juego, la delincuencia y el gota a gota, por emplear un término local, recuerdan que todos los días más de medio mundo se rifa su porvenir en este mundo materialista. Es decir, que no hay nada que no represente la triste realidad de una humanidad en completa decadencia.
Pensemos, por ejemplo, en todos esos que deben dinero, que no saben cómo pagarlo y se enfrentan a la presión de los prestamistas. También tengamos en cuenta a los que se terminan tirando de un puente, cansados de remar contra la corriente y quieren descansar de una vez por todas de las obligaciones que no pueden costear. Igualmente, en los que por más presiones que tengan se aferran a la vida y se fuerzan por salir de sus afugias económicas, aunque no tengan crédito en ninguna parte y se los condene a la marginalidad. Desde un punto de vista simbólico, todos los mencionados están jugando su propio juego del calamar, con la única diferencia de que no se los obliga a competir en una isla, sino que estos se juegan su suerte en la calle al evadir sus terribles compromisos.
Por lo anterior, El juego del calamar no es solamente una genial ficción del mundo capitalista, sino que es una referencia muy seria de lo qué es vivir sin dinero y endeudado. No está de más plantear que también es un ejemplo de lo poco que importa la vida en algunas sociedades, en donde unos cuantos se valen de su poder para obligar a la gente a hacer cosas denigrantes, como por ejemplo vender el cuerpo, traficar con drogas a la fuerza y comercializar los órganos de su propio cuerpo, acciones que únicamente menoscaban su existencia y la llevan supuestamente a saldar todas sus deudas. Por eso considero que en la popular producción surcoreana prima un cuestionamiento: un fuerte rechazo a ese mundo corrompido que ha llevado a la humanidad a vivir y a morir únicamente por el dinero.