En este país en donde todos quieren sacar ventaja del prójimo tratando de obtener con su comportamiento una ganancia pingüe, lo volvieron con la repetición incesante una costumbre que tolera con laxitud la trampa o la injusticia. Lo que están viviendo por estos días los cafeteros es un ejemplo clásico de ello. Como normalmente los cultivadores del grano han pasado afugias porque necesitan financiar su cosecha, los sabios de la Federación Nacional de Cafeteros y los comercializadores y exportadores del grano se ingeniaron la fórmula de las ventas futuras donde pactan la entrega y el pago adelantado de parte de sus cosechas al precio del día cuando hacen la solicitud. Como por estas calendas el café ha alcanzado unos precios bastante altos porque entre las heladas del Brasil y la trepada del dólar la carga de café han terminado por pagarse a la increíble cifra de 2 millones de pesos, muchos cafeteros y fundamentalmente las cooperativas que los agrupan, se han cobrado por ventanilla la variación del mercado y tentados por los mayores precios han dejado de cumplir lo pactado a cifras inferiores y le están vendiendo a terceros al valor en alza del grano diario. Por supuesto, como es sobre esos pactos de cosechas futuras que el café colombiano se asegura por su calidad un subsidio especial en bolsa de NY, la Federación y algunos exportadores se han visto a gatas para cumplir los pactos de venta que a su vez ellos habían realizado en el mercado internacional.
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La Federación y algunos exportadores se han visto a gatas para cumplir los pactos de venta que ellos habían realizado en el mercado internacional
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Visto desde lejos es una injusticia que la Federación, los comercializadores y los exportadores quieran impedirle al siempre jodido cultivador cafetero que pierda la minibonanza que están viviendo. Pero es también una trampa del cafetero mamarse del negocio que le permitió subsistir en épocas aciagas. Obviamente si la Federación tuviera sentido humano y no solamente comercial. Si los comercializadores y exportadores participaran junto con la otrora omnipotente Federación en cubrir la diferencia de precio y la ralentizaran proporcionalmente, las cooperativas tal vez no se correrían del pacto. Pero como para el mamón no hay ley en este país de saltamontes y grillos bullosos, ni la justicia ni la trampa se reconocen sino que se toleran o las extreman hasta que revientan por la parte más débil.