La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó en el año 2015 la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad, que también tiene la intención de fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia. Al hacerlo, los Estados miembros reconocieron que el mayor desafío del mundo actual es la erradicación de la pobreza. Sin lograrla no puede haber desarrollo sostenible, aseguraron.
“Estamos resueltos a poner fin a la pobreza y el hambre en todo el mundo de aquí a 2030, a combatir las desigualdades dentro de los países y entre ellos, a construir sociedades pacíficas, justas e inclusivas, a proteger los derechos humanos y promover la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de las mujeres y las niñas, y a garantizar una protección duradera del planeta y sus recursos naturales”, señalaron los Estados en la resolución.
Al adoptarla, se comprometieron a movilizar los medios necesarios para su implementación mediante alianzas centradas especialmente en las necesidades de los más pobres y vulnerables. Puesto que cada país enfrenta retos específicos, los Estados tienen soberanía plena sobre su riqueza, recursos y actividad económica, y cada uno fijará sus propias metas nacionales, apegándose a los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Conmueve que el foro mundial de las naciones sea consciente y trace los caminos de solución a los más graves problemas que afectan a la raza humana. Y no cabe más que aplaudir la elaboración de dicha Agenda para los siguientes tres lustros, de los que restan apenas 9 años. Pero lo realmente revelador es enterarnos de que si algún gobierno en el mundo se tomó en serio la materialización de la Agenda 2030 fue precisamente el de Iván Duque Márquez.
Al menos es lo que se desprende de su histórica intervención en Nueva York ante la 76 Asamblea General de las Naciones Unidas. De no haber sido por la pandemia y sus efectos desastrosos en materia de educación, salud y economía, que se hicieron más dañinos en cuanto al cambio climático, las mayores desigualdades ocasionadas por las recesiones económicas y las crisis migratorias en ciernes, Colombia iría a la vanguardia de los objetivos de desarrollo sostenible.
Pese a ello, somos ejemplo ante el mundo por la forma como la hemos enfrentado, en materia de salud, atención a los más vulnerables y reactivación económica. Somos líderes regionales en materia de vacunación, en coordinación con la OMS y la OPS. Bueno, qué necesidad había de mencionar que somos el décimo país en el mundo en materia de muertes por covid, o que son millones los colombianos que esperan la primera o segunda dosis que no llegan.
Detalles insignificantes que en nada oscurecen los éxitos. Como ser el gobierno colombiano que ha cumplido con la más ambiciosa agenda social del siglo, para no decir de la historia. El veinticinco por ciento de la población de este país será beneficiada con el ingreso solidario de 160.000 pesos mensuales hasta diciembre de 2022. Sin necesidad de referirse a los billones de pesos destinados a garantizar la tranquilidad al generoso sector financiero.
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El 25 % de la población será beneficiada con el ingreso solidario de $160.000 mensuales hasta diciembre de 2022. Sin referirse a los billones destinados a garantizar la tranquilidad al generoso sector financiero
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Tenemos un subsidio que evita el desempleo y otro para los empleos de los jóvenes, y retornamos el IVA a dos millones de vulnerables. Creamos matrícula universitaria gratuita, permanente y para siempre hasta para la clase media emergente. Para conseguirlo aprobamos la más importante reforma fiscal del siglo, que nos permitirá reducir el déficit fiscal y garantizar cumplidamente el pago de la deuda externa, como exigen las agencias multilaterales de crédito.
Tenemos estrategia de reactivación, que se suma a todo lo anterior, denominada Compromiso por Colombia, un verdadero New Deal Colombiano, que impulsará nuestra economía a cifras asombrosas, recuperando el rumbo que la pandemia truncó a la Agenda 2030. Somos país líder en materia de enfrentamiento a la crisis climática. Que impulsemos el fracking o la gran minería en los páramos, son cosas que no cabe mencionar para no entorpecer nuestra imagen.
Las inversiones urgentes que requiere el país no tienen por qué someterse a debates políticos internos, aunque nos ufanemos de nuestra ejemplar democracia. El frágil Acuerdo de Paz lo hemos convertido en un mecanismo fuerte gracias a nuestra paz con legalidad, y hasta la Segunda Misión de las ONU da fe del empeño que tenemos por su implementación total. Nadie ha combatido las drogas y sus mafias como este gobierno de paz, verdad, justicia y no repetición.
En la Colombia de la Paz con Legalidad no existe la mínima tolerancia frente a cualquier conducta de miembros de la Fuerza Pública que contraríe la constitución y la ley. Los jóvenes no protestan sino que hacen propuestas. A Iván Duque hay que proponerle otra agenda, la de 2045, pues la 2030 estará prácticamente superada en unos meses, cuando termine su dichoso gobierno.