La única rutina que cumplía a rajatabla era visitar a la hechicera Paloma. En la vereda La Esperanza, a cuarenta kilómetros de Ipiales, Ebelio Fernández realizaba el ritual que hacía el primer lunes de cada mes: desnudarse ante la mujer de sesenta años que, a cambio de $9 millones mensuales, le hacía el sortilegio para que la mano de los enemigos jamás lo tocara. Sobre una mesa reposaban cabezas de vacas cercenadas, machetes con sangre y en tarritos de compota mojados en miel con los nombres de sus enemigos.
Hasta febrero de 2020 el crecimiento que había sufrido la amapola en los últimos catorce años no tenía un rostro definido. Acá incluso se celebró en su momento la muerte de la planta. El 19 de noviembre de 2006 el entonces ministro de defensa, Juan Manuel Santos, fue en helicóptero hasta la población de Túquerres en Nariño para romper de la tierra, con sus propias manos, las últimas plantas de amapolas que quedaban en cultivos para fabricar heroína en el país. A las pocas semanas el entonces gobernador de Nariño, Eduardo Zuñiga, afirmó en entrevista con El Tiempo que el ministro de defensa o mentía o estaba muy mal informado: nada más en ese departamento estaban plantadas y cultivadas más de 1.000 hectáreas de la planta.
A comienzos de los noventa era Colombia y no Afganistán el país que proveía de heroína a las venas hinchadas y sedientas de los norteamericanos y, según el portal Colombia Plural, el país exportaba el 8% del mercado mundial. Durante el supuestamente progresista gobierno de Ernesto Samper, se fumigaron en el país 9.760 hectáreas de amapola. En el año 2.000 México y algunos países de Asia habían relegado a Colombia como potencia de este opioide. En el país la población de adictos a esta droga ha crecido de 2.000 en 1992 a 38.000 en 2020. La mayoría de las personas enganchadas a la aguja hipodérmica están en ciudades pequeñas como Pereira o Cúcuta. Los cultivos se establecen en el Macizo Colombiano.
Precisamente en ese lugar en Buesaco, Nariño, nació hace 49 años este campesino, el 5 de 17 hermanos, que tuvo que arrancarse las uñas abriendo la tierra para cultivar papa y ayudar a que la familia no se muriera de hambre. Entonces llegaron las Farc y desde los 14 años la única forma de vida que conoció fue la de vestir un camuflado, unas botas de caucho y un fusil. El Frente 29 de las FARC fue su casa. Poco se sabe de este guerrillero que además nunca fue comandante pero que, como tantos otros miles, decidió no hacerle caso al alto mando y negarse a deponer las armas.
El negocio lo tenía claro: mientras otros se peleaban a muerte por los laboratorios de cocaína y el cultivo y tráfico de esa droga, él iría por las relativamente pocas hectáreas de amapola que habría en ese territorio. Por eso hoy es el amo y señor de 108 hectáreas en Nariño y recibe protección del frente Comuneros Sur del ELN que le brinda, por 100 millones de pesos al mes, protección a los cultivos y a los laboratorios donde se procesa la heroína.
Durante cerca de dos años la inteligencia del ejército fue haciéndole seguimiento al capo quien vendía, cada kilo que exporta a Estados Unidos, a 68.500 dólares. En un par de años pudo construir un imperio a punta de llenar las venas de los gringos del dulce veneno blanco. Reservado, de bajo perfil, Ebelio sólo tenía dos debilidades, coleccionar autos de alta gama, a los que equipaba con estéreos de última generación y además su fidelidad por Paloma, la hechicera que tejió un manto blindado para protegerlo de todo mal y peligro.
El 23 de mayo de 2020, Ebelio Fernández se disponía a entrar en su 4x4 a la casa de la hechicera cuando recibió un mensaje de texto a su celular afirmando que el ejército lo tenía cercado. Literalmente se evaporó y lo único que quedó de él fue un alijo de 50 kilos de heroína que significaban cerca de 5 millones de dólares. Dos meses después de este intento frustrado de captura cayeron, en una casa en Buesaco, cinco de sus lugartenientes: Enar Ordóñez Cortés, Lizbeth Cecilia Muñoz Gómez, Arbey Gómez Gómez y Nebardo Alirio Gómez Muñoz, que vivían en una casa con laboratorio incluido y que se aprestaban a mandar 100 kilos de heroína a Ecuador. Creían que el cerco se estaba cerrando, pero nada de esto ocurrió. Aunque ya no visita a Paloma, Ebelio sigue protegido por las fuerzas oscuras que lo han hecho invisible ante sus enemigos.