Todas la circunstancias se están dando para una victoria de Gustavo Petro en primera vuelta.
El uribismo hace aguas, el presidente Duque llega a la más baja popularidad en todo su mandato y la gente exige un cambio en el rumbo del país. Al interior del Centro Democrático las peleas están al orden del día, la última fue la expulsión del manojo de precandidatos presidenciales de Edward Rodríguez, el poderoso senador, el más votado después de Uribe en la anteriores elecciones legislativas. En el uribismo, que hace pocos meses permanecía cohesionado por el jugoso pastel que representa la presidencia de la república, debido a la inminencia de la derrota, sus miembros sacan las uñas sin recato ante su jefe natural que se limita a decir "ojo con 2022".
Tan perdidos están que su más posible candidato es Óscar Iván Zuluaga, semejante gloria.
En cambio a Gustavo Petro le llueven adhesiones. Los liberales y los verdes que se rebelan a sus tercos y orgullosos jefes. Líderes cristianos ultraconservadores y hasta el cantante símbolo del uribismo, aquel que le daba vivas a la tierra paraca, entendió que "se volteó la arepa" y manda saludos al candidato de la Colombia Humana. Y para rematar, la Corte Constitucional le reconoce personería jurídica a su movimiento. Ya ni la revista Semana se atreve a hacerle la guerra de manera tan descarada como lo hacía hace unos meses.
La presidencia de la república no es cualquier cosa, ese cargo es el pilar para mantener poderosos intereses que los politiqueros no piensan poner en riesgo por cuestiones ideológicas. Se ponen del lado del posible ganador. Pero no todo está perdido para el uribismo; su jefe ha demostrado que tiene más vidas que un gato y se ha levantado del fango cuando sus adversarios lo daban por perdido, como antes del plebiscito Santos quería darle el golpe de gracia para su muerte política definitiva, pero el expresidente sacó todo su repertorio de juego sucio y no solo ganó el plebiscito, sino que puso presidente y tiene a todos los entes de control en el bolsillo.
No hay nada más peligroso que la fiera herida, no es descabellado pensar que utilice su último recurso en caso de que continúe su debacle: el magnicidio.
Que se cuide Petro de sus enemigos, que no de papaya. Se debe cuidar aún más de sus nuevos amigos. No hay peor perdición que la lisonja y la lambonería. Que se cuide de él mismo y no permita que su ego se infle embriagado prematuramente por las buenas noticias.