Algo pasó con James Rodríguez. Es difícil que, ni regalado, quieran a un jugador que hace apenas siete años fue goleador de un mundial. Aunque no se sabe de actos de indisciplina concreto, la carrera de James presenta un largo declive, que empezó en la temporada 2015 cuando llegó al banco del Madrid Rafa Benítez y consideró que el colombiano no tendría el compromiso exigido por un club de los kilates del Madrid.
Para su desgracia el Everton, equipo que había recaído después de salir del fútbol español, contrató a Benítez y sacó a Anceloti, el hombre que más confíaba en él, cerrándole para siempre las puertas de su vestuario y obligándole a buscar equipo de manera desesperada. En Europa nadie lo quiso, nadie quiso pagar los 7 millones de euros que cobra al año. James tampoco quiso bajarse el salario y por eso no recayó en el Milan, club que estaba interesado en contar con sus servicios.
Pero, mucho cuidado, a James le toca jugar y, en ese sentido, no puede elegir sino que le toca ir a donde lo llamen y a donde estén dispuestos a pagar lo que cobra. Por eso viajó este lunes 20 de septiembre hacia Emiratos Arabes en donde está a punto de firmar contrato con la liga de ese país.
Esto significaría el final de la carrera de élite del más grande de nuestros jugadores en la historia. Las puertas de la selección se cerrarían para siempre, Reinaldo Rueda no acostumbra llamar a jugadores en esas latitudes. ¿En qué momento perdimos al más grande de todos? Pensar que tiene 30 años hace que se nos parta aún más el corazón.