La plata está hecha, solo hay que buscarla. Este dicho popular lo empleamos los colombianos en el momento de tener una oportunidad o propuesta laboral, de montar un negocio o vender cualquier producto. Algunas familias barranquilleras dan fe de esto.
Sobre la calle 30 entre las carreras 38 y 40, en el sector de Barranquillita, en la ciudad de Barranquilla, existen varios negocios en los que se vende y se compran ropas de segunda mano en buen estado y a un bajo costo, que oscilan entre 1.000 y 20.000 pesos, dependiendo de la prenda. En dicho sector también está el mercado de grano, un centro comercial que ofrece artesanías, granos, calzados, comidas corrientes y, en medio de estos locales, un espacio de venta y compra de prendas usadas.
En días pasados visité el lugar y me encontré con el señor Hernández, quien labora hace más de 40 años en el vendiendo y comprando ropa de segunda a personas que llegan con sacos, cajas y bolsas repletas de pantalones, camisas, blusas y vestidos de damas, caballeros y niños.
El señor Hernández sale de su casa, ubicada en el barrio Simón Bolívar, a partir de las seis de la mañana. Va a su sitio de trabajo, que está en el sector de Barranquillita a las afueras del centro comercial Mercado de Grano, y no tiene hora de retorno hasta que consiga el dinero para poder alimentar a su familia. Así como la familia Hernández, que vive del comercio de la ropa usada, muchas familias barranquilleras también lo hacen, pero en condiciones muy precarias porque no están bien ubicados.
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Los pulgueros de ropas se encuentran en una zona altamente peligrosa, en donde los atracos, el consumo de vicios y asesinatos están a la orden del día. Ellos, los dueños de estos almacenes, les hacen una invitación al alcalde distrital, Jaime Pumarejo, y a la gobernadora Elsa Noguera para que los reubiquen o les mejoren las condiciones del sector.