En julio de 2021 escribí para Las2orillas un artículo titulado 'Solo se ve lo que se es capaz de ver', en el que señalaba que "el gallo tapado" del país político para las próximas elecciones presidenciales iba a ser Alejandro Gaviria.
Permítanme repetir algo que entonces anoté: “… la Universidad de los Andes de Bogotá fue fundada —y no por casualidad— en el año 1948, cuando en reunión que tuvieron Mario Laserna y Alberto Lleras, después del 9 de abril de ese año, en presencia de Álvaro Castaño Castillo aún muy joven, resolvieron fundar esa universidad para educar a los hijos de la burguesía en un claustro donde pudieran formarse a la altura de Gaitán, porque el líder popular —según dijeron— estuvo a punto de derrotarlos debido a su extraordinaria formación académica, que culminó con el título cum laude en la Universidad la Sapienza de Roma”.
Lo que no había captado Alberto Lleras Camargo era que Gaitán estuvo a punto de derrotarlos, fundamentalmente, porque se compenetró con la voluntad, las angustias y los sufrimientos del colombiano. Recorrió el país, lo conoció, escuchó a su gente, se compenetró con las necesidades de nuestro pueblo, puso en su mira de lucha los sueños y propósitos de los colombianos y puso sus conocimientos académicos al servicio del pueblo.
Es cierto que Gaitán era “el hombre más culto del momento en Colombia”, como concluyeron en esa reunión Alberto Lleras Camargo y Mario Laserna, pero fracasaron al hacer de la Universidad de los Andes un semillero de académicos para impedir que “otro Gaitán” los derrotara. Un académico puro es un hombre metido en una burbuja librezca, aislado de la realidad, envuelto en teorías y teoremas que no reflejan los hechos de la vida y las necesidades de la sociedad en que viven. Ese es Alejandro Gaviria, metido en una escafandra intelectual que le impide oír, oler, sentir lo que sucede a su alrededor y, sobre todo, en los niveles más bajos de pobreza y sufrimiento. Es por ello que su candidatura presidencial está en caída libre.
Otro Gaviria salió de Los Andes para sentarse en el solio de los presidentes. Ese era César Gaviria. Lo que pasa es que este último, desde la universidad, ya era un manzanillo. Lo digo con conocimiento de causa, porque fuimos compañeros de la misma promoción en la facultad de economía de la Universidad de los Andes. Durante seis años lo observé de cerca. Inteligente, sin duda. Estudioso también, pero carcomido por la ambición de riqueza y poder, que lo llevó a maquinar sucesivas estratagemas para ascender en el camino hacia la Presidencia.
En las elecciones de 1974 Gaviria (César) estaba de suplente de Gabriela Zuleta en la lista de Risaralda para la Cámara de Representantes por el Partido Liberal, elecciones para las cuales yo era cabeza de lista para la Cámara de Representantes por ese mismo departamento a nombre del Movimiento Popular Gaitanista, que obtuvo un extraordinario resultado, ampliamente victorioso.
La ya representante Gabriela Zuleta, consentida de Julio César Turbay, fue nombrada presidenta de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Representantes, mientras que Gaviria estaba como “suplente” para llegar a la Cámara en caso de una ausencia temporal o definitiva de la representante principal.
Un tiempo después de iniciadas las sesiones del Congreso, me llegó un enorme expediente que demostraba ampliamente que la representante Gabriela Zuleta estaba robándose el dinero de los auxilios parlamentarios que pasaban por la Comisión de Presupuesto, que ella presidía. Muy contra mi pesar, me vi en el deber de denunciar a esta colega que, además, había sido mi contrincante en las elecciones, situación que me molestaba.
Denuncié, pero no le seguí la huella al decurso de la denuncia. Y pensé que, por ser la protegida de Turbay, el delito iba a quedar impune. No fue así. Gabriela Zuleta terminó encarcelada y César Gaviria entró a sustituirla en su cargo de representante a la Cámara.
Un par de meses después, me enteré por fuente fidedigna de que quien me mandó el expediente contra Gabriela Zuleta fue César Gaviria, un hombre que ha ascendido al poder gracias a la desgracia de otros, como sucedió con la Presidencia de la República cuando fue asesinado Luis Carlos Galán y, en el entierro, su hijo Juan Manuel señaló a César Gaviria como el legítimo heredero de su padre para ascender a la Primera Magistratura, discurso en el cual Juan Manuel también dijo, con conocimiento de causa: “Galán no es un Gaitán”.