Todos duermen en el piso y comen una vez al día de un pequeño plato de arroz. De los 18 exmilitares presos, en promedio, cada uno ha perdido 15 kilos desde que llegaron a una prisión desconocida de máxima seguridad que estaría ubicada a las afueras de Puerto Príncipe. Según una nueva nota de voz grabada directamente por uno de los presos colombianos, los han torturado física y mentalmente. Varias fotos publicadas por diferentes medios de comunicación evidenciarían las afectaciones físicas de las prácticas de tortura denunciadas por los exmilitares.
A cada uno de los 20 presos que hay, incluyendo los dos haitianos, le corresponde lo equivalente a un litro de agua diario para tomar y bañarse. Nadie se baña. Las condiciones sanitarias son irrisorias: la letrina para las necesidades queda en el mismo espacio donde pernoctan y no hay luz de ninguna clase en el espacio donde se mantienen la mayor parte del tiempo.
"Estamos en un campo de concentración en pleno siglo 21. Nos estamos muriendo lentamente. Aquí nos han condenado a muerte por hambre. Por favor, necesitamos su ayuda; somos 18 colombianos de bien, engañados y prisioneros en esta cárcel. Los necesitamos, por favor" se le escucha decir a uno de los presos, a quien se le quiebra la voz por evidente desesperación.
“Todas la declaraciones a la policía judicial fueron bajo tortura y sin abogado. Nos han quemado con aceite, nos han macheteado el cuerpo, nos han arrancado las uñas, nos han partido los dientes a patadas. Necesitamos ayuda”, se escucha al final del audio.
Este es el audio revelado por El Tiempo:
El desorden político y administrativo que dejó el intempestivo descabezamiento de un gobierno estructuralmente corrupto ha complicado las gestiones diplomáticas que nada han podido garantizar, en materia de derechos humanos, a la realidad de los 18 exmilitares colombianos señalados de formar parte del complot para asesinar al expresidente Jovenel Moise el pasado 7 de julio. Han pasado dos meses y aún no han tenido el primer contacto con una instancia judicial haitiana. Están en mano de soldados y policías rasos enfurecidos. A esto se le suma una débil representación diplomática y una inexistente relación consular por parte de Colombia.
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