"Interbolsa se volvió un infierno"

"Interbolsa se volvió un infierno"

La confesión de Jorge Arabia, el vicepresidente financiero

Por:
octubre 03, 2014
Fotos: archivo Semana.com / ElTiempo.com - Rodrigo Sepúlveda

Cuando estalló la debacle de Interbolsa Jorge Arabia Watemberg, perteneciente a una reconocida familia caleña quien formaba parte la cúpula de poder, sufrió una crisis nerviosa que lo hizo hospitalizar. Se quebró. Al contrario de otros directivos y dueños de Interbolsa en vez de evadir responsabilidad e intentar salvar el patrimonio se propuso, con un trabajo personal, reconocer los errores, destapar las irregularidades y contar la verdad. Aunque su decisión tendrá repercusiones judiciales porque es el principal testigo que está colaborando con la Fiscalía, lo valioso de esta carta que escribió y le envió a sus amigos, es el testimonio personal. La sinceridad con la que muestra el infierno individual y colectivo en que puede convertirse la vida de uno grupo de directivos enceguecidos por la ambición, el poder, las ansias de dinero y el éxito, como narra este ejecutivo al que la vida se le derrumbó en una semana.

Antes de entrar a InterBolsa el 15 de junio de 2004 yo era un ejecutivo que traía una carrera brillante; y que me había preparado toda la vida para sobresalir en el campo de los negocios y en cualquier actividad que quisiese emprender. Había estudiado en el exterior donde había obtenido un título y una maestría en Administración de Empresas con énfasis en Finanzas de una prestigiosa universidad, siempre ocupando puestos de vanguardia dentro de mi clase. En el colegio me había graduado como el mejor estudiante de mi promoción en 1988 y había obtenido también los premios a mejor estudiante en matemáticas y español. Después también estuve en una de las mejores universidades del mundo, donde hice varios cursos avanzados de administración y finanzas. Siempre fui una persona destacada y le di muchas alegrías a mis padres en este campo.

Aparentemente me destacaba en todo lo que hacía. Era sobresaliente en los deportes que practicaba como la natación y el fútbol donde obtuve varios trofeos y medallas. Sentía que la gente me quería y que tenía muy buenos amigos. Todo en la vida me sonreía. Y yo cada vez aprovechaba todos estos logros para sentirme más poderoso, más inteligente y más arrogante. Estaba seguro que iba a seguir cosechando en mi vida solo triunfos, dinero, fama y poder. Nada me iba a detener. Nada me hacía falta. Sin embargo, debo reconocer que crecí dentro de una familia muy unida y con unos principios morales y éticos muy fuertes que desafortunadamente no vine a valorar del todo hasta que la vida me mostró la cruda realidad.

Empecé a trabajar en 1992 a la edad de 22 años en una prestigiosa compañía industrial donde alcancé un cargo muy importante muy rápidamente, después estuve en el negocio familiar donde contribuí a sortear una muy difícil situación que permitió que el negocio de la familia de más de 50 años se salvara de una profunda crisis y con esto lograr salvarle el empleo a más de 300 personas. Pasé por el sector público donde tuve acceso de primera mano a cómo se manejaba el poder en Colombia. Después volví al sector privado a un conglomerado líder en el país donde tuve la oportunidad de crear una unidad de negocios muy grande e importante, que hoy es uno de los referentes del país en su campo. Todo era bueno. Yo sentía que era un gran ejecutivo y sentía que estaba destinado a cosas maravillosas. Ganaba muy bien, tenía poder (o eso creía), tenía acceso a todo lo que yo quería. Mi vida era una vida material y banal, enfocada a la riqueza artificial y mundana y muy lejos de lo que es en realidad la felicidad. Pero en ese momento yo estaba ciego y no me daba cuenta de esto. Para mí era suficiente ganar muy buena plata, darme los lujos que quería, saber que todo el mundo hablaba bien de mí y que yo era un ser privilegiado por todas estas cosas. Mi vida solo tenía un sentido y era seguir cosechando triunfos materiales para tener riqueza y hacer lo que me diera la gana. Me olvidé de mis amigos del colegio con los que no volví a tener contacto y también de los amigos reales que tenía. Cada vez quería tener más conocidos y personas más influyentes a mi lado. Mi familia pasó a un segundo plano, me distanciaba más de mis padres y hermanos y de las personas a las que realmente les importaba.

Y acá entra InterBolsa que fomentaba mucho más la vida superficial y banal que ya tenía. Esta era la firma de bolsa más grande del país. El sitio donde todo el mundo quería estar. Un sitio donde el fin justificaba los medios y el fin era el lucro y la riqueza de pocos a costa de muchos. Ganaba muy bien y era una de las personas más importantes de la firma. Qué más podía pedir. La compañía empezó a crecer y adquirió cada vez más importancia y reputación dentro del sector financiero en Colombia. A medida que la firma crecía, también crecía mi arrogancia y mi ambición. Ahora sí cada vez más mis prioridades eran más riqueza y más poder. Mi familia y mi esposa cada vez estaban más lejos. Me pasaba el tiempo con personas que también estaban enceguecidas por la plata y el poder. Solo sentía felicidad cuando los resultados de la compañía eran buenos y me ganaba un aumento de sueldo o una bonificación y cuando sabía que tenía acceso a cualquier persona que manejara el poder en Colombia. Era el magno VP Financiero del Grupo InterBolsa y todo lo que quería lo podía hacer. No podía estar más equivocado. Cuando yo pensaba que me estaba convirtiendo en una gran ejecutivo y que todo alrededor de mi vida lo tenía completamente controlado, estaba en realidad tejiendo mi propia caída y destruyendo los principios y valores que mi familia me inculcó. Cuando yo pensaba que era una persona llena de virtudes y pocas falencias, era en realidad una persona llena de falencias con muy pocas virtudes.

Qué poca persona era yo en realidad cuando pensaba que por el contrario era la mejor versión mía. Un ser despreciable. Impulsado por la arrogancia y la soberbia. Rodeado de personas cuyos valores también se regían por estos principios. Me perdí buena parte de mi vida sin saber apreciar las cosas buenas y bonitas de la vida. Esos detalles que parecen insignificantes pero que están llenos de enseñanzas y verdadera fuerza. Solo deseando el bien y el enriquecimiento personal, yo solo actuaba por mi interés personal y el de absolutamente NADIE más. Era una persona fría, malhumorada y que tendía a mirar por encima del hombro a las personas. Yo era lo máximo y todos me debían ver así. Cuántas veces le grité a mis compañeros de trabajo, colaboradores o las veces que simplemente los ignoré.  Las cosas se hacían a mi manera a las buenas o a las malas, pero se hacían. Eso era yo!!! Qué pesar y qué vergüenza. Qué mal me siento por esto y por esas personas que recibieron ese trato mío. Solo les pido perdón y que sepan que de verdad, hoy en día, sé que me equivoqué y que la verdadera mala persona era yo.

Otro de las rasgos infames que tenía era lo de no mostrar debilidades. La gente me tenía que ver como un ser superior, que no se equivocaba, que todo lo tenía controlado y que fácilmente controlaba los problemas y las dificultades. Mi prioridad era yo y nadie más. Yo era inexpugnable. Ni siquiera mi esposa y mi hija, que ya había nacido, estaban tan alto dentro de mis prioridades. Mientras InterBolsa siguiera creciendo y yo de la mano de ella, todo se valía. Hasta que la vida se hartó de los excesos míos y de InterBolsa. Y viene la quiebra y el desplome. ¡Totalmente merecido, sin duda!!! La cultura de irresponsabilidad y soberbia que dominaba la compañía era demasiado fuerte y este tipo de conductas jamás prosperarán.

Acá sentí que mi vida se derrumbó. Hasta estuve en una clínica durante una semana por la crisis tan grande que tuve al ver que mi mundo se desmoronó en mis manos. Y sabía que yo había contribuido a esa cultura y a la posterior debacle. Yo era igual de responsable que todos los que llevamos a InterBolsa a ese estado. ¡Yo me equivoqué! La vida me dio un duro golpe pues estaba descarriado y yendo en una dirección contraria y equivocada. Llevo varios meses viendo las repercusiones de esta gran debacle y de mis acciones, oyendo cómo miles de personas fueron perjudicadas por la irresponsabilidad y arrogancia de InterBolsa. Viendo cómo mis prioridades de vida me llevaron a ser una persona odiada, vilipendiada por muchos, acabando con el buen nombre de mi familia. Desde la cúspide caí al fondo, haciéndole daño y llevándome a mucha gente por delante. Ahora solo me queda saber que me tengo que levantar para ayudar a las personas que fueron perjudicadas, a recuperar lo que más se pueda para estas víctimas, a esclarecer los hechos que causaron tremendo daño, a guiar a las autoridades a encontrar las verdaderas causas de la debacle, y sobre todo a ayudar a sentar las bases para que en este país no se vuelvan a presentar episodios tan deplorables como el de InterBolsa.

Este escándalo ha sido el momento más duro de mi vida. Ver el nombre propio en los medios de comunicación asociado al más grande descalabro financiero de la historia del país, y siendo investigado por las autoridades y muy seguramente expuesto a multas y sanciones personales y profesionales muy fuertes, además del rechazo social. Cuando en el pasado pensé que iba a pasar a la historia como un gran ejecutivo y por mis grandes habilidades y capacidades, lo voy a hacer como una de las personas que fueron protagonistas de un capítulo infame de la historia del país. Pero hoy miro atrás y siento que es merecido y, que sin embargo, todo este sufrimiento me ha hecho una mejor persona. Ya sé cuáles son las prioridades de mi vida. Me hacen feliz cosas muy pequeñas como la sonrisa de mi hija o una llamada o un correo de un compañero del colegio. Ya sé quiénes son mis verdaderos amigos, volví a acercarme a mi familia y solo estar con ellos me produce bienestar y alegría. He hablado con mucha gente que fue perjudicada por mi conducta y por InterBolsa y he puesto la cara para que haya esperanzas de recuperación de los recursos de los clientes que confiaron en mí y en InterBolsa. Por eso he venido colaborando incondicionalmente con las autoridades y lo seguiré haciendo indefinidamente con fuerza y determinación para que las víctimas puedan ser resarcidas y que la justicia prospere. Mi objetivo es este y que a través de mi colaboración y de mi compromiso con las autoridades y las víctimas se pueda recuperar una buena parte de los recursos comprometidos y que a través de las verdaderas enseñanzas de este triste episodio NUNCA se vuelva a presentar una situación semejante logrando la consolidación del mercado de valores y de capitales del país.

Pido perdón por haber sido parte de esta debacle, por haber contribuido al sufrimiento de muchas personas que confiaron en mí, por haber puesto el bienestar material por encima del bienestar familiar, espiritual y de la comunidad. ¡Qué equivocado y descarriado estaba! ¡Qué mal ejemplo le he dado a mucha gente! Pero tengo la tranquilidad de que he sabido entender el mensaje que Dios me ha enviado con toda esta situación y que me ha permitido acercarme a ÉL, a mi familia,  a mis verdaderos amigos y a mí mismo. Me equivoqué de manera monumental y reconozco que no he sido una buena persona. Sin embargo, seguiré luchando para levantarme y utilizar esta experiencia para resarcirme con el país y con todas las personas a las que les he fallado. Debo dejar claro que yo no tuve ningún lucro personal, diferente a los relacionados a mi condición laboral en InterBolsa, pero no tuve la entereza ni la convicción de parar esas conductas que la llevaron al fracaso. Fui partícipe y soy responsable como muchas otras personas, que enceguecidas por la ambición y la arrogancia, afectaron la confianza y la integridad de muchas personas.

Espero que muchas personas me puedan perdonar y que de ahora en adelante esa mejor persona en que me he convertido pueda trabajar más para ayudarle a entender a muchas otras personas que la arrogancia, la ambición y la codicia son sin duda los peores enemigos de cualquier individuo y son los caminos directos a una vida de perdición y tristeza.

Invito a los jóvenes, empresarios y ejecutivos de Colombia a redefinir sus principios de vida donde la humildad, la honestidad y la generosidad sean de verdad la fuerza impulsora de sus vidas y que esto les permita un equilibrio en sus vidas personales, profesionales, familiares y espirituales. Así llegará la felicidad y la verdadera razón de vivir paralelamente con la directa contribución para construir un mejor país.

 Jorge Arabia Wartenberg
Septiembre 2014

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