No sé si lo hace por generar conflictos y desviar temas de la agenda pública. O si verdaderamente en un tonto con ínfulas de poder. Quizá un poco de las dos cosas.
Pero no deja de ser risible que un presidente con la más baja de las popularidades decida invertir, gastar, 41 millones de pesos en una moneda conmemorativa con su nombre y apellido. Enchapada en oro y en edición limitada.
Cosas de la democracia, que elige a los menos preparados, a los más ineptos, a los que él diga o señale.
Con esta moneda conmemorativa recordaremos los colombianos lo que realmente somos: unos seres de cobre enchapados en filigrana de oro.
Quiero una moneda para guardarla, acariciarla, minarla y consentirla. Ella me recordará que en Colombia todo es posible: un presidente mensajero ante reyes y príncipes, un guitarrista esquizofrénico, un futbolista que usa su cabeza para cosas baladíes e intrascendentes.
Así lo querí; así lo querí-mos. Así nos convertimos en esta friolera llamada patria.
Un Duque que servirá para comprar un huevo, jugar al rincón o empeñarla en momentos de crisis. Un Duque que se constituirá en nuestro precio a la hora de decidir nuestro futuro en las urnas...