Colombia con Reinaldo Rueda, igualita a Colombia
Opinión

Colombia con Reinaldo Rueda, igualita a Colombia

La Selección se dirige como se dirige a Colombia. En fútbol, se mueve horrible, no juega, se planta como once conos de esos de Bogotá para enloquecer el tráfico

Por:
septiembre 09, 2021
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No puedo expresar cosas del fútbol como Carlos Antonio Vélez, como Javier Hernández, ni Farid Mondragón, de lo cual gracias doy a la existencia; solo puedo hacerlo como un espectador, un tonto que se devora de impaciencia mientras ve el trote apático, la indigencia deportiva, toda esa cadena de embarradas de la Selección Colombia desde el mismo día en que aquella gente sombría de la Federación se deshizo de Pékerman arrojándole fuego por la espalda.

Colombia juega como está Colombia. La Selección se dirige como se dirige a Colombia. En cuanto al fútbol, se mueve horrible, mejor dicho, no juega, solo se planta en la cancha como un tropezón, como once conos de los que ponen en Bogotá para enloquecer el tráfico.

Los comentaristas --dueños de la vida de los jugadores, de los comerciales y de la cátedra--, narran generalmente un partido emocionante, intenso, buenísimo, un partido completamente distinto al que uno soporta entre bostezos en el único canal nacional que hace las transmisiones. Durante 105 minutos menos comerciales, repiten su liturgia mísera, todo eso de que lo importante es tener el balón, guardar el cero, sumar de a uno, mantener la posesión de la pelota, no perder las líneas, encarar al rival con serenidad; ser fiel a la “filosofía de juego” y regular las fuerzas sin correr tanto ya que en Barranquilla hace calor, y en verano en Asunción también y en Buenos Aires en invierno…

Es que la filosofía de juego está acompañada, quién se aventuraría a decir que no, de auténtica filosofía. Tanta que jalando de la más poderosa reflexión, en cierta oportunidad uno al que le dicen el profe Alfaro y a quien sus compañeros de transmisión prodigan en elogios, comentó: Este es el momento en el que Colombia debe tranquilizarse, pensar primero en hacer el primer gol y luego sí el segundo.

Esta tarde juega Colombia. Chile, su rival, que llegó a entenderse en el escenario en los últimos ocho años más o menos como la Orquesta Sinfónica de Londres, o como Inti -Illimani, contrató a Reinaldo Rueda, y este en breve la puso a deambular hasta entregarla en lugares bajos de la eliminatoria. Agradecidos o…, los chilenos dejaron que Rueda se devolviera y ahora sí el equipo colombiano se ocupa con toda disciplina “manteniendo la posesión de la pelota sin prestársela al contrario”, “sacando un empate importante por lo que es el rival”, o “siendo fiel al estilo de juego”, como apuntaría el mismo técnico al final de cada bostezo. No gana, ni gusta, ni corre, ni avanza, ni emociona; tampoco hace goles, ni alcanza más de cuatro pases seguidos, tan solo uno al lado y dos atrás, como un mal ritmo de baile; pero eso sí, “los muchachos corren”.

Francamente Rueda se percibe como un buen hombre y sería injusto desconocer éxitos suyos en la dirección de equipos. Pese a ello, da muestras de estar fuera de tiempo y de tono en cuanto se refiere al manejo de seleccionados, de seleccionados competitivos, de un grupo deportivo con aspiraciones. Este conjunto, generalmente con nómina cambiante y de coyuntura, juega, raspa y regresa al camerino arrastrando la cabeza. Alegría, en cero, literalmente.

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Llamar a James a la disciplina está perfecto, hacer de él un ejemplo para el resto también, ¿pero dejarlo por fuera de todo para mantener una imagen de autoridad, a quién se le ocurre?

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James Rodríguez --como mero ejemplo en cuanto se refiere a la improvisación de la nómina-- puede resultar plomo, muchas veces insufrible en su comportamiento personal (el de un niño maleducado por la riqueza y los flashes), pero es un poderoso jugador con el registro más importante respecto de cualquier otro en la historia del país. Llamarlo a la disciplina está perfecto, hacer de él un ejemplo para el resto también, ¿pero dejarlo por fuera de todo para mantener una imagen de autoridad, a quién se le ocurre?

Santos en su momento pataleó por un técnico extranjero. Había antecedentes de indisciplina, de manoseo, de festín, lo que dejó una estela de excelentes jugadores y técnicos locales, sin embargo, presa de la imposibilidad triunfadora. La fórmula dio resultado un tiempo; luego se clausuró a las patadas y la que impera ahora es la de un equipo en apariencia disciplinado, un técnico igual, pero un fútbol inviable.

La verdad es que la Selección juega a semejanza del torneo local. Aquí se practica un deporte al que se denomina balompié pero dista de serlo; lo que se da en los estadios nacionales son 90 minutos de pisotones, revuelcos en el suelo, madrazos y violencias. Juega Colombia a semejanza del oscurantismo característico de la Federación y, peor que eso, juega como el país, un país desorientado, lánguido, sin dirección.

Todo quiera que la Selección gane hoy y crezca, y sonría hasta levantar cabeza para lo que falta en la ruta. El problema es cómo.

 

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