En El Bagre primero fue el fútbol que el oro (I)

En El Bagre primero fue el fútbol que el oro (I)

Carlos Zapata fue crucial en materias como el deporte, la política y los negocios. Hoy vive lejos del municipio y su nombre solo aparece en folletos de la parroquia

Por: Carmelo Antonio Rodríguez Payares
septiembre 09, 2021
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En El Bagre primero fue el fútbol que el oro (I)
Foto: Alcaldía de El Bagre

El sitio del encuentro tuvo como escenario algo que es hoy su filosofía de vida: primero la familia. Yo, en cambio, me remito a la frase que dice que “familia que reza unida, permanece unida”. Me explico de la siguiente manera.

Se trataba de un primer piso en donde se conjugaban sin estorbarse un almacén de ropa que es administrado por su hija María Paulina, quien además de ser abogada de la Universidad de Medellín está al frente de negocios del cultivo de cacao y de ganadería especializada; en el medio, un café –bar atendido por dos jóvenes muchachas muy atentas, en donde suena una música que deja conversar, y más allá otro salón en donde está Luisa Fernanda, su otra hija, graduada en Comunicación Social–. Los tres ambientes forman parte de un solo negocio y no es necesario salir a la calle para visitarlos, pues apenas los separa una cortina de vidrio.

Es abuelo de un pequeño de 4 años, Maximiliano, y otro de apenas 20 meses de nacido. Una vez hechas las presentaciones de rigor damos rienda suelta a un diálogo sobre unos episodios que se desprendieron más allá de la mitad de los años ochenta, cuando en El Bagre la política era un hervidero diario de conversaciones de todo tipo. En donde cualquier sitio era propicio para dialogar en torno a los temas que le interesaban a la región y en donde nadie se insultaba a pesar de sus diferencias. –Era otro país–.

Luego, con el paso del tiempo, entendió que la política es el escenario en en que sale lo peor de los hombres: intrigas, conspiraciones, cálculos, cinismo. –Trato de resumir lo anterior en lo que alguna vez leí de Max Weber: “Quien se mete a la política sella un pacto con el diablo”–.

Carlos Albeiro Zapata Puerta, que así se llama este personaje que nació en la casa de sus abuelos paternos, don Arturo Puerta y Ana Escobar, justo detrás de la catedral del municipio de Bello el domingo 22 de noviembre del año de gracia de 1959, y luego, con apenas 22 días de nacido, fue llevado en el vuelo de SAM 524 hacia el corregimiento de El Bagre, donde comenzaría a vivir lo que hoy tratamos de relatar.

Es bueno subrayar que es hijo de uno de los precursores de la municipalidad de esa cabecera del Bajo Cauca antioqueño, don Horacio Zapata Muñoz, y eso lo dice todo.

Entonces queda el espacio para la pregunta: ¿En qué momento una persona que tuvo tantas incidencias en la toma de decisiones sobre materias tan disímiles como el deporte, la política, los negocios e incluso en asuntos ajenos a esas áreas, se encuentre hoy a kilómetros de El Bagre y solo aparezca su nombre en los folletos que edita cada año la parroquia por cuenta de la celebración de las fiestas patronales de la virgen del Carmen? La respuesta la trataremos de dar en este reportaje.

Para abrir plaza lo primero que señala es que los señores Manuel de Jesús Tovar Ruiz y Héctor Darío Velasco Vargas fueron los mejores alcaldes que ha tenido El Bagre y que con el primero ni siquiera tiene la más mínima relación y menos le interesa tenerla. En cuanto al segundo dice que es una lástima que la dirigencia no lo haya ocupado en la tarea de mejorar las condiciones de vida de los mineros mediante una regulación de esa actividad, ya que su cargo y sus amistades en Ingeominas lo hubieran permitido. Sobre el actual es tajante al decir que su presentación como evangélico fue lo que le permitió llegar a ese cargo y su preparación deja mucho que desear, a pesar de ser su “pupilo”.

En materia deportiva es igual de tajante al expresar que los docentes Carlos Mario Mesa Sierra y Pedro Gordon Moreno fueron decisivos en la formación de nuestros deportistas y en marcar toda una época para el fútbol, el baloncesto y el voleibol; tanto en haber alcanzado los mejores triunfos en paralelo a la visión que deben tener, primero como personas y luego la disciplina que tengan a bien practicar. Lo que pasa hoy, dice, se debe a la falta de sentido de pertenencia y a que nadie, empezando por el magisterio local, ha recogido las banderas para recordarles a los nuevos deportistas una serie de cosas tan sencillas como de dónde viene la tradición deportiva de los bagreños y a partir de allí saber cuánto vale defender los colores de su bandera.

Su historia con Manuel Tovar arrancó cuando este decidió combinar su actividad en el magisterio con el trabajo social y llegó a la presidencia de la Junta de Acción Comunal del Bijao, una organización que en ese momento era una de las más apreciadas y respetadas, incluso en el país, al punto de que ser el directivo de la misma era de mayor importancia que cualquier cargo político. Pues bien, cuando Manuel tomó la decisión de hacer un relleno en lo que hasta el momento era una pequeña ciénaga entre el sector de Las Brisas y Cornaliza y construir allí un barrio, le permitieron descubrir a un personaje con visión, razón por la cual lo acompañó con calzoncillo y sombrero, sumado a que su señor padre, don Horacio Zapata Muñoz lo tenía como a su propio hijo, al extremo de que cuando había algún cargo vacante siempre lo proponía. Fue por eso que llegó a la presidencia de la JAC cuando ser socio de la misma era más significativo que serlo del Club Bellavista de la empresa minera.

“Hay que construir ese barrio”, le escuchó decir Carlos Albeiro al profesor Manuel Tovar cuando se refería al lote que día tras día tomaba una nueva figura al desaparecer el espejo de agua que dividía a los sectores antes mencionados y que llegaba hasta los linderos del recién inaugurado colegio de bachillerato, una institución que además fue el fruto de los esfuerzos que hizo la comunidad para permitir la formación académica de las nuevas generaciones.

Sin embargo, para llegar a esta nueva etapa recordó a personajes como César Tulio Bonilla, Marcos Castañeda, Manuel Campillo e Iván Rivas, quienes ejercieron una gran influencia en las actividades en donde cada uno de ellos se movía, pero que al unirlos generaron grandes cambios, como fue la misma propuesta que pusieron a caminar como fue la municipalidad, cuya idea salió de los mismos salones del Concejo de Zaragoza, cuando este ejercía jurisdicción en El Bagre.

Fue así como en la discusión anual del Presupuesto de Rentas y Gastos para el año 1978, varios concejales, en especial los elegidos por El Bagre, mostraron sus reparos frente al desequilibrio en que se encontraban respecto a los dineros aprobados para las obras de la cabecera, no obstante que el corregimiento, como sede de la empresa y mayor productor del mineral, salía lesionado en sus intereses y eso fue lo que muchos señalan que se tomó como el florero de Llorente para comenzar una campaña que concluyera en su propia emancipación, como en efecto ocurrió.

Una vez logró proyectar su imagen de líder, a través de los convites y con el apoyo de varias personas que utilizaron una máquina para fabricar los ladrillos y de hacerlo realidad, a Manuel se le alinearon los astros cuando el Congreso Nacional aprobó la elección popular de Alcaldes para todo el país y fue cuando comenzó a escalar el primer escalón de una escalera, que al principio le pareció mostrarle un futuro prometedor, pero que luego sería uno de los más sonados fracasos políticos que se haya registrado en esa región.

Aunque todavía se escuchan todas las teorías posibles, lo cierto es que la candidatura liberal del licenciado en Matemáticas, Manuel Tovar Ruiz, no cuajó y en cambio la ciudadanía de El Bagre escogió como al primero de sus alcaldes populares al ingeniero de Minas de la Universidad Nacional, Héctor Darío Velasco Vargas, quien tomó posesión de su cargo el primero de junio de 1988 hasta el 31 de mayo de 1990.

Su derrota se debió, dice Carlos Albeiro, a su manera de ser afectivo pero no afectuoso y muy cercano a la arrogancia como años después sucedería cuando naufragó su aspiración al tratar de reelegirse como diputado de Antioquia, a pesar de lograrlo en su primer intento cuando salió de la alcaldía municipal en el segundo periodo de los alcaldes populares y cuando muchos lo daban como el líder natural del Bajo Cauca y del Nordeste, al extremo de situarlo como a uno de los primeros bagreños que tenían la opción de ocupar una curul en el Congreso de la República, pero esto no sucedió.

Cuenta que desde esa vez quedó seducido por la pasión que suscita la política y para la tercera elección se fue en contravía, con lo que señalaron las directivas de su Partido Liberal, que desde el sector de César Pérez García y con el apoyo e impulso de su señor padre, y bajo las cobijas del entonces alcalde Manuel, se escogió el nombre del médico Fabián Palacio Zapata para sucederlo en el cargo.

Entonces optó por acompañar al líder natural y minero de profesión, el señor Jairo Arango Zuleta, quien al final de la jornada derrotó al médico y, en cambio, logró acceder a una curul en el Concejo Municipal. De aquello aprendió la lección de que a pesar de que el nombre de Fabián Palacio no generaba controversias mayores gracias a que es un gran ser humano, se dejó venir el tufillo de la imposición que no le gustó a muchos de los electores que se fueron para la orilla contraria. “No sé si te acuerdas”, me dice, “pero en las reuniones con Jairo yo siempre las cerraba con una frase de una canción de Diomedes Díaz en donde planteaba que si mi hijo quiere ser zapatero, yo solo quiero que sea el mejor, porque de nada sirve el doctor, si es el ejemplo malo del pueblo.

Le digo que si la frase aquella de que nadie es profeta en su tierra se le puede aplicar para tratar de entender lo que muchos todavía especulan sobre los inconvenientes y obstáculos que encontró a su paso para no recoger el respaldo ciudadano y entonces trata de recomponer algunos episodios del pasado y me cita una frase que alguna vez le escuchó decir a Luis Alfredo Ramos Botero que dice que lo que tiene que pasar, pasa; para bien o para mal y que hay que entender los momentos.

Me acuerdo de que tuve la oportunidad de dirigir los destinos de la Acción Comunal del Bijao con personas de grandes calidades como Ediltrudis Mejía y recuerdo que una vez pasó un vendaval por El Bagre y desentechó muchas casas y al primero que acudieron fue a mí porque el dueño de la ferretería Depósitos Medellín, don Víctor Hoyos, al único que le podía entregar material a crédito era a la Acción Comunal y no a la Alcaldía. Entonces luego de algunas consultas con los demás directivos, en especial con el señor tesorero, estampé mi firma y se pudo recoger el material para ayudarle a los damnificados y ahí reconfirmé la importancia que tenía la Acción Comunal como entidad al lado de sus habitantes.

Mi primera derrota política la sufrí en las elecciones del 26 de octubre del 2003, en donde resultó ganador Luis Manuel Galván Herazo, quien llegó así a su segunda alcaldía, porque la primera la ocupó por nombramiento del gobernador de entonces, Fernando Panesso Serna. "Si quieres que te sea franco -dice- no he podido ver las grandes obras que he escuchado que hizo este señor en El Bagre, quien tuvo todo para hacerlo porque contó con el apoyo del hoy detenido gobernador Aníbal Gaviria Correa y fue quien participó en los entretelones de la construcción del puente que hoy tiene al mandatario en su casa por cárcel".

Entonces dimos un paso atrás para recordar dónde comenzó su relación con la política, un mundo, como ya se dijo, lleno de intrigas, traiciones y una serie de episodios que en todo caso no son recomendables para muchos porque no es el mundo ideal que pintan desde las curules y desde sus oficinas en Bogotá y que hoy tienen al país en las condiciones que vemos.

Mi papá, Horacio Zapata Muñoz, cuenta hoy con 90 años de edad bien vividos, nació en la vereda Chorros Blancos, famosa por una batalla que libró allí el general José María Córdova, en jurisdicción del municipio de Campamento, en el norte antioqueño, y mi mamá Orfa, es del corregimiento San Antonio de Prado de Medellín, de 81 años de edad. Ellos me ofrecieron desde siempre lo que unos padres sin recursos pueden darle a un hijo. Él se empleó como operador de buldozer en la empresa minera en El Bagre, que en ese entonces era la Pato Consolidated y años después, con esa tenacidad que se le reconoce a los antioqueños, abrió un almacén que hizo historia en ese pueblo.

Por su parte, mi tía Elvia Zapata era la dueña del almacén El Sol, y José Vásquez, tío de mi papá y de Elvia, estaba al frente de El Obrero, tal como mi papá lo fue del almacén El Niño. Esa esquina donde funcionó por muchos años el almacén fue adquirida en arriendo y allí mi señor padre ofrecía desde un alfiler hasta un motor fuera de borda y su nombre se debe a que sus vitrinas tenían en su mayoría mercancía para niños, y fue mi mamá la que le dio la idea y el nombre, a pesar de que se vendieran otros productos, como ya dije. Alguna vez me contó mi mamá que en una de esas crecientes del río Tigüí yo estaba dentro de uno de los baúles en donde venía la mercancía y alcancé a flotar unos metros en la calle y cuando se dieron cuenta del hecho, a mi mamá casi se le ocurre cambiarme el nombre por el de Moisés, aquel personaje que fue salvado de las aguas del Nilo.

Esa pasión por los negocios llevó a mi papá a abrir desde una funeraria, una bodega, una mueblería y la farmacia El Minero; incluso en sociedad con el señor Francisco Giraldo montó la primera casa de apuestas o de chance, como se conoció en sus orígenes y que hoy es el gran negocio por donde se le mire. Fue allí en donde logró una amistad con personajes como don Lucho Puello, que ya había sido funcionario público a nombre del partido Conservador, contrario al de él y con el señor Camilo Ospina, a quienes le decíamos de cariño “Tulundrón”, una persona entregada a su trabajo y a su familia.

En esas estábamos cuando una vez una señora llamada Dalmasia Belén, muy conocida en el pueblo, se ganó unos quintos de lotería y su producto se lo entregó a don Efraín Yepes, un comprador de oro y negociante para que se los administrara, con la mala suerte para ella que se enfermó y tuvieron que llevarla a Medellín para hacerle los chequeos médicos de rigor. Para el viaje usaron la misma avioneta que dos veces por semana llevaba el oro por quintales desde El Bagre. Pues bien, allá los médicos le recetaron una dieta rigurosa y ella resumió todo aquello con una frase que todavía la recuerdo: “No me mató la pobreza con hambre y ahora lo va hacer la comida con plata”.

¿Y del fútbol qué? Creo que a esta altura del reportaje es preciso explicar el hecho de haber marginado el punto principal que nos reunió, como era hablar del deporte y en particular del fútbol en El Bagre y la explicación es más sencilla de lo que yo creí. Alrededor de ese deporte se mueve mucho la política y quisiera, antes de cerrar este primer capítulo, traer a colación una frase que me encontré por estos días de pura casualidad: “A quien descubra el pasado, que le saquen un ojo; a quien lo olvide, que le saquen los dos”...

Continuará…

 

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