Por supuesto que no vamos a ocupar estas líneas a la importante impronta periodística que dejó Enrique Santos Montejo, Calibán; tampoco, a la bella obra que tanto hemos disfrutado de Ponchielli, en la Gioconda o, de Tchaikovsky —la Danza de las horas—; menos a la deliciosa lírica de Abraham Valdelomar. No. Vamos a explorar cómo es la danza de las horas, qué es lo que pasa, qué es lo que ha pasado. Señoras y Señores, veamos.
El registro histórico informó lo que hoy, no cabe duda: ‘Hasta el 6 de noviembre de 1985, cuando los guerrilleros del M-19 asaltaron el Palacio de Justicia a sangre y fuego y el ejército irrumpió tras ellos a cañonazos, provocando entre los dos la muerte de 11 magistrados de la Corte Suprema y 65 funcionarios y visitantes (así como el incendio del edificio y la destrucción de todos sus archivos), el episodio más grave del siglo había ocurrido el 9 de abril de 1948. (…)Al amanecer del 7 de noviembre, el Palacio humeante registraba la tragedia, aún con 60 rehenes y 8 guerrilleros sobrevivientes al combate y el incendio, pero atrapados en un baño de 20 metros cuadrados. Al descubrirse este último escondite, el ejército lanzó el ataque final, en el que murieron 30 rehenes y los 8 guerrilleros. Entonces empezó a descubrirse la dimensión de la tragedia, no solo la humana sino la del poder.[1]
Ni una palabra más, así fue la denominada ‘Toma de Palacio de Justicia’ que ha logrado la calificación de ‘Holocausto’[2]; una verdadera inmolación[3].
Otro registro histórico, aún en desarrollo es, el fenómeno político, jurídico y sociológico denominado la parapolítica, que indica[4]: ‘De acuerdo con la experiencia, de la reunión con miembros de movimientos paramilitares se infiere la manifestación de un acuerdo, sobre todo si quien participa de él está en plena capacidad, por su investidura, de diferenciar entre lo lícito y lo ilegal. Más aún, (…) la alianza entre algunos políticos y paramilitares destinada a organizar, promover, armar o financiar grupos armados al margen de la ley, traduce un acuerdo ilegal (…) y alcanza mayor expresión cuando se materializa en actos reveladores de la efectiva ejecución de la conducta’; decisión judicial proferida al lomo de los acontecimientos, que confirma el dicho de unos de los jefes de la autodefensa y, que refiere la investigación sobre el tema: ‘Un día después de las elecciones de Congreso en marzo de 2002 Salvatore Mancuso expidió un comunicado de prensa en el que aseguró: “Recomendamos a la gente a quién votar.” “Podemos afirmar, en tal sentido y con los datos a la mano, que la meta original del 35 % ha sido largamente superada y constituye un hito en la historia de las AUC”. “Tal respaldo excede, con creces, nuestras expectativas más optimistas.” (…)’[5]
Esas horas, vividas, nos muestran una danza, la danza de las horas que están, que existieron, que aún existen.
Comparar, como lo hizo el Señor Fiscal General de la Nación hace unos días, tales trascendentales y vergonzosos hechos, con el contenido de una reforma constitucional que recién comienza debate en el Congreso de la República es, por lo menos, descontextualizar la historia, sino una alegación de desproporcionadas consecuencias: ¿Qué sentirán las víctimas del Holocausto de la Justicia al escuchar tamaño…, desacierto? No olvidemos que una de ellas es el respetable ministro de Justicia y del Derecho; y, ¿a qué conclusión llegarán los organismos internacionales, que han seguido de cerca el proceso de la parapolítica? Impensable.
La historia en danza de las horas, es considerada espiral de los hechos, pero jamás impostura. Repensemos.