Hace 48 años fue publicado el Manual de Poliatría, por Héctor Abad Gómez, quien fuera un médico y un hombre intelectualmente poliédrico, que nos mostró que la ciencia de la medicina puede ayudar a curar las afecciones del cuerpo, pero también que el aprendizaje de la filosofía puede curar el alma de la ignorancia. Aunado a ello, fue un gran humanista y catedrático que logró contribuir al significado de una de las palabras más ambiguas y complejas del lenguaje, como lo es la palabra dignidad.
Vocablo que fue mejor abordado por un galeno como el citado que por cualquiera jurista que se diga letrado. Si se escudriña sobre el significado que le dan algunos juristas a la palabra, se encontraran verbos exiguos como “merecimiento” “reconocimiento”; por otro lado, se puede encontrar la interpretación siempre ubérrima de la Corte Constitucional, que indica que la dignidad no solo es un valor, sino también un principio y un derecho fundamental autónomo, en sus palabras: “Dignidad es vivir bien, vivir sin humillaciones, y vivir como se quiera”, concepto que es replicado en muchos espacios, sobre todo por los catedráticos del derecho.
Por otro lado, Héctor Abad Gómez, quien en agosto cumplió ya 34 años de haber sido asesinado, expresó que la dignidad humana no se limita a conceptos netamente jurídicos, sino también a aspectos sociales y económicos, un todo. Él, como uno de los principales impulsores de la salud pública en Colombia, afirmaba que había que suministrar las mismas oportunidades de ambiente físico, cultural y social a todos y cada uno de los ciudadanos, en sus propias palabras, afirmaba: “Consideramos a todo ser humano vivo, como el máximo valor sobre la faz de la tierra. La conservación de su vida, pero no de una vida cualquiera, sino de la mejor vida posible para él, es la empresa más importante a que una sociedad debe dedicarse. Esto significa que toda sociedad debe asegurarles a todos sus individuos salud, alimentación, dignidad, decoro, bienestar físico, mental y social. Todo ser humano, desde el momento de su concepción, debe ser sagrado”.
El análisis que se hace del texto de Abad puede resultar muy pertinente para la reflexión de temas álgidos y coyunturales del país, como lo son las cuestiones en torno a la eutanasia y el aborto. El primero de estos que se encuentra regulado por 12 sentencias de la Corte Constitucional y otras cuatro resoluciones del MinSalud, y no por una ley como debería ser, dada la omisión legislativa a la que estamos ya acostumbrados y a la inacción del gobierno sobre el tema, asuntos inacabados aún y que encontrarían luz si se analizara con detenimiento sobre el alcance de la dignidad humana.
En conclusión, un país como Colombia debe pensar cuáles son los vericuetos jurídicos que impiden los avances legislativos en temas como los mencionados y esforzarse por superarlos. Para ello es necesario que los “hombres de Estado” que tanto se preocupan por imponer lo bueno y correcto tengan claro, como Héctor Abad Gómez, el significado de la dignidad humana y de esta manera reconocer la importancia del individuo sobre posturas ideológicas o partidistas.