En 1762, Rousseau publicó el Emilio y el Contrato social, obras antagónicas, en las cuales bosqueja cómo conservar la naturaleza del hombre frente a la cultura, cuyo origen es la ruptura del estado natural y el principio de la desigualdad humana. Rousseau esboza en el Emilio la formación del hombre y, en el Contrato social establece cómo el individuo se vincula a las leyes determinadas por una voluntad general. No obstante, la lectura de las obras, si es que se hace hoy en día, es de carácter fragmentario, pues en las facultades de educación se habla del Emilio y, en derecho y ciencias políticas se menciona el Contrato social.
La libertad del individuo libre y solitario es el fundamento del pensamiento de Rousseau. Más no se trata del planteamiento de John Locke, de la libertad, unida a la propiedad privada y a la libre iniciativa. Rousseau analiza la libertad en el niño y en el adulto. Emilio lleva en sí mismo los medios para lograr su propio desarrollo. Hasta los 15 años se mueve en las creencias, de ahí en adelante utiliza hipótesis. La educación es todo lo opuesto a enseñar, instruir, formar. La educación consiste en la propia acción del joven que conlleva las normas morales. La pedagogía es hacer posible que se desarrolle la naturaleza, en una palabra, el florecimiento de sí. La educación se genera a partir de lo sensible, lo visible, lo tangible, para elevarse a las relaciones abstractas.
Dicha paideia se inicia con la observación de la naturaleza, cuestión distinta de hoy en día, en una civilización urbana. Ahora bien, el crecimiento de Emilio no es otra cosa que la autonomía, la cual entraña el aprendizaje de un oficio y, de ahí la independencia económica, de tal modo que, si el gobierno se torna tiranía o despotismo, Emilio puede emigrar a un país donde se respire la libertad.
Solo que la libertad del individuo en rigor está estrechamente unida con la sociedad. Por lo tanto, Rousseau no esboza a Emilio solitario, sino que supone el contrato social, en donde el individuo libremente se vincula a las leyes de una voluntad general. Por eso mismo, en el mismo año que publicó Emilio, en el cual reflexiona sobre la educación del individuo para la libertad, publica el Contrato social, en el que establece cómo el ciudadano caracterizado por la individualidad, la autonomía y la independencia económica que, participa, argumenta, discute, dialoga, ejerce el poder en el espacio público.
Para Rousseau, el individuo autónomo e independiente económicamente no se enclaustra en la “madriguera de la subjetividad”. El individuo es activo, si tal cosa no ocurre, el resultado es el “retraso”, conducente a una sociedad de borregos, en la cual se tiene como meta el sometimiento a la autoridad y la obediencia, desconociendo la autonomía del hombre en el trabajo y la vida activa en el ejercicio de la crítica para construir la sociedad.