El mundo se ha asombrado por los hechos que han sucedido en los últimos días en Afganistán. Los medios globales se han inundado de imágenes terribles y de la zozobra que genera una ya anunciada masacre: la decisión de los Estados Unidos de retirarse definitivamente del país, eliminando la barrera que contenía la avanzada de los talibanes ha sumido al país en caos.
Para muchos un fracaso gringo disimulado; para otros, una pausa en el continuo intervencionismo americano. No importa a la final, cualquiera de las dos hipótesis no cambian el panorama que se le avecina al país árabe, y es que, a pesar de que hoy la noticia recorre el mundo entero y el internet ha facilitado la difusión de la difícil situación que hoy viven los afganos, esas imágenes que hoy vemos con horror son las peores que ha vivido está nación y las que le rodean.
Tener recursos minerales y estar atados culturalmente a creencias religiosas radicales han sido las principales maldiciones de este país. Sin embargo, hay una maldición aún mayor entre todas estas, y generalmente pasa y ha pasado desapercibida: ser mujer en Afganistán casi es tener seguro un pasaje al infierno aquí en la tierra.
Trascendiendo el machismo y la misoginia predicados en el Corán, las leyes de la Sharía, que probablemente serán implementadas por los talibanes en el nuevo gobierno, tienen en vilo a las mujeres afganas, tanto así que muchas han decidido armarse y enfrentar a los talibanes, teniendo claro que les espera una muerte segura.
Muchos no están relacionados con la Sharía ni el Corán. En pocas palabras, se puede decir que es la adopción de la Biblia en un sentido literal, veámoslo así en Deuteronomio 22, 20:21: “Pero si el asunto es verdad, que la joven no fue hallada virgen, entonces llevarán a la joven a la puerta de la casa de su padre, y los hombres de su ciudad la apedrearán hasta que muera (…)”.
La religión cristiana de occidente (católica, protestante) ya no hace este tipo de cosas “hasta hace poco”, pero el islam sigue tomando sus escrituras de manera tan directa (bueno, al final eso es lo que dice que hay que hacer) que su implementación siempre trae un invierno de oscuridad lleno de amputaciones, horcas, lapidaciones y maltrato, en especial para las mujeres, pues según las leyes bíblicas e islámicas la mujer es inferior, incluso inmunda para la humanidad.
¿Dimensionamos ahora el valor de estas mujeres afganas, que con la certeza de morir luchan en lugar de rendirse a vivir siendo esclavas de los seguidores de un dios inexistente? Es impensable que, en el siglo XXI, después de la Revolución francesa, la Revolución industrial y la revolución tecnológica aún haya lugares sumidos en el letargo y la ignorancia que solo una religión puede proveer.
Llegará el día en el que la humanidad supere su rezandera estupidez y se extingan los hijos de “dios”, que con una mano sostienen (inserte libro religioso) y con la otra queman mujeres por el simple hecho de serlo.
A la mujer afgana, resistencia y dignidad. Son el ejemplo de un mundo que hoy las visibiliza y apoya, son la semilla para una nueva sociedad, en su sangre crecerán mujeres fuertes y valientes que tomarán los estandartes de las viejas creencias y los harán polvo, ya no estarán encadenadas ni tendrán que ocultar su belleza. Su dignidad las hará gigantes, mientras que la humanidad crece bajo los valores de la equidad, el respeto y la libertad.