Se calla o la callamos: el establecimiento a Rebecca Sprößer

Se calla o la callamos: el establecimiento a Rebecca Sprößer

El caso de la joven alemana que fue expulsada del país ha generado mucha controversia. Acá una defensa a ella y una crítica al gobierno nacional

Por: Julian Diaz Charry
julio 30, 2021
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Se calla o la callamos: el establecimiento a Rebecca Sprößer

Rebecca Sprößer, una alemana de 34 años, llegó a Colombia en busca de la calidez, la sabrosura y la alegría de vivir que tanta falta hacen en las latitudes de donde proviene. Sin embargo, terminó conociendo ese otro rostro del país, que reprime y ejecuta a todo aquel que se atreva a confrontar la injusticia, ese que es excluyente y asesino.

Rebecca se encontraba en la ciudad de Cali desde el mes de marzo, donde decidió incorporarse a una reconocida escuela de baile que, luego de reabrir tras las restricciones de la pandemia, tuvo que volver a cerrar sus puertas debido al estallido social que se produjo a nivel nacional y que gracias al hartazgo y la rabia de una juventud cada vez más excluida y abandonada a su suerte terminó cobrando mucha más fuerza en esa ciudad.

Rebecca, con la sonrisa amplia y mirada transparente que la caracterizan, se dirigió a varios de los principales puntos de manifestación para conocer un poco más de cerca las razones por las cuales tantas personas se habían volcado a las calles. Entonces, conociendo de primera mano los clamores de justicia y dignidad de ese pueblo agobiado, decidió apoyarlos y permanecer.

Luego de unirse a la manifestación, pudo constatar también cómo sin provocación alguna llegaban las “fuerzas del orden” a generar caos y violencia. También vio cómo siempre era después y no antes de los ataques policiales que se generaban los desmanes. Incluso, vio caer a un pelado de 18 años muy cerca de donde ella estaba, por lo que decidió empezar a documentar lo que pasaba para enviar informes a agencias de prensa en su país.

Fue entonces cuando empezó a ganar cierta notoriedad. Primero, por el hecho ser una europea metida en las manifestaciones. Segundo, por la manera valerosa en que se enfrentaba a la cada vez menos pública "fuerza pública". Nunca con agresividad, aunque sí con vehemencia, reclamándoles cómo podían hacerle eso a su propio pueblo. Reclamos que se hicieron virales en redes sociales.

Fue entonces cuando empezó a recibir amenazas telefónicas en las que le decían frases como “se metió con la muerte y la muerte ya la está rondando” o “ya la estamos cazando y la vamos a desaparecer”. Rebecca declaró también que en las amenazas le decían que se la iba a llevar y a matar, y que les valía mierda lo que dijera la Embajada de Alemania.

Después, llegó la entrevista con el señor Luis Carlos Vélez, donde la recriminó por apoyar al nuevo coco y chivo expiatorio de los amigos del establecimiento: la primera línea. Le preguntaba que si ella no leía y veía los medios de comunicación para saber que estos muchachos eran vándalos, y los policías y militares héroes de la patria. Así mismo, le decía por qué más bien no se devolvía para su país, ya que aquí como están las cosas están bien.

Claro, si rebeca se hubiera restringido a ver los acontecimientos por los medios dominantes, seguramente habría coincidido con tal versión; pero resulta que ella estuvo ahí, viendo lo que realmente estaba pasando: cómo le arrancaban la vida y las esperanzas a muchos de los que marcharon a su lado. Entonces, como le fue imposible coincidir con la versión de los hechos del señor Vélez, terminó la entrevista con un blanco en su pecho.

Pocos días después fue objeto de un atentado, donde el amigo que estaba a su lado, de quien aún no se tienen datos sobre su identidad, recibió 13 disparos al interponer su cuerpo delante de ella. Muchacho de 26 años de quien se supo en las últimas horas que ya falleció.

La versión preliminar de la policía es que fue un intento de robo. Bastante molestos debieron estar los ladrones para descargar todo el proveedor en la humanidad del joven sin quitarle nada y sin mediar palabra.

No obstante, eso no es todo. El broche de oro de esta historia llegó esta semana cuando se conoció la noticia de la expulsión de Rebecca por parte de Migración Colombia, aduciendo que no había renovado su permiso de estadía en el país (cuando esto es un mero trámite que realizan sin mayor inconveniente los europeos y norte americanos en Colombia).

Fueron al lugar donde se hospedaba y sin permitirle ni empacar sus pertenencias la condujeron a sus oficinas en el Aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón, donde le leyeron un escueto comunicado (del que por cierto no aparece el audio en ningún medio) para proceder a embutirla en un vuelo a Fráncfort.

Dentro de las razones para el procedimiento, la oficina de gobierno alegó luego que esta se vio implicada en desórdenes e incluso en hechos de violencia, por lo que además de su expulsión se le negó la entrada a Colombia durante diez años.

Al hablar de hechos de violencia, seguramente se refieren a ese momento en el que casi la matan, ya que es el único en el que se tiene referencia que estuvo inmiscuida.

Lo cierto es que en el gobierno Duque la oficina de Migración Colombia ha pasado a ser una especie de Gestapo para extranjeros. Desde mi punto de vista, se le niega la entrada a investigadores y promotores de derechos humanos; se persigue a activistas en el país y se dejan salir mercenarios con procesos judiciales en Colombia que terminan cometiendo asesinatos en otros países.

Así pues, los que esperamos que la democracia real vuelva pronto a Colombia. Le extendemos una sentida disculpa a Rebecca y le hacemos saber que si algún día esta nación toma un rumbo que privilegie la justicia y la equidad (por encima del clasismo, la exclusión y la miseria) estaremos gustosos de levantar esa sanción para que pueda volver al que sigue considerando, a pesar de todo, su país.

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