El pasado miércoles, los amantes de la gimnasia olímpica quedaron en shock al ver que Simone Biles, la mejor gimnasta del mundo, abandonaba la final por equipos. Los comentaristas pensaban que la atleta estadounidense se había lesionado, pero momentos después declaró que salió de la competencia por un ataque de ansiedad.
Y es que no es raro ver casos en que deportistas de élite sufren afectaciones en su salud mental. La presión que pueden sentir por parte de sus entrenadores, aficionados o la prensa puede generar un nivel de estrés imposible de controlar, incluso hasta ser irremediable.
En 2012, el nadador estadounidense Michael Phelps, ganador de 28 medallas olímpicas, declaró que después de los JJOO de Londres tuvo varios períodos de depresión, y hasta llegó a pensar en atentar contra su vida.
Después de las justas de Río 2016, la atleta Raven Saunders tuvo que ser hospitalizada tras sufrir una crisis mental en la que trató de acabar con su vida en un accidente automovilístico.
Naomi Osaka, tenista japonesa, abrió el debate sobre la salud mental en el pasado Roland Garros, y para las justas que se llevan a cabo en Tokio declaró a la prensa que se sentía vulnerable y ansiosa.
Y en el caso de Colombia, deportistas como Nario Quintana han sufrido también afectaciones en su salud mental. Según él, la presión que reciben los deportistas es tan constante que llega un momento en el que la cabeza no puede más.
El debate se reabre, y seguramente el Comité Olímpico Internacional deberá tomar cartas en el asunto para asegurar la salud mental de los deportistas.
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