Sería interesante tener las estadísticas de qué tan enterados viven los colombianos de las realidades del país. Y digo realidades, en plural, porque son totalmente diferentes, y todos ignoran la realidad ajena y los que la conocen se hacen los locos.
La historia contemporánea, en un gotero, nos cuenta de la violencia originada en enfrentamientos entre liberales y conservadores a mediados del siglo pasado. Las consecuentes grietas profundas surgen en todos los niveles gubernamentales y originan las primeras guerrillas campesinas del país que poco a poco se van empoderando al emular doctrinas de izquierda exportadas por la Unión Soviética.
Nacen las autodefensas para defender a los ganaderos de la guerrilla y luego se convierten en la competencia de la misma en el negocio del narcotráfico. Varios presidentes intentan lograr procesos de paz que terminan en silla vacía. Las estadísticas de masacres, atentados, falsos positivos, desplazamientos de campesinos indefensos entre dos fuegos, la usurpación de sus terruños con el guiño del gobierno de turno afectaron la integridad, la estabilidad y el progreso. Todo esto contribuyó a aumentar el nivel de pobreza del país.
Se logra, por fin, la posibilidad real de lograr un acuerdo de paz con el grupo guerrillero más relevante y la mitad de los colombianos son convencidos de votar en contra por unos expresidentes frustrados al no lograr su propio intento de acuerdo.
¿Así de ignorantes somos? Imaginar un acuerdo donde ambos bandos acepten la totalidad de condiciones de un solo lado es inimaginable. Eso se llama rendición, no acuerdo.
El objetivo de la doctrina del miedo es apabullante y los gobernantes se han mantenido en el poder a la sombra del mismo, lucrándose, mintiendo y confundiendo a todo un pueblo: a los de arriba, con el cuento chino del castrochavismo, y a los de abajo, con la ilusión de ser parte de un país feliz. ¡Falaz pauta publicitaria!
Los empresarios e industriales observan cómo el esfuerzo de toda una vida se puede ir por el sifón pero prefieren apostarle a perpetuar una farsa que los llevará a la ruina si no despiertan, reaccionan y toman las riendas de su propio destino aunando esfuerzos y logrando soluciones que modifiquen realmente la relación de ingreso, utilidad y lucro con equidad y solidaridad. ¡Se necesitan dos para el lucro, el que invierte y el que trabaja!
Y la clase media, en medio del miedo. Una inmensa cantidad de colombianos que con muchísimo esfuerzo físico, económico y emocional logra un título, un empleo que con dificultad le permite pagar un alquiler o la cuota de la hipoteca, una EPS, la matrícula, el uniforme y los útiles de los hijos, el mercadito, etcétera y eso si hay pareja y los dos trabajan. Todos ellos también afectados por la campaña del miedo que los aterroriza de perder lo logrado y que los anestesia e impide que tomen consciencia del poder enorme de su propio voto y voluntad.
Y los demás, esa también inmensa clase que cobija una mayoría de madres que lloran sus hijos desaparecidos, campesinos entre mil fuegos, rebuscadores, desempleados, hambrientos, indigentes, enfermos, ancianos, niños, jóvenes a quienes se les han negado respuestas, oportunidades, y que son clasificados en estadísticas que nadie percibe.
Y, por favor, no olvidemos los vándalos, esos seres subproducto de todo lo anterior, los que por no ser reconocidos pierden la cabeza y la consciencia y terminan destruyendo todo a su alrededor sin arrepentimiento, sin objetivo defendible y que son vilmente utilizados por los que si piensan pero también carecen de consciencia.
¿Seguiremos en la ruta del miedo y nos iremos todos al abismo?, ¿nos quitamos el despiste, nos apersonamos del deber y tomamos las riendas de nuestro propio destino buscando consensos que beneficien a todos los estamentos, estabilicen y contribuyan al equilibrio y a una paz duradera en el país?
Comencemos por enterarnos de lo que realmente sucede, no dejarnos seducir por falsas promesas, no permitir que el miedo nos indique el norte, ponernos en los zapatos del otro, y exigirle al gobierno que nos proteja de sí mismo.