Hace unos años un periodista de El Espectador publicó una columna en la que hablaba pestes de Rigoberto Urán porque nunca había ganado importante. Insuflado por la moral futbolera y argentinoide de que todos los que están detrás del primero son perdedores elaboró la apresurada tesis de que el Toro de Urrao era un fracasado. En este elogio al segundón demostraré de qué está hecho Rigonator.
Después de la farsa de Armstrong podemos decir que Miguel Induraín, con cinco tours conquistados al hilo, es el ciclista más grande de la era moderna. Cuando le preguntaron por el truco para aplastar a sus rivales el manchego resumió la esencia del ciclismo en una frase que debería estar escrita en hilos de oro: “he ido muy lejos en el dolor”. Nadie sabe lo que es estar subido en una bicicleta combatiendo sus propios demonios. A veces todo se pone blanco, las piernas se vuelve de gelatina y el calor agobiante te saquea el alma y te deja un solo deseo: bajarte de la bicicleta. Algunos, como el ciclista inglés Tom Simpson, mueren en plena ascensión al devastador Mont Ventoux, otros sufren de incómodas afecciones por estar encima de un sillín, o si no diga la tortura que le significó terminar el Tour de Francia del 2003 a Victor Hugo Peña por culpa de un forúnculo. El ciclismo es dolor, es soportar caídas, afecciones en la espalda, en las rodillas que no paran de crujir por culpa de las tendinitis. Y si estás sano, en buena condición física, igual debes estar equipado para el frío. En la etapa reina del Giro del 2014 Rigoberto Uran era el líder antes de pasar por el Gavia, el más alto de los premios de montaña de esa competencia. Estaba tan helada la carretera y llovía tanto que el descenso no era más que una trampa mortal. Rigoberto creyó lo que decía el radio de la carrera, que afirmaba en claro italiano que la etapa se suspendía en el descenso para evitar una tragedia. Nairo, su principal rival, no creyó en eso y se lanzó como un verdadero suicida a la victoria. Esto le impidió al bueno de Rigo ganar su Giro y quedar por segundo año consecutivo subcampeón. En la premiación en Milán Rigo estaba contento y le comentó a algún periodista despistado: “ojalá todos los años pudiera salir segundo”.
Son considerados grandes campeones Fabio Parra, quien nunca ganó una gran vuelta. Su subcampeonato de la Vuelta a España en 1989 y su tercer lugar en el Tour de 1988 le bastaron para ser un gigante. Monstruo es Lucho Herrera, cuya mejor figuración en un Giro fue octavo y 5 en el Tour de 1987. Fenómeno es Oliverio Rincón, quien nunca quedó en el Top 10 del Tour pero cuyas gestas se recuerdan con todo el orgullo, sobre todo esa tarde en la que ganó la durísima etapa de Andorra en 1993. Nadie los considera perdedores. Ahora hay que soportar a algunos mequetrefes insultar a Rigo por que quedó octavo de unas Olimpiadas. Qué atentado a la razón.
Hagamos un ejercicio, juguemos a elegir a los tres mejores corredores de nuestra historia. El mejor es Egan, nada qué hacer. Ganar un Tour y un Giro son suficientes razones para nombrarlo a pesar de sus 24 años. Si se mide y no se atraganta de carretera en sus años jóvenes tendrá una carrera de larga duración. El segundo es Nairo. Un Giro, una vuelta, dos subcampeonatos de Tour son suficiente palmarés. El tercero podría estar entre Lucho y Rigo. A Lucho se le abonan sus tres etapas de Tour, su camiseta de la Montaña, su Vuelta a España del 87 y ganar la camiseta de la montaña en las tres grandes vueltas. Pero ojo, el Toro no se queda atrás. Uran tiene en sus espaldas dos subcampeonatos de Giro, un subcampeonato en el Tour y una medalla de plata en Londres 2012. Impresionante.
A sus 34 años sigue demostrando su valentía. Estos últimos Olímpicos era una carrera estelar que no se amoldaba a sus condiciones porque los escarabajos nunca han sido buenos en carrera de un día. Pero ahí llegó el Toro, con los perfumados de la carrera obteniendo un diploma. Hay que ser muy ignorante para decir que el segundo lugar en una prueba de ciclismo tan exigente, es de perdedores. No entienden nada. Que se entierren con su maldito fútbol.