La famosa revelación del supuesto profesor Lémber en La Voz de Yopal

La famosa revelación del supuesto profesor Lémber en La Voz de Yopal

Un impostor se hizo pasar por Carlos Eduardo Cázares, el ilusionista de Ambalema, en Casanare. Esta es la historia de cómo una de sus mentiras quedó al descubierto

Por: Juan Carlos Niño Niño
julio 26, 2021
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La famosa revelación del supuesto profesor Lémber en La Voz de Yopal
El verdadero Carlos Eduardo Cázares

La intrigante música de invasión extraterrestre era la entrada en las tardes del programa del profesor Lémber en La Voz de Yopal, en donde una voz pregrabada confirmaba la estadía por primera vez del famoso mago tolimense en la población del piedemonte para solucionar cualquier tipo de problema o maleficio de sus acongojados oyentes, quienes ante la ausencia del teléfono le enviaban sentidas y largas cartas, a lo que de inmediato el profesor daba una respuesta histriónica y contundente en donde no faltaba su respectivo comentario “clarividente” sobre cada caso.

A lo largo de cada emisión, Carlos Eduardo “Lémber” Cázares o profesor Lémber contaba que era oriundo de la población de Ambalema y que siendo niño cargaba las maletas de los viajeros que arribaban a esa población en un barco de vapor del río Magdalena, lo que le permitía llevar algo de dinero al empobrecido bolsillo de su humilde y enferma madre, hasta que un día viajó como polizón en ese emblemático barco para buscar un mejor destino, con tan buena suerte que el mago británico Charles Lember intervino cuando lo descubrieron en Barranquilla, y sin pensarlo dos veces lo “adoptó” y se lo llevó para Inglaterra, en donde lo formó en el complejo pero interesante mundo del ilusionismo.

El profesor Lémber —mientras leía y resolvía cada carta en los micrófonos de La Voz de Yopal— no dejaba de mencionar que regresó a Ambalema por su condición de buen hijo, en donde dio rienda suelta a todo su conocimiento como mago, que asombró a todos los pobladores y lo convirtió en un verdadero mito, hasta tal punto que habría convertido en gallina a una mujer que fue a indiferente a sus piropos, transformado el tinto en whisky —era alcohólico— y sin ningún temor predecía la fecha exacta de su muerte y hasta los bambucos que interpretarían en su entierro.

El conocido mago le aseguraba a los oyentes que su inexplicable arribo con su familia a la población del piedemonte —que a principios de los ochenta estaba condenada al atraso y el olvido— obedecía a que el desaparecido mago inglés Lémber se le apareció en un sueño y le exigió venir para defender a los lugareños de la incontrolable brujería y magia negra de los llanos —conocida como una de las más temerarias del país—. Así pues, al tener esa misión tan altruista ofrecía como una excepción menjurjes y consultas muy económicas, que atendía en una estrecha y oscura “habitación” de una antigua casa que rentó en el barrio El Hígado.

Al leer una de las tantas cartas que le pasaba su joven mujer a la humilde cabina de la emisora —quedando impregnada aún en nuestra memoria esa clásica consola gris de grandes controles negros— le llamó la atención la tristeza y preocupación que le expresaba un oyente, que con palabras exaltadas le pedía que por favor le ayudara a establecer en dónde se encontraba su querido gato, que infortunadamente estaba desaparecido desde el pasado fin de semana, lo que tenía bastante preocupada a toda su familia, porque sin duda no estaba dispuesta a salir próximamente de vacaciones a la capital sin su preciado tesoro.

El profesor Lémber pidió silencio a su audiencia, se concentró con sumo esfuerzo y al cabo de unos segundos reveló el destino del extraviado gato.

Don Marcelo: Es preciso pedirle, con mucho sentimiento de pesar, que no busque más a su gato. Ese gato está muerto. Se lo envenenó una vecina, que le carga mucha envidia a usted. El animalito fue botado ayer en la madrugada a orillas del río Cravo Sur, más exactamente por la bajada del establecimiento El Pajonal de don Domingo Riaño.

Al otro día recibió otra carta de un acongojado oyente, Don Marcelo. El profesor Lémber la iba a leer de inmediato —seguramente esperando una respuesta de gratitud por la anterior revelación—, pero se detuvo un segundo antes al constatar que el contenido del escrito era bien diferente y que sin duda al hacerlo público daría al traste con su escasa reputación de adivino.

Profesor Lémber: Usted está equivocado. Al gato nunca lo pudieron haber envenenado. Es imposible. Se trata de un gato hidráulico. Por eso le comenté que tiene bien preocupada a la familia, porque sin ese gato no podemos salir en nuestro viejo Land Rover de vacaciones a la capital. De todos modos, muchas gracias.

Coletilla. Una actual indagación a ese profesor Lémber de mi niñez demuestra claramente que nunca pudo estar en la población del piedemonte.

La verdad. El famoso profesor Lémber murió el 16 de septiembre de 1969 en Ambalema, casi diez años antes de tener su recordado programa en La Voz de Yopal, por lo que este profesor Lémber no era más que un impostor, que tomó la identidad del original en este olvidado pueblo, sin sospechar siquiera que cuarenta años después iba a ser totalmente desenmascarado, a propósito de una crónica y un reportaje recientes que encontré en El Tiempo y Portafolio, en donde contaban que el original profesor Lémber sí murió en la fecha que predijo y que su entierro fue ambientado por bellísimos bambucos.

No se volvió a saber absolutamente nada en la población de piedemonte del supuesto profesor Lémber, el impostor.

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