El uribismo, como mesianismo político, ha pasado a ser una especie de catolicismo de niños-adultos. Digo «niños» porque quienes lo defienden lo hacen bajo el uso y abuso de la sinrazón como razón y cualquier tentativa de crítica recibe como contestación un mecanismo de defensa que la psicología llama « negación».
Se trata de una actitud infantil, pues es en la infancia donde se desarrollan los mecanismos de defensa (en ausencia de algunas destrezas) y quien está sumido en estas cristalizaciones se le dificulta mirarse desde afuera y ver a un niño (uribista) haciendo pataletas para que sus padres (hechos) no lo censuren o no le arrebaten su juguete (para que no amenacen la imagen que tienen de su atesorado expresidente). Los mecanismos de defensa constituyen una forma de supervivencia en un ambiente en el que el inconsciente ha decidido ejercer la manipulación (mecanismos de defensa) para mantenerse funcionalmente sano en términos emocionales (poder seguir creyendo en la probidad –o santidad– de Uribe).
El uso y costumbre de determinado mecanismo de defensa a muy temprana edad hace que el niño (uribista) reaccione a la defensiva automáticamente en circunstancias no necesariamente amenazantes. El mecanismo ha calado y se ha integrado como parte esencial de la personalidad del niño en crecimiento en su camino hacia la adultez (uribista) y sigue “untado” como un lunar hasta que sea “removido” en forma apropiada.
La utilización de tales mecanismos en forma abusiva, casi automática, identificándolo todo como un ataque, como una treta o emboscada, como una trampa o un engaño, como un disimulo o una mentira, como una persecución personal, es decir, estar siempre a la defensiva, como quien está en una selva rodeado de animales salvajes, no permite distinguir el peligro de la seguridad, lo verdadero de lo falso, lo negativo de lo positivo, el camino a la felicidad (paz) del camino a la intranquilidad constante (paranoia). Es como el soldado acostumbrado a la guerra y una vez transferido a la ciudad, actúa como quien no sabe adaptarse, por lo que crea guerras y disputas y grita y se descontrola y ve enemigos dondequiera. ¿Algunas semejanzas con la situación presente? Como los ve el uribista común en quienquiera se le opone o presenta un hecho que controvierte la integridad ética o moral del afamado expresidente.
El mecanismo de defensa entonces se cristaliza e integra como parte esencial de la personalidad (idolatría) y resulta una tarea muy difícil removerlo (desmitificar). El principio de la eliminación consiste en reconocerlo y las fuerzas del miedo y del orgullo (otra especie del temor) luchan a favor de que esto no suceda, pues la desaparición del mecanismo implica la necesidad de enfrentarse a la verdad. Es como el alcohólico que no quiere reconocer su alcoholismo y está siempre a la defensiva ante quien le diga que es alcohólico, o que Uribe no es santo sino corrupto hasta el hartazgo. El principio para eliminar las cristalizaciones descansa en reconocer que existen en uno. Como lo es reconocer la corrupción de álvaro uribe vélez, cuya desvergüenza es tal, que ya ni mayúsculas en su nombre merece.