Por razones consustanciales a mi trabajo con una biblioteca pública y una galería de arte institucional en Barranquilla, conozco por sugerencia de alguien cercano a mis actividades la obra de una joven artista caleña que andaba en busca de espacios expositivos para mostrar sus pinturas y sus dibujos. Se trata de alguien muy joven con un disciplinado empeño en hacer de su búsqueda el encuentro deseado con la obra de arte.
Es muy buena dibujante y ha logrado ya imprimir a sus personajes la vida interior que se muestra en sus ojos, en sus gestos y en sus posturas y oficios. Lo mismo ha logrado expresar con fuertes colores que iluminan escenas y situaciones a través del óleo y el acrílico. Y se ha puesto a experimentar con materias y sustancias como el café y el achiote para lograr unos resultados expresivos ciertamente notables.
Luego de realizar su primera exposición individual de este trabajo suyo titulado literariamente Antes y después de un café en la galería digital de la Aduana de Barranquilla, Antonia Caicedo acaba de inaugurar el pasado jueves 22 de julio esta misma muestra de forma presencial en nuestra Galería de la Aduana, que es uno de los espacios expositivos más consolidados e importantes del Caribe colombiano, con más de 27 años de trayectoria ininterrumpida.
Antonia Caicedo se inició en sus estudios en la Academia Labrada de Cali; luego pasó en 2011 al Visual Arts Summer Institute, Boston University, Massachusetts U.S.A; más tarde estudió dibujo, pintura y escultura en el programa de la New York Studio School, en 2015 y 2016; luego estudió Artes Visuales en la Universidad Javeriana de Bogotá; y luego hizo su pregrado en Bellas Artes en la Universidad de Bath en Inglaterra.
Intento indagar en las preocupaciones de su búsqueda creativa y me responde: "Mi obra consiste en un tejido de referencias conceptuales y visuales que juntas conforman la creación de un universo sensible propio, con destellos macondianos. Este universo está construido a nivel técnico por medio de la experimentación y la aplicación de los materiales artísticos en la obra, y a nivel pictórico por medio de la creación de personajes y de los espacios que éstos habitan. Estos componentes son el hilo conductor de estas narrativas visuales. Más que aferrarme a un medio o a una técnica, en mi proceso creativo siempre busco reinventarme con los materiales que utilizo tratando de guardar mi sello estilístico. El óleo, el café, el achiote, la acuarela y el carboncillo son algunos de los materiales que contribuyen a la expresión de este imaginario."
Le pregunto entonces como surge la idea de trabajar con el café. Y así responde: “La primera taza de café llegó a mis manos pasando primero por las de mi abuela. Ella, al ver mis ojos curiosos me sonrió. Antes de pasarme la taza endulzó el café con cinco cucharadas y me dijo: ‘el café ayuda a quien duerme poco y sueña mucho’. Tendría yo cinco años, y esta imagen quedo fijada en mi mente, pues es como si ese café hubiera sellado un trato de complicidad entre ella y yo. Y quedé tocada desde entonces para crear. Adoro todos esos rituales del café que circulan en la historia y en la cultura popular. El café no es solo estímulo para mi proceso creativo, también lo utilizo como pigmento para crear imágenes que me ayudan a acercarme a ciertos rasgos de la condición humana.”
Le pregunto entonces por el achiote y me contesta que eso sucedió cuando conoció la historia de un mural rupestre de más de 7.000 años pintado por indígenas que habitaban una región del Guaviare conocida hoy como La Lindosa. “Estos murales cuentan y narran los rituales de pesca y cacería y sobre mujeres preñadas. Me inspire en este mural y quise hacer referencia a los orígenes del arte en el territorio Colombiano. Vino entonces la investigación y la experimentación hasta lograr una receta para obtener una pintura a partir del pigmento natural que se encuentra en las semillas de achiote. Crear esta pintura se ha convertido casi en un ritual ya que implica un proceso desde la recolección de la semilla al tratamiento de la pintura. De allí nace todo entonces.”
En su carrera de artista, que apenas se inicia con interesantes logros en su lenguaje, ya hay dos momentos importantes que marcan lo que podríamos llamar el estilo de Antonia Caicedo. Por un lado, sus regodeos amorosos con dos o tres nombres clave de la escuela fauvista que le sirven en un comienzo para recrear esas atmósferas y escenas con mujeres negras e indígenas que se bañan o lavan en algún río del caribe o del pacifico y que le sirven a la artista para construir un relato propio con el que reconstruye o reactualiza momentos de una realidad que en su imaginario narrativo es la suya, la de su entorno y la de todos. Y por el otro lado, esas obras de grande, mediano y pequeño formato en las que experimenta con el dibujo y con esos nuevos pigmentos del achiote y el café logrando atmósferas y planos sensible o sutilmente matéricos en los que habitan nuevos tipos humanos y personajes que amplían y complejizan el universo narrativo de esta joven artista colombiana y que cuentan una historia que intriga y seduce; y sorprende por la juventud de quien la expresa.