Un paréntesis antes de entrar en materia: cuando incorporé en el título de este escrito la Noche Septembrina no pude dejar de recordar que la población menor de 50 años de mi país nunca recibió la cátedra de Historia en sus colegios; luego es muy probable que no tengan ni la menor idea sobre el tema a que hago referencia. Pues bien, me refiero a una de las páginas más dolorosos de nuestra historia, cuando la noche del 25 de septiembre de 1828 un grupo de conspiradores se le metieron a la casa al Libertador Simón Bolívar, en Bogotá, e intentaron asesinarlo. Valga decir que se salvó de milagro porque Manuelita Sáenz, su mujer, alcanzó a ayudarle a saltar por una ventana y pudo correr bajo la lluvia hasta esconderse debajo de un puente adonde no lograron descubrirlo.
Esta semana las noticias sobre el asesinato del presidente de Haití inundaron todos los espacios, y no era para menos. El asesinato fue un hecho atroz y pavoroso. Y para rebasar la tapa de lo macabro, sufrimos la pena de ver envuelto el nombre de nuestro país en esa orgía de sangre.
Y no era para menos, además, porque el drama despertaba un interés periodístico insuperable. Asesinato de un presidente, mercenarios, noche y sangre, política y poder, el primer ministro como primer conspirador, investigación transnacional -FBI, haitianos y colombianos-, esposa herida, hijos escondidos, empresarios dizque de seguridad metidos en la cosa. En fin, en el plato estaban servidos todos los elementos para la mejor novela de Sherlock Holmes.
Aquí cabe destacar el trabajo periodístico de la magnífica Salud Hernández-Mora. Una vez más se le metió a la boca del lobo y sus crónicas han sido reveladoras.
No obstante, más allá del interés que despierta la historia como tal, el asesinato del presidente Moïse es un episodio tristísimo. Tristísimo para Haití y tristísimo para Colombia.
Para Haití, porque pareciera que no han podido avanzar ni un milímetro. Porque pareciera que la barbarie de los dictadores Duvalier que los avasallaron a lo largo de 30 años no hubiera pasado. Porque en el fondo siguen haciendo de su política un espantoso vudú.
Para Colombia, porque pareciera que nosotros tampoco hemos podido avanzar y que, por el contrario, estuviéramos retrocediendo a pasos agigantados.
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Una vez más nos regocijamos mostrando la paja en el ojo ajeno con el fin de ocultar la viga que está a punto de sacarnos el nuestro
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Esta semana los colombianos nos hemos aprovechado del asesinato de Haití para hacernos los de la vista gorda frente a nosotros mismos. Una vez más nos regocijamos mostrando la paja en el ojo ajeno con el fin de ocultar la viga que está a punto de sacarnos el nuestro.
Voy a contarles una historia porque no sé si no la conocen o si se les ha olvidado: resulta que doce días antes, tan solo doce días antes del 7 de julio de 2021 en que mataron al presidente de Haití, el 25 de junio de 2021 casi matan al presidente de Colombia. El presidente de Colombia iba en un helicóptero con dos de sus ministros y otras personas y les dispararon en territorio colombiano. También les cuento que se salvaron de milagro. Se salvaron porque la ráfaga impactó cinco centímetros más allá del punto vulnerable que hubiera dado al traste con el aparato y se hubieran desplomado como un piano desde una nube.
Sí fue un milagro: si entendemos que tan solo fueron cinco los centímetros que distanciaron el punto en que impactaron las balas y la fatalidad y que el francotirador que apuntó pudo estar a 400 o 500 metros de distancia del helicóptero, entonces podremos comprender que la desviación de la mira fue de micromilímetros. Algo imperceptible para el pulso humano.
Hay algo que no he podido entender y que agradecería que alguien pudiera explicármelo.
—¿Por qué las noticias sobre el asesinato del presidente de Haití colman reiteradamente las primeras planas de todos los medios de comunicación mientras las noticias del intento de asesinato del presidente de Colombia a duras penas merecieron unas noticas durante un par de días?
—¿Será que debemos aceptar como lógico que el atentado contra el presidente de Haití sí fue algo grave porque sí lo mataron y que el del presidente de Colombia no lo fue porque se salvó, aunque fuera por un milagro?
—¿Será que los colombianos no tenemos el derecho y el deber de pedirles a los jueces y a los periodistas que no dejen dormir en el olvido el intento de asesinato de un presidente de nuestro país?
Yo no sé, pero a veces me da la sensación de que estamos muy perdidos. A veces siento que estamos atravesando por un momento muy oscuro, tan oscuro como la Noche Septembrina.
Han pasado caso 200 años desde que unos canallas intentaron matar a Bolívar y a veces pareciera que siguen andando por allí, tan campantes, por toda América Latina.