Martha Lucia Ramírez era una niña cuando comenzó a conocerse e interesarse por el mundo, por cuenta del Atlas de su papá Álvaro Ramirez Suarez, quien trabajaba en Bavaria. Ella los manoseaba en su casa del barrio El Polo de Bogota y quedaba embelesada viendo la forma de países tan exóticos, extraños como Singapur o China. Una pregunta la llenaba de inquietud ¿Cómo sería la gente en esos lugares ?La curiosidad se le había abierto.
Gracias a su estilizada figura, fue modelo en su primera juventud con la que completaba su estipendio de una típica familia de clase media Colombia, Marta Lucía Ramírez, única mujer entre dos hermanos, supo pronto que quería ser abogada y política. Desde que se graduó a los 16 años, del colegio José Joaquin Castro de Bogotá. Seguiría la matricula en la Facultad de derecho de la Universidad Javeriana y lograr a entrar al círculo de cercanos del Padre Giraldo, el mejor pasaporte al sector público colombiano en hasta los años 80. Los años javerianos fueron también la oportunidad para conocer al estudiante de arquitectura Alvaro Rincón, quien desde entonces sería su compañero de todas las horas.
Después de varios cargos en el sector público directora del Incomex en 1990, Ministra de Comercio Exterior de Pastrana donde era valorada más como técnica, su paso por la embajada de Paris en febrero del 2002 y donde no estuvo más de seis meses, le definiría su futuro político. Fue durante su permanencia en Europa cuando conoció al entonces pre-candidato Alvaro Uribe quien empezaba a cuajar como una seria alternativa para las elecciones del 2002. Ramirez, famosa por su memoria y capacidad para disparar datos y cifras como metralleta, asombró a Uribe por su conocimiento del Ministerio de defensa y temas del conflicto.
En su aterrizaje en Francia, en un país del que no conocía su idioma, había encontrado en la embajada a un asesor que tenía un gran conocimiento del Plan Colombia y el fallido proceso de paz del ex Presidente Andres Pastrana: Sergio Jaramillo. Escampaba en la embajada nombrado por el canciller, su amigo Guillermo Fernández de Soto, quien había planeado fuera el divulgador internacional del proceso de paz cuando Pastrana rompió abruptamente los diálogos el 21 de febrero, a raíz del secuestro de Gechen Turbay cuando abordaba un avión en Florencia.
Martha Lucía Ramírez no tuvo empacho en dejarle ver al candidato de Primero Colombia su interés en ser la primera mujer jefe de la cartera de defensa en la historia del país. Uribe la tuvo en mente y en julio Martha Lucia, ya estaba de regreso a Bogotá para posesionarse el 7 de Agosto como cabeza de una institución masculina por excelencia. Aterrizó con ella Sergio Jaramillo. El mismo que ocho años después sería el Consejero de paz de Juan Manuel Santos en la negociación con las Farc, después de haber sido cabeza del equipo que formuló la política de Seguridad Democrática, la columna vertebral del combate a la guerrilla durante el gobierno de Alvaro Uribe. La política con que el gobierno Uribe cercó a las Farc y forzó la negociación.
Cuando Uribe tomó las riendas del país en Agosto del 2002, una encuesta de Gallup de unos meses antes -abril del 2002- más de la mitad de los colombianos creían que el ejército no podía ganarle la guerra a las FARC. En ese momento 16 frentes de las FARC se asentaban en Cundinamarca y amenazaban con tomarse militarmente a la capital.
Era tal el alcance de la guerrilla en Cundinamarca que los frentes del Bloque Oriental 51, 53 y 54 atacaron en julio de 1994 a La Calera, a escasos 4 kilómetros de Bogotá, entraron a la Caja Agraria y se robaron 120 millones de pesos. Antes del 7 de agosto del 2002, fecha de posesión de Álvaro Uribe en el que las Farc se hicieron sentir , más de 200 municipios del país no tenían ni alcalde ni estación de policía. Cerca de trescientos integrantes de la Fuerza Pública estaban secuestrados. El propio día que asumió la presidencia Uribe las FARC lo recibieron con un disparo al techo del Capitolio y a unos cuantos meses después, el 7 de febrero del 2003 con el cruento ataque al Club El Nogal.
Marta Lucía Ramírez arrancó el Ministerio de defensa con el desafío trazado por el Presidente Pastrana: el combate sin tregua a la guerrilla. Gracias al Plan Colombia, Pastrana había dejado unas Fuerzas Militares muy equipadas para lo que se venía. Sin embargo la Ministra vislumbró, que lo bélico era tarea de los generales –Mora comandante de las FFMM, Hector Fabio Velasco en la Fuerza Aerea y Teodoro Campo Gómez en la Policia, y que lo suyo estaba en la modernización del Ministerio que pasaban por la transparencia y una juiciosa administración para ejecutar bien los billonarios recursos de la guerra.
Con la política de Seguridad Democrática, se aplicó en el tema presupuestal y de procedimientos internos en un feudo uniformado que nadie se había atrevido tocar. Centralizó las compras del ejército, creó unos indicadores de éxito para las Fuerzas Armadas, además de impulsar las políticas de reinserción, impuso los indicadores de gestión y fortalecimiento como garantía para pedir la ampliación de la asistencia militar norteamericano. En resumen, se le metió al rancho a los militares. Y se la cobraron.
Específicamente el que puso el grito en el cielo fue el General Jorge Enrique Mora Rangel, entonces comandante de las Fuerzas Armadas. No le gustó ni cinco la contratación de la ministra de 841 mil raciones militares sin tener en cuenta el Fondo Rotatorio del Ejército quien era el proveedor de las mismas. Mora Rangel, ante la intromisión, decidió poner en el escritorio del entonces presidente Uribe su renuncia. Industriales antioqueños, bastante apreciados por el gobierno Uribe, respaldaron al General.
Pero las discrepancias no terminaron ahí. La secretaria general del Ministerio de Defensa y mano derecha de la ministra, Ketty Valbuena, le quitó a los militares el poder de deliberación de los contratos; formaba parte también del equipo Maria del Pilar Hurtado, quien después pasaría a ser la directora del DAS, con su rol en las chuzadas a la oposición que terminó mandándola a la cárcel. Los oficiales no dudaron en expresar su incomodidad, se sintieron menospreciados por los civiles. Pero Mora Rangel no fue el único que se enfureció contra la ministra. El comandante de la Fuerza Aerea Colombiana, Hector Fabio Velasco, expresó su desacuerdo porque la ministra aceptó la donación de ocho aviones de guerra, Mirage F1, sin consultarle a la FAC. Una de las razones que dio Velasco sobre su rechazo a la actitud de la ministra, fue que el mantenimiento de las naves era demasiado costosa.
Por último el roce que tuvo Marta Lucía Ramírez con Teodoro Campo Gómez, entonces director de la Policía, por la decisión de devolverle a narcos dos toneladas de cocaína en el Atlántico, hizo que la ministra pusiera el grito en el cielo. Pero el Presidente Uribe no la respaldó.
La gota había rebosado el vaso, la tensión de la Ministra con los altos mandos militares se hizo insostenible y el 9 de noviembre del 2003 el presidente Uribe le pidió la renuncia de la Ministra. Ya le tenía sucesor: el político y hombre de negocios antioqueño, respaldado por la clase empresarial paisa con mucho peso en el gobierno de su coterráneo, Jorge Alberto Uribe Echeverria. El golpe más duro que habría recibido en su vida pública Martha Lucia Ramírez pero que a su vez la empujó a labrarse su propio camino, ya no bajo el ala de nadie ni como funcionaria de ningún gobierno: buscaría ella, por su cuenta la Presidencia de Colombia. No lo ha logrado, pero consiguió ser la primer mujer vicepresidente como fórmula presidencial de Ivan Duque, el pupilo del Presidente Uribe, el mismo que la catapultó nombrándola Ministra de defensa y que hoy sigue siendo su gran aliado, porque en política la ambición supera los rencores.