El 2 de marzo del año en curso, Yuzako Maezewa, billonario japonés, invitó al público en general a aplicar por un puesto de privilegio a bordo de la nave espacial SpaceX’s Starship, en su misión privada alrededor de la luna con la intención de llegar a un público más amplio y diverso luego de haber afirmado durante dos años que viajaría únicamente en compañía de artistas.
El viaje está programado para el 2023, pero aún no se ha confirmado la fecha exacta. Al tiempo de publicarse la aplicación, Maezawa indicó que serían unos doce los tripulantes y que ocho de ellos serían sus invitados, con todos los gastos pagos.
El 21 de marzo recibí el siguiente mensaje dirigido a mi correo electrónico: “Estimada Diana van Gompel de Romero. Usted ha recibido este correo por haberse prerregistrado como candidata a formar parte de la tripulación de Querida Luna. Si usted ya envió el formulario de aplicación, le rogamos nos disculpe por este aviso. El plazo para completar el formulario de aplicación vencerá en pocas horas, el 21 de marzo a las 23:59 (JST). No se pierda esta maravillosa oportunidad para hacer historia”.
¡Lo leí nuevamente con absoluta incredulidad! ¡Había olvidado por completo que en un momento de efervescencia y calor había llenado y enviado el formulario adjuntado la mejor foto! El Proyecto Querida Luna acusaba recibo de mi aplicación y a mí me estaba dando un ataque incontrolado de risa porque por un instante me imaginaba, a mis 72 años, vestida de astronauta, flotando en la nave espacial y rodeada de las diez celebridades que yo misma seleccionaba, Charles Aznavour y Luciano Pavarotti, Nelson Mandela, Martín Luther King resucitados, Michelle Obama, Susan Sarandon, Bill Gates, Chimamanda Ngozi, Mufis cantando Extraños en la noche y Frank Sinatra cantando Fly me to the Moon, brindando con champaña a través de unos pitillos más cómicos que cósmicos. Y a medida que le daba rienda suelta a mi imaginación, intoxicada por la adrenalina que me había producido el correo, imaginaba la emoción de conocer el otro lado de la luna y observar luego, en la distancia, esa esfera azul y verde, hermosa, distante pero conocida, fría en la lejanía pero tan imponente que al aparecer como en pantalla gigante, reinaría el silencio.
Y la incredulidad y la risa cedieron ante la realidad y le dieron paso a la nostalgia de un pasado y a la incertidumbre del futuro y me pregunté, “en qué estaba pensando cuando había llenado la aplicación?”, y sonreí, para mis adentros, porque probablemente ya estaba en la luna.
