Vimos el publicitado y por poco malogrado debate por eventuales vínculos del expresidente y ahora senador Álvaro Uribe Vélez con el narcotráfico y su hijo ilegitimo el paramilitarismo. Durante el cual, el senador Iván Cepeda realizo un análisis cronológico de las cuestionables actuaciones del citado desde su cargo en la dirección de la Aeronáutica civil a inicios de los años 80, cuando daba licencias a las aeronaves que enriquecieron a los señores de la droga. En el senado, la alcaldía de Medellín, la gobernación de Antioquia con las famosas convivir, hasta llegar a sus dos periodos presidenciales y los prontuarios de varios de los aportantes a ambas campañas.
Pero si algo es cierto y evidente, es que Los hechos expuestos por el senador Cepeda en su gran mayoría no constituyen ninguna novedad para aquellos que hemos invertido un mínimo de tiempo en leer e investigar la carrera del señor del ubérrimo. (Lo del encuentro y el abrazo con Carlos Castaño si no lo conocía) Mucho de lo que allí se expuso se puede leer en el libro “El señor de las sombras; biografía no autorizada de Álvaro Uribe Vélez” de Joseph Contreras y Fernando Garavito, o al oír las declaraciones de varios testigos en procesos dentro y fuera de justicia y paz que van desde paramilitares rasos al propio Salvatore Mancuso. O de labios del mismo Uribe, como el episodio del helicóptero propiedad de Pablo Escobar con el que fue a buscar a su padre en la hacienda “Las Guacharacas” el día en que fue asesinado por presuntos integrantes de las F.A.R.C.
Entonces, ¿Qué es lo verdaderamente diciente y esclarecedor del reciente debate? ciertamente no fueron las declaraciones de Cepeda, como se dijo, en su mayoría ya de público conocimiento. Lo verdaderamente diciente del debate fue la pésima reacción y estrategia de defensa implementada por el Senador Uribe y su movimiento. Ausentándose del recinto del congreso cuando el senador del Polo hacia sus acusaciones, perdiendo la oportunidad de controvertirlas una a una desbaratándolas (si era que se contaba con los argumentos para ello). Para luego llegar a relacionar una cantidad de anécdotas que no se mencionaron, alabarse a sí mismo y a sus familiares y defender la probidad de personajes que no fueron acusados.
Otra de las cuestiones a la que dedicó desmedida energía el senador Uribe, fue en cazar peleas con funcionarios de gobierno como el ministro del interior Juan Fernando Cristo, cuya breve intervención al iniciar el debate dejó entrever que estaba allí más por obligación que por cualquier otra cosa. Además de lanzar acusaciones seguramente infundadas contra el presidente de la comisión Jimmy Chamorro quien no cumplió más que con su función al moderar el debate. Echándose a la bolsa nuevas enemistades, como si las que ya tiene no le fueran suficientes. Para luego volverse a ir, dejando a todos los congresistas no militantes del Centro democrático con un palmo de narices y una sensación de molestia generalizada flotando en el ambiente.
Así pues el avispero no lo levantó el senador Cepeda a pesar de lo bien que elaboró sus argumentaciones, el avispero lo alborotó el mismo Uribe, que manejó el debate de una manera torpe y arrogante. Con la cabeza bien clavada en la tierra para no escuchar ni ver, levantándola únicamente para lanzar improperios (por los que ya se anuncian sendas demandas) de los que no se salvó ni el Canal Capital, y para dar explicaciones que no se le habían pedido, dejando de lado aquellas que sí debía dar. Mostrándonos una vez más que hay candelas a las que no se quiere arrimar, haciendo gala de su ya afamada estrategia del avestruz.