El ruido no sólo ha aumentado, sino que tiene al borde del desespero, y hasta de la sordera, a los habitantes de Medellín.
Según una investigación realizada por el Grupo de Economía Aplicada de la Universidad de Medellín, basada en los estudios más recientes del Área Metropolitana, en la capital de Antioquia se superan los topes máximos de exposición al ruido que fija la Organización Mundial de la Salud, con el fin de evitar daños auditivos irreversibles en la población.
El termómetro de la OMS empieza en color amarillo (30 decibeles) para los sonidos amigables, seguido del ocre (40 decibeles) para los que, si bien no son peligrosos, dificultan la comunicación oral; los colores van subiendo de intensidad: ocre, naranja, rojo (75 dB), a medida que van subiendo los decibeles, siendo 55 el número que marca frontera entre lo soportable y lo insoportable. Mejor dicho, en 55, ya se comienzan a generar consecuencias nocivas.
Para que se den una idea de lo que tienen que aguantar los paisas –y por qué hablan tan ía una buena pregunta final.ía una buena pregunta final.
- El promedio de ruido diurno que registra la ciudad es de 72 decibeles. (70 dB generan deficiencia auditiva, asegura la OMS y 75, le añaden un zumbido que puede llegar a ser permanente), lo que está muy por encima de los 65 permitidos por las autoridades, a su vez muy por encima de lo estipulado por la OMS.
- El promedio de ruido nocturno es de 68 dB, muy por encima de los 55 permitidos por las autoridades, a su vez muy por encima de los aconsejados por la Organización.
Hay medellinenses –encontró la mencionada investigación- que estarían dispuestos a pagar, con el fin de controlar el coctel de sonidos que les está agriando la salud y la vida. Porque no sólo el oído sufre. También empiezan a salir a flote problemas como irritabilidad, estrés, falta de sueño. Y, lo peor para los empleadores, empiezan a detectarse signos de alarma en la economía, debido a una atmósfera tan desapacible que día a día se ve incrementada, además de por la cantidad de vehículos y construcciones, por el efecto cañón que, en palabras de uno de los integrantes del GEA se produce por cuenta “de muchas vías angostas y edificios muy altos que facilitan la propagación del ruido”.
Lo más increíble, arrojó el estudio, es que un alto porcentaje de los habitantes de las zonas donde el ruido es mayor, ya ni siquiera lo sienten. ¿Están atolondradoso se les reventó el tímpano?, una pertinente pregunta final.