El presidente Iván Duque cuestiona la decisión de la calificadora Fitch Ratings de bajar el grado de inversión a Colombia.
Cuando un país como el nuestro, en medio de una pandemia feroz que de por sí sola amenaza el bienestar personal y económico de todos sus ciudadanos, y el gobierno, en todos los niveles, comienza a usufructuar el caos y abiertamente hace trampa (laticas de atún a $20,000) con los dineros destinados a ayudas, ¿el presidente pretende que los inversionistas extranjeros sean ciegos, sordos y mudos?
Durante más de un año nos vimos obligados a observar durante una hora diaria la Escuelita de Doña Rita en los canales de televisión. El programa “informativo” cubrió los acontecimientos de la pandemia con una elegancia que contrastaba con la ramplonería e ignorancia de Trump y Bolsonaro y el contraste no dejaba de enorgullecernos.
Poco a poco, sin embargo, nos fuimos hartando del autoelogio, de las estadísticas dudosas, de las ayudas de mercados sobrevalorados y de los trapitos rojos en las ventanas donde había hambre, trapos que desaparecían a cambio de un mercado mágico, mientras uno se preguntaba cuánto les duró el mercado.
El estallido social se ha venido cocinando, a fuego lento, con amplia adición de aliños. La corrupción, el endeudamiento externo con fines y resultados no muy claros, el continuo boicoteo a un proceso de paz que necesita apoyo y acompañamiento, el asesinato de líderes sociales que intentaban reconciliación y construcción de patria, el abuso de la banca con intereses homicidas que arrasan con cualquier intento de emprendimiento y la franca y abierta campaña de odio y de miedo también ha sido ampliamente observada y juzgada por las organizaciones internacionales de toda índole, incluyendo los inversionistas que observan con desconfianza la situación política, social y económica del país.
La campaña de polarización liderada más por la derecha que por la izquierda está perdiendo adeptos y mucha gente ya no come cuento. El eslogan de que “si no votamos por el que diga Uribe, Colombia se convierte en otra Venezuela” ya no convence. Hay un sentir generalizado de buscar otros caminos lejanos a la derecha que abusa y a la izquierda que resiente. ¡Necesitamos construir patria y encontrar quien le ponga el cascabel al gato para que no continúe comiéndose los ratones!