Pensar filosóficamente no requiere de altos grados de escolaridad. La filosofía no pertenece exclusivamente a grandes pensadores o personas con doctorado. La filosofía es innata a todos, porque desde pequeños somos curiosos y queremos saber. Ocurre entonces que se esclaviza al humano desde que es pequeño, se le coarta de sus habilidades filosóficas naturales, y se le inserta en el modelo de sociedad al cual quieren sus padres que pertenezca; con violencia se acallan las preguntas internas de pequeños seres que están explorando el mundo, porque a alguien le debe servir que todos vivamos en el doxa.
Amaestrados entre el premio y el castigo, “desarrollamos la infancia”, a esto se le suma la necesidad de agradar al otro para ser aceptado, la lucha constante entre ser quien realmente se es, y disfrazarse para agradar a los demás, esta puesta a la orden del día. Esto es una gran falacia, porque al finalizar el día, estamos solos, y la única persona que te acompaña al cerrar la puerta de la habitación, eres tú mismo, ¿Por qué entonces es imperante el ser visibilizado? Para el capitalismo es imperante, porque ha convertido la existencia de los demás en productos accesible a todo tipo de consumidores.
Hay varias posibles bifurcaciones que pueden plantearse en la vida de un infante. Si los padres del nuevo ser, se han encargado de cultivar una vida consciente, llena de preguntas, cuestionando la existencia y lo que les rodea, el resultado será que inculquen a sus hijos, estas naturalezas de la filosofía y que intenten rescatar al naufrago filósofo que habita en todos. Si por el contrario este nuevo ser se encuentra en un núcleo familiar que perdió al naufrago filósofo, se dificulta muchísimo más preguntarse frente al hecho de la existencia en sí y de ahí en adelante nada será puesto en discusión, se acatará toda norma social, porque así debe ser sin más. Sin embargo, hay casos excepcionales, donde el niño es quien bajo todo pronóstico desastroso, se encarga de aferrarse al naufrago filósofo, lo acompaña y navega con él, aunque su familia o contexto intente hundirlos tanto a él, como al naufrago.
Seres nacientes que al crecer “decidirán” que hacer con sus existencias, pero estas decisiones están delimitadas por la falta educación y de consciencia que habita en todos los rincones del mundo. A pesar de ello, no es justificable que después de determinado tiempo de habitar la tierra no se pregunten por la vida, y todo aquello que la contiene. Nada justifica la ausencia de la filosofía en las vidas de las personas.
Intentando encajar y pertenecer, ser aceptado (necesidad básica según la pirámide de Maslow) se pasan años enteros, sin entender realmente hacia donde ni como, porque no se explica lo inexplicable, inexplicable el hecho de existir sin sentido alguno. ¿Cómo puede mirarse, a los ojos del vacío, para luego explicar a otro que nada tiene sentido y que vagamos sin rumbo?.
Es doloroso ver la realidad, se requiere valentía y coraje, y una búsqueda permanente de lo que se es, de hacia dónde direccionar la existencia, cuestionarse sobre todo aquello que nos rodea, y que nos es impuesto.
Pero pensar no es de las masas, pensar y ser coherente entre pensamiento, acción y sentir, no hace parte de un mundo donde el internet reina, es irónico que, teniendo celulares con acceso a internet, (porque eso es más importante que inclusive comer, para algunos), la mayoría de la población planetaria no acceda al conocimiento. ¿A qué se debe semejante ironía? Somos una sociedad superficial, la imagen se convirtió en todo y pertenecer sigue siendo prioridad, no como lo fue en el proceso evolutivo, para sobrevivir, pertenecer a una red social se ha transformado en el engaño más grande de la historia.
Se puede pasar miles de horas al mes conectado divagando en la internet, la cantidad de información banal es abrumadora, entre imágenes, fotografías, lugares exóticos y paradisiacos, mujeres excesivamente operadas, o con filtros que opacan su verdadera belleza (aquí podríamos hablar de lo liso como perfecto y lo arrugado (rostro), crespo (cabello) como imperfecto y del símil del plástico, como es afuera es adentro, mundo plastificado en los mares, y en el cuerpo humano), carros extravagantes, todo producto del capitalismo salvaje; esto llena las ilusiones de personas del común que viven en la guerra del centavo diaria, el anhelo de salir de una vida miserable, es saciado a través de las falsas vidas que se venden en todas las redes sociales, en contra parte, no se busca información que ayude a las soluciones reales. Pasamos de las novelas en la televisión, a la “vida real” de los otros en internet.
Pero tampoco se cuestiona que es aquello que los otros desean entregar, no se cuestiona la angustiante y abrumadora forma de publicar, y de ser observado, no se cuestiona el contenido que me es entregado, nada se cuestiona.
¿Qué pasó entonces con el pequeño filósofo innato que habitaba en todos nosotros cuando éramos niños? Como náufrago puede que haya muerto en algunos, o que siga perdido en otros…
Evadir, escapar, huir, desconocer, vivir en espejismos, modelos de belleza inalcanzables y tortuosos, estereotipos de vida que no concuerdan con la realidad de la mayoría de las personas a nivel global, abandono de sí, abandono de consciencia, abandono del cuerpo. Ya nadie se toma el tiempo de observar a su alrededor, de sentir lo que sienten (y que por cierto nadie más podrá sentir, porque el sentir es único) y lo que les ocurre, nos comunicamos a velocidades impensables, pero nuestra humanidad y necesidades básicas siguen siendo las mismas, solo que ahora han sido trastocadas por imaginarios distantes.
¿Qué es más doloroso vivir en el engaño de la red o vivir viendo de frente la realidad? Porque del otro lado la dureza implacable de la vida se asoma, el hambre, la desigualdad social, los miles de muertos a causa de la guerra y la ambición. La filosofía aborda la realidad desde la totalidad, pero la totalidad es dolorosa, la realidad es cruel de ver, se hace más cómodo ocultarla detrás de las vidas de “los otros”, subir un video de 20 segundos que todos amen, donde se vean personas perfectas con vidas felices, porque poner todo en contexto sin dejar nada suelto no lo puedes hacer en 20 segundos, reducción existencial, segundos de fama.
En el primer lugar (en la red) se mantiene anestesiado el dolor, y ese dolor puede llegar a provocar la amputación de la búsqueda de la verdad; si hacemos una comparación a la apología de la caverna de Platón, este lugar (el de las redes sociales) es la cueva, allí todos creen en lo que ven, y nada se cuestiona, se vive esclavizado y atado a mentiras porque ¿A quién le sirve que todo sirva, o que todo no sirva, o que todo funcione, o qué nada funcione? El segundo dolor es el de la verdad, el dolor que libera, ¿y qué hay mejor que la libertad?, porque con este dolor se puede vivir y sin que nada sea amputado. Este dolor te hace consciente, sensible, amoroso, humano, así es más interesante vivir, aunque sin sentido existencial alguno, porque el sentido es un camino de trabajo duro, y no muchos son capaces de asumirlo.
Lo valioso de ver la verdad en la realidad reside en ser consciente, filosofar implica hacerse cargo de las decisiones y por ende asumir el peso o la insoportable levedad de la existencia; mantener la máxima tensión entre el pensamiento y la existencia es mucho más precioso, así como buscar permanente, hacer estallar la crisis poderosa constantemente, romper la comodidad y despreocupación carente de lo esencial, porque la miseria de lo banal se hace insostenible, los segundos de fama en algún momento se desplomaran, acallar y distraer no es la solución, aunque posiblemente no haya ni siquiera solución de nada, pero es de valientes filosofar, en un mundo donde andamos con la cabeza abajo a causa de los celulares, valiente es desconectarse para ver la realidad, alzar la cabeza y pensar por sí mismo.
Me aferro al náufrago, espero que nunca muera, lo he rescatado, lo he llevado a la orilla de mi vida, lo he alimentado, juntos nos hemos sentado a desear el deseo, a escuchar la ausencia de sabiduría, y a permanecer allí junto a ella. Siempre nos apetece al naufrago y a mí disfrutar de la filosofía…