La aclamada miniserie de HBO Mare of Easttown, presenta la vida de Mare Sheehan, una policía de los suburbios de Filadelfia, que investiga la muerte de una joven y la desaparición de otra. Mare está próxima a los 50 años, lucha contra esos fantasmas y el desencanto de la vida cuando se ha perdido algo de sus entrañas.
La consagrada Kate Winslet, recordada como Rose en Titanic, es la protagonista de esta extraordinaria serie, y para sorpresa de todos, exigió no digitalizar sus arrugas devolviendo dos veces el póster de promoción, realizado según las reglas del marketing de Hollywood; también pidió no retirar esos gorditos que se le ven en una escena donde aparece desnuda. Estas peticiones han generado una revolución en una industria donde otras actrices solicitaban lo contrario. Y es que envejecer en la televisión es una de las realidades más condenatorias a las que se avocan tanto las actrices como los galanes.
La crueldad y la dictadura de la imagen es un hecho, que afecta con especial dureza a los personajes que viven sometidos al escrutinio público. Sin embargo, la petición de evidenciar la realidad lleva algún tiempo y ha sumado partidarias (Meryl Streep, Michelle Pfeiffer, Helen Hunt). La cuestión es mostrarse naturales, bellas, pero asumiendo el paso del tiempo.
Un gran amigo me comentaba que su entrañable abuela, lo enloqueció buscando unos rezos, y entre lágrimas decía “se me han perdido mis rezos” y él, junto con la familia desbarataron la casa tratando de encontrar sus novenas, hasta que se le acercó y mirando la migaja de ojos que le quedan, le expresó que no sabía dónde había guardado las novenas y ella con su brazo envejecido, levantó la mano y tocando reiteradamente su cabeza dijo: “se me han perdido los rezos”, y comprendió que el Alzheimer comenzaba a borrar aquello que es tan sagrado de olvidar en los que nos aferramos a la fe. Las arrugas en ella era la mejor geografía de los años vividos y besándola con fuerza, comenzó a recitarle las oraciones como a niña que principiaba a leer.
En un siglo de “tanta apertura” y de “tanta aceptación” parece increíble pero tendemos a mirar lo viejo como algo que se desvaloriza. Como si al envejecer no tuviéramos una historia que contar, o un conocimiento que compartir. En las fotos que nos tomamos optamos por el mejor ángulo, filtros que ocultan los años y disimulan la calvicie pronunciada, buscamos que el sobrepeso desaparezca y posamos casi con ridiculez, tratando de ocultar la hermosa pero vergonzante realidad.
En la Biblia hay una historia que me gusta por aquello de que los vínculos maritales tienen ese anhelo de perseverar para siempre. La oración que realiza Tobías antes de consumar su matrimonio con Sara es una instrucción preciosa sobre el amor. Tobías quiere excluir ante todo, la simple satisfacción de sus pasioncillas; quiere incluir la compañía: "que vivamos juntos hasta la vejez." La pasión, muchas veces no quiere que la pareja envejezca, que se llene de arrugas y por eso prefiere cambiarla o buscar otra. Cuando se ama, tus arrugas serán los pliegues del tiempo que conservarán las historias vividas junto a ti.
Seguramente en el cine y la televisión lo que nos mueve es el entusiasmo de ver gente bonita, haciendo cosas que no podemos hacer en la realidad, y cuando lo sensitivo es más grande que la empatía, excluimos aquello que nos genera profundidad y deseo de trascendencia. Probablemente esta es la lucha que quiere comenzar Kate Winsley, que le aceptemos en esa edad dorada y tan preciosa, sin eufemismos, ni trampas; con ese cansancio de la vida que tiene su personaje. La calle lúgubre que aparece en el inicio, nos dará la clave para entender toda la miniserie, la ciudad tendrá que llenarse con gente como ella, con tantos problemas por resolver, arrugas por detallar y masa corporal por aceptar.
