Esto fue lo que quedó de la milenaria pirámide de los Incas, arrasada por la retroexcavadora. Foto: La Nación.
Como todas las tardes desde hace seis meses, el equipo de arqueólogos dirigido por Marco Guillén Hugo realizaba su infatigable labor de desenterrar la cuarta de las doce pirámides que están enterradas en el Paraíso, un complejo de 64 hectáreas, que con 5.000 años de antigüedad, guarda los secretos de la civilización pre-incaica.
En medio año de trabajo los resultados habían sido asombrosos. En febrero se había descubierto la que se cree es la construcción más importante del complejo, una edificación imponente a la que bautizaron El templo del fuego, un centro ceremonial subterráneo de cuatro niveles. Cuando en 1965 el arqueólogo francés Frederic Engel descubrió cuatro montículos en ese sector ubicado a 15 km del centro de Lima, no se imaginó los secretos que guardaba debajo de la tierra. Durante años las autoridades subestimaron el valor que podía tener el descubrimiento y el estado prácticamente abandonó el lugar. En sus alrededores se asentaron chircales y marraneras ilegales. Sistemáticamente los pobladores asaltaban los incipientes montículos llevándose las huacas que dormían desde hacía cinco milenios en esas construcciones.
La presión de la comunidad hizo que por fin en el año pasado se pusiera en marcha, de una manera oficial, la reconstrucción absoluta del complejo. Se supo entonces que esos cuatro montículos no eran más que la punta del iceberg. En las sesenta y cinco hectáreas de reserva arqueológica yacían doce pirámides que posiblemente nos revelen los misterios de como la civilización pre-incaica había dejado la caza para asentarse en un lugar y aferrarse para siempre a la agricultura.
Desde que en el 2007 Machu Pichu fue declarado una de las siete nuevas maravillas del mundo Perú se puso de moda. Vivir cerca de un complejo arquitectónico resultó ser algo muy rentable. El suelo cobra otro valor y eso lo saben las inmobiliarias quienes de una manera sistemática han empezado de unos años para acá, a ejercer cierto tipo de presión y han entorpecido en más de una ocasión el trabajo de reconstrucción que tienen miles de arqueólogos desperdigados por todo el país. Muchas de estas inmobiliarias alegan que el suelo en el que hacen las excavaciones les pertenece legalmente.
Pero Marco Guillén y su equipo no se imaginaban que esa presión pudiera llegar a los límites que llegó sábado 26 de junio.
“Quedábamos cinco trabajadores cuando llegaron en dos camionetas una docena de hombres. Nos amenazaron con armas de fuego, nos pusieron boca abajo y nos dijeron que no miraramos”- Cuenta uno de los obreros que trabaja en el equipo de Guillén.
A los pocos minutos la tierra comenzó a vibrar, como si se hubieran despertado los dioses que aún duermen dentro del Templo del Fuego. “Mire para arriba y vi la retroexcavadora”. Lo que no pudo la naturaleza en cinco milenios lo borraba el hombre en un par de minutos. El ataque destruyó por completo una de las cuatro pirámides que habían desenterrado en medio año de trabajo.
En días pasados la municipalidad de San Martin de Porres había desalojado a tres marraneras ilegales que funcionaban en el lugar. Los hombres aprovecharon los desperdicios que aún quedaban en la zona, los amontonaron y les prendieron fuego para que los pobladores aledaños al lugar no se dieran cuenta de la hecatombe.
“Se disponían a acabar con las tres pirámides restantes pero un celador alcanzó a alertar a las autoridades. Los hombres se dieron cuenta y se fugaron”.
Las investigaciones han señalado a la inmobiliaria Alisol y a la compañía promotora Provelank como los autores de este terrible atentado contra el legado cultural de una de las civilizaciones más adelantadas de la américa pre-hispánica. Las compañías señaladas en su afán de extender todavía más sus terrenos no sólo han acabado con esta pirámide sino que siguen merodeando la zona esperando el menor descuido para echar abajo todo el complejo arqueológico. Al grupo de Guillén Hugo le preocupa la parsimonia con la que han afrontado el caso las autoridades locales.
“El alcalde de San Martín de Porres lo único que dijo fue que le iba a poner una multa a la inmobiliaria de siete mil soles por los desmanes ocurridos. Tumbar una pirámide de cinco mal años es muy barato”- Afirmó el arqueólogo.
Todavía no se han emitido una orden de captura, ni se han adoptado medidas para que esta tragedia no se vuelva a repetir. “El daño es irreparable” afirma Guillén, ninguna de las doce pirámides encontradas allí se parecen, cada una cuenta algo diferente sobre la civilización que las construyó.
Dos semanas después el equipo ha retomado labores, tratando de evitar mirar a ese montón de escombros en que se ha convertido una de las construcciones más antiguas de américa. Se espera que en cinco años el equipo de arqueólogos encabezado por Marco Guillén logre desentrañar definitivamente las ocho pirámides restantes. Entonces sabremos mucho más de los hombres que habitaron esta tierra antes de que los bárbaros que llegaron en esas cáscaras de nuez impusieran la violencia y la destrucción en una tierra en donde ni siquiera los perros ladraban.
Descendientes directos de esos invasores son los hombres que acechan todavía la zona.