Han pasado dos meses desde el pasado 28 de abril, día en el que empezó el paro nacional. Ahora bien, muchas dudas surgen al respecto, sobre todo de qué ha pasado en estos más de 60 días. Por eso es vital saber qué ha aprendido, logrado y perdido el país.
Aunque el paro inició por una reforma tributaria que afectaba a los ciudadanos de estratos 1, 2 y 3, no se detuvo con su reformulación, pues la unión de la juventud dejó claro que esta problemática social era mayor a una sola reforma, que se trataba de un descontento en el estilo de vida que no será alcanzable para algunos: educación superior de calidad, vivienda, un trabajo digno, una pensión, entre otros aspectos prometidos desde hace varias generaciones y que solo era la continuación de las protestas iniciadas en el 2019, contenidas por la pandemia.
Solo en el primer día de manifestaciones ya se presentaban en el país lesiones oculares a ciudadanos por parte de la policía y el Esmad y un joven muerto, sin embargo el gobierno se encerró en sí mismo y no quiso escuchar a los ciudadanos. Los diálogos con el comité del paro iniciaron 19 días después de haber iniciado las multitudinarias manifestaciones (el 17 de mayo), y su inicio no contaba con el presidente Iván Duque.
Para ese momento el movimiento estaba tan avanzado y se presentaban tantas peticiones que quienes se denominaban Comité Nacional del Paro solo representaban una pequeña parte de los manifestantes y ya se esperaba que los acuerdos alcanzados con ellos no pudieran frenar las manifestaciones y frenar las desigualdades socioeconómicas que las provocaron.
El gobierno se dedicó a sembrar el terror en la ciudadanía haciendo ver que quienes estaban participando en las protestas eran exclusivamente vándalos, guerrilleros o grupos extranjeros que querían dañar la soberanía del país, a su vez se empezaron a difundir imágenes aterradoras de civiles disparando junto a la policía, jóvenes desaparecidos cuyos cuerpos aparecían flotando en el río, cabezas en bolsas, edificios quemados, bombas y presuntos atentados que llevaban a que el país se sintiera de nuevo en los 80 o 90, una época llena de violencia.
En estos dos meses el gobierno no quiso abrir realmente un diálogo con el pueblo, para quienes ellos trabajan, y eso trajo pérdidas materiales, pero más importante: vidas. Vidas invaluables porque es fácil reconstruir un edificio o una calle, pero jamás se devolverán las vidas perdidas (todas). Se perdió el avance de la separación de poderes que nuestro país hacía gala de tener, pues cada vez se entremezclan más sus tareas y funcionarios, se deja de lado la idea de que con mérito se podrá conseguir llegar a un cargo pues ahora se podrán escoger "a dedo" a quienes el presidente decida.
Entre lo logrado se pueden contar las renuncias del ministro de Hacienda (quien se encontraba desconectado con la realidad económica del país), de la canciller Claudia Blum y del alto comisionado para la Paz Miguel Ceballos, además del hundimiento de la devastadora reforma a la salud. Así mismo, la ciudadanía demostró su capacidad de expresarse por medio del arte y finalmente las ciudades por fin vieron lo que durante años se ha vivido en el campo. Sin embargo, pareciera que no se ha aprendido mucho, años de violencia en nuestro país, en los que la sociedad rogaba por un diálogo y un cese a las muertes, se siguen respondiendo con armas y sangre.
