Un mínimo de investigación, menos sumisión a Estados Unidos y dos dedos de frente eran necesarios para que el presidente Santos no firmara,‘de una’, la extradición del carpintero, Ariel Josué Martínez. Muy mal por sus asesores, quienes deben ser el último filtro para firmas presidenciales, sobre todo teniendo en cuenta las implicaciones de estas. Ahora el nuevo ministro de Justicia le echa la culpa a Estados Unidos por semejante error que llevó a un hombre inocente a vivir varios meses de cárcel y a él y a su familia a cargar con una culpa, fruto de una grave equivocación. Claro que lo que ha hecho Estados Unidos es imperdonable y deja la profunda duda de cuántos casos más serán similares. Imperdonable, porque el tiempo, el dolor y la angustia de esa familia no pueden ser reparados. Ahora, que el Gobierno colombiano no salga, tras su equivocación, a lavarse las manos. Si tenía dudas, ¿por qué no postergó la firma de la extradición? La verdad sea dicha, si la protesta ciudadana de sus vecinos, quienes conocían a Josué, no se hubiera dado, ni los medios ni mucho menos el gobierno hubieran pedido explicaciones a la justicia estadounidense.
Vuelve y juega la famosa frase de Jorge Eliécer Gaitán: "En Colombia la justicia es para los de ruana", y solo cuando las evidencias se desbordan se meten a la cárcel a los bandidos del Country Club. Sin duda, lo ocurrido muestra un pequeño avance pero sigue siendo la excepción y no la regla. Muchas preguntas surgen de este triste episodio con final feliz. La primera es que la solidaridad ciudadana sí tiene un papel fundamental en la defensa de los derechos de los ciudadanos cuando son atropellados de esta manera, no solo por su propio gobierno sino, nada menos, que por la potencia mundial. Ejemplar el clamor ciudadano que despertó entre la población que conoce a Ariel Josué y a su familia.
Una segunda lección es que el ministro de Justicia debe actuar ex-ante, como dirían los economistas, y no ex-post. Si esto hubiera sucedido, se habría evitado semejante equivocación del gobierno colombiano y la mancha que le ha caído a la justicia colombiana (como si este poder necesitara más pruebas de sus gravísimos problemas, de sus fallas estructurales). Tercero, Estados Unidos y su guerra, ante todo por fuera de sus fronteras, no es infalible y no se pueden tragar entero todas sus decisiones, sin beneficio de inventario.
Y como derivado de esta situación, es hora de que Colombia deje la reverencia (por no llamarla de otra manera), frente a todo lo que se llame extranjero, pero en particular con Estados Unidos. Contrario a lo que deben estar pensando los miembros de esa secta de lagartos que proliferan entre ciertos sectores, este error gringo debe servir para hablarles más fuerte a muchos de sus representantes desde distintas agencias que creen que pueden pasarse por la faja a ciudadanos e instituciones colombianas.
Por todo lo anterior y muchos argumentos más, es necesario que esta situación no se quede en la humillante posición de 'anécdota' precisamente porque se trata de un humilde carpintero al que, en las narices de muchos activistas en este campo, le violaron todos sus derechos económicos, sociales y políticos. De ese tamaño ha sido la ofensa que se le profirió a Colombia a través de uno de sus ciudadanos. Una persona que no se merecía semejante tratamiento, ni por parte del gobierno norteamericano, ni por parte del gobierno colombiano.
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