Siempre dijeron que Pablo Escobar era hincha del Atlético Nacional y que le compró la Copa Libertadores del 89. Mentiras, calumnias. Al Capo le gustaba era el Deportivo Independiente Medellín, el equipo de los pobres. La prueba de esto, como todo lo que rodea al Patrón, no puede ser más macabra. El 26 de octubre de 1989, durante el octogonal final, el América en el Pascual Guerrero le ganó 3-2 al DIM. El joven delantero Carlos Castro, en los últimos minutos, hizo un golazo de chilena para los antioqueños. Por considerar que era una jugada peligrosa el árbitro samario Álvaro Ortega -32 años, padre de dos niñas- anuló el gol. No sabía que por aplicar el reglamento había firmado su condena de muerte.
A pesar de que su amigo Jesús Díaz, uno de los primeros árbitros Fifa que tuvo el país, le advirtió que no fuera a Medellín, una semana después Ortega viajó para ser juez de línea en el partido de vuelta en el Atanasio Girardot que terminó 0-0. Después del encuentro salió a comer con Diaz y el resto del cuerpo arbitral. Antes de llegar al restaurante un carro se les atravesó. A Ortega le metieron nueve balazos. En Colombia la vida no vale nada, sobre todo cuando se trata de fútbol.
Somos muy malos en el fútbol como para dejar una estela de muertos en torno a su pasión. No valemos la pena. Muy chiquitos. Acá somos tan chiquitos que celebramos en las calles una clasificación a un mundial. No hemos ganado nada y lo que hemos ganado ha sido porque dan más miedo nuestros matones que nuestros goleadores. La Argentina de Bielsa no vino a la Copa América del 2001 porque temían sufrir las inclemencias de la guerra. Brasil de Felipao mandó un equipo sub 23. En semifinales derrotamos a Honduras y en la final a México. No ganamos una Copa América, ganamos una Copa de Oro. Acá el chofer de los hermanos Gallón, socios de Uribe, le descargó el proveedor de su pistola a Andrés Escobar en un parqueadero de Medellín. Su único pecado fue hacer un autogol en el mundial. Dicen que en cada balazo que le daba al defensa los Gallón gritaban ¡gol! Malditos sicópatas. Acá mataron a Felipe Pérez, jugador de Nacional, a Albeiro Usuriaga, el héroe que nos clasificó a un Mundial después de 28 años, a Edson Becerra y a decenas de jóvenes futbolistas más.
Dice el sabio Francisco Maturana que cada país juega el fútbol como afronta la vida. Esa sería la explicación a las miles de amenazas de muerte que recibió Zidane porque nunca puso a James, el díscolo. Ahora las amenazas van contra el excelente árbitro Nestor Pitana.
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Como un ´déjá vu´los mismos lamentos del 2014 con el gol bien anulado a Yepes contra Brasil en los cuartos de final de ese mundial se repiten. ¿Los periodistas colombianos qué?
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Como un dejavú los mismos lamentos del 2014 con el gol bien anulado a Yepes contra Brasil en los cuartos de final de ese mundial se repiten. ¿Los periodistas colombianos qué? ¿En qué bar de mala muerte se graduaron de futbolólogos? ¿Por qué malinterpretan el reglamento? ¿Es una estrategia para mantener viva la pasión del fútbol y se nos olvide que en la Casa de Nariño es habitada por Duque o es simple ignorancia? El reglamento no puede ser más claro: si la pelota rebota en el árbitro y cae en el equipo que está atacando, el juego no debe pararse. Punto. Podrán llorar lo que quieran. Perdimos porque siempre perdemos. A Brasil, en 30 partidos oficiales, sólo le hemos ganado 3 veces. Tranquilos, somos malos. Lo que me preocupa es que algún loco le haga daño a Pitana.
Para mí, que soy civilizado, una amenaza es una agresión. Y basta poner el nombre de Pitana en el Twitter para ver las que cosas que colombianos descendientes de torturas emblemáticas como el corte de corbata o fútbol con cabezas decapitadas, le piensan hacer a Pitana. Ni me imagino como debe estar su celular. Debe tener miedo.
Si tuviéramos alma se hubiera dejado de seguir el fútbol desde que Pablo Escobar mató al árbitro Ortega. Somos muy malos futbolísticamente hablando como para poner muertos. No escuchen a Carlos Antonio, el incendiario mayor, él no tiene la razón, nunca la tiene, y dejen en paz a Pitana. Igual no ganaremos esta Copa América ni jamás disputaremos la final de un Mundial. Prepárense más bien para el Tour que Rigo la va a romper.
El fútbol en Colombia no es el opio sino más bien el bazuco del pueblo.