“Los monstruos son reales y los fantasmas también. Viven dentro de nosotros y a veces ganan” (Stephen King).
Más de 70 asesinatos, 73 lesiones oculares permanentes, 25 víctimas de violencia sexual, más de 1000 agresiones físicas y alrededor de 540 personas desaparecidas [1]. Lo anterior, sin contar el reciente hallazgo de un cuerpo decapitado en el Valle del Cauca; es el balance de la política pública de manejo de la protesta social que inició el pasado 28 de abril de 2021. Cifras que horrorizan, cifras que le dan la razón al escritor Stephen King. Efectivamente, en Colombia; los monstruos son reales.
El ciudadano del común se pregunta sobre las razones de estas cifras escalofriantes, a pesar de los intentos de justificación de la violencia, emprendida por el uribismo, sus aliados en los grandes medios de comunicación y los gremios.
El colombiano promedio ya ha empezado a percatarse de que fenómenos como las masacres, asesinatos, desmembramientos, violaciones y desapariciones, que creía amainados, tras la firma de paz con los paramilitares y con las Farc, son cada día más cercanos. La pesadilla no es solo rural, ahora está en las calles y barrios de las grandes ciudades.
Pero, quizás las preguntas que la mayoría de los ciudadanos se hacen, así sea mentalmente son: ¿cómo fue posible haber regresado a las atrocidades de la violencia de los 50 y 60 del siglo pasado?, ¿a qué hora volvimos a ser víctimas de los desmembramientos de los paras?, pero, sobre todo, ¿cómo es posible que los grandes medios de comunicación colombianos se aterren y clamen justicia por el desmonte de unas estatuas y no se inmuten por el hallazgo del cuerpo decapitado de un joven vallecaucano, en el marco del ambiente enrarecido de las protestas sociales?
Al parecer, la estrategia de choque del sistema propagandístico del uribismo, consistente en el bombardeo constante de información manipulada, con verdades a medias, pero sobre todo, con altas cargas de justificación de la violencia estatal y la de sus aliados civiles, empieza a sufrir un proceso de resquebrajamiento, causado quizás, por la misma desproporcionalidad de los medios usados por el gobierno de Duque, para acallar las voces de protesta, que aunque replegadas por el agotamiento físico, mental y por la fuerza de la violencia usada en su contra, aún persisten en hacerse sentir en buena parte del territorio nacional.
Sin embargo, el panorama social en Colombia sigue siendo aterrador; a las escalofriantes cifras de asesinatos, lesionados, abusadas y desaparecidos, se suman las de las intimidaciones a miembros de la prensa por parte de algunos miembros de la fuerza pública, las de las amenazas a los liderazgos nacionales y regionales y los ataques a defensores de derechos humanos, así sean del mismo estado, como ocurrió en Bogotá.
Sigue siendo espeluznante el accionar del gobierno uribista de Iván Duque, que ante las reclamaciones de ONG de defensa de los DD. HH., las recomendaciones de la misma Organización de Naciones Unidas y de un buen número de parlamentarios norteamericanos y europeos, sobre su desproporcionado uso de la fuerza para acallar la protesta social; insiste en el paulatino incremento de la violencia estatal por medio del accionar sin control del Esmad y la militarización de ciudades y carreteras, haciendo de lado el diálogo y la concertación con los protestantes.
Los monstruos sí existen. En Colombia son más temibles. No solo espantan o atemorizan, sino que atacan. En Colombia los monstruos sí ganan.
[1] Observatorio de Derechos Humanos, Paz y conflictividades - Indepaz, Boletín Paro Nacional 2021. Cifras de la violencia. 15/junio/2021. Documento PDF disponible en: Boletín Paro Nacional 2021 – Indepaz
