Suiza es uno de los países más democráticos del mundo debido al federalismo y al mecanismo de democracia directa en donde se le otorga mayor participación y poder de decisión a sus ciudadanos. Esto quiere decir que las decisiones que se toman en cuanto a políticas públicas han sido previamente consultadas y aprobadas por la población suiza. Precisamente, el fin de semana pasado hubo un referéndum en donde se decidió, entre otras cosas, por la adopción de unas políticas más restrictivas en cuanto a la emisión de CO₂, la implementación de métodos sostenibles para el uso del agua en la producción agropecuaria, y la prohibición de utilizar pesticidas artificiales.
A pesar de que Suiza ha sido uno de los países más comprometidos con las causas ambientales, en esta ocasión, los suizos decidieron no apoyar estas iniciativas sustentadas en la prohibición y el pago de más impuestos. Comúnmente, los suizos tienen en cuenta las iniciativas que promueve el parlamento, pero esta vez no hubo el apoyo suficiente para aceptar estas iniciativas. Otras medidas consultadas por el Ejecutivo y el Parlamento estuvieron relacionadas con el terrorismo y el COVID-19, y estas sí fueron aprobadas.
Por un lado, la prohibición del uso de pesticidas artificiales no tenía muchas esperanzas de ser aprobada, principalmente, porque afectaba la producción agrícola a mediano plazo, que es fundamental para la seguridad alimentaria del país. Así mismo, se pretendía quitar los estímulos económicos a los productores agropecuarios que no implementaran métodos de producción sostenible, los cuales son costosos y llevan a un aumento del precio de los alimentos.
Pero, por otro lado, el rechazo a adoptar medidas para frenar la emisión de gases de efecto invernadero fue sorpresiva, pero razonable en una economía pospandemia en donde nadie quiere pagar más impuestos. La reducción de la producción de CO₂ era una medida de mitigación al cambio climático, que el Ejecutivo y el Parlamente suizo esperaban ser aprobada para poder cumplir con el Acuerdo Climático de París, con miras a los objetivos trazados para el 2030. Esta medida se sustentaba en gravar y elevar los impuestos a la utilización de fuentes de energía de carbono para la producción y utilización de servicios como los viajes aéreos e implementar costosos métodos de reducción de la producción de CO₂ en las viviendas.
El rechazo de las medidas ambientales sobre el cambio climático y la producción sostenible pondrán a pensar de nuevo al Estado sobre cómo proponer estrategias que permitan la implementación de estas necesarias medidas, a favor de la sostenibilidad local y global, y que no afecten necesariamente la economía. No obstante, el estilo de vida suizo y la dependencia de los combustibles fósiles requiere del desarrollo y uso de tecnologías que necesariamente incrementan el gasto público. Tal vez, estas medidas no hubiesen sido tan impopulares en medio de una pospandemia, en donde las prioridades de las personas están enfocadas principalmente en la reactivación económica y en donde el exceso de restricciones a las cuales nos hemos visto obligados a aceptar nos lleva a pensar que por el momento hay mayor beneficio en el bienestar individual y a corto plazo.
En este sentido, tal vez la historia de Colombia, con relación a las recientes protestas que han dejado afectaciones socioeconómicas en las últimas semanas, hubiera sido diferente sí tuviéramos un sistema de democracia directa, participativa, en donde se hubiera podido preguntar a los ciudadanos sobre cómo recaudar más impuesto, algo difícil pero no imposible.
Uno de los principales retos para la democracia colombiana es avanzar en contra del centralismo para poder pensar en la autonomía que deben tener los territorios para poder tomar sus propias decisiones. Tal vez si el Valle del Cauca hubiera podido manejar las protestas y bloqueos de una forma autónoma y no tener que esperar la voluntad política del presidente Duque de visitar la ciudad de Cali y escuchar los reclamos de los ciudadanos, las causas y consecuencias de la inconformidad valluna serían deferentes.
Si bien un sistema de gobierno federal tiene sus ventajas y desventajas, el otrora sistema centralista nos ha dejado diferentes polos de desarrollo económico que giran en torno a la voluntad política de un gobierno central, dejando rezagado a otros territorios que no logran adherirse a la locomotora del desarrollo impuesta. Seguramente, los retos para la democracia colombiana no serán parecerse a Suiza, pero podríamos probar otras formas político-administrativas que permitan una mayor participación y empoderamiento de los ciudadanos.