Confesiones de un instructor del Esmad: 8 años formando policías para enfrentar disturbios

Confesiones de un instructor del Esmad: 8 años formando policías para enfrentar disturbios

En diez semanas de curso, el patrullero William Fontecha deja preparado al policía de los 4.805 que conforman el Escuadrón antidisturbios, donde “la verraquera” vale

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junio 16, 2021
Confesiones de un instructor del Esmad: 8 años formando policías para enfrentar disturbios

William Fontecha tiene 35 años y lleva 14 en la policía, 12 de ellos en el Esmad. Desde que comenzó el paro no he podido ver ni a su esposa, ni a su hija que tiene diez años. Lleva 49 días viviendo en la escuela General Santander con su cuadrilla de hombres listos para actuar. Hace ocho años es uno de los 80 instructores del Esmad.

Conoce mejor que nadie como opera el escuadrón móvil antidisturbios conformado por 4.805 policías. De primera mano ve la transformación de los muchachos que pasan a convertirse en unos duros cubiertos con armaduras dispuestos a todo a la hora de disolver un motín, como se ha visto en estos casi cincuenta días de paro nacional.

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No quería hacer parte del Esmad. Tampoco estaba muy convencido de ser policía. Una cosa llevó a otra. Por insistencia de un buen amigo compré la carpeta de inscripción para la policía. Ya llevo casi 15 años dentro de la policía. La policía y el escuadrón antidisturbios se convirtieron en mi pasión. Hace ocho años soy instructor. Hago parte de los veinte instructores que forman a los hombres y mujeres que integran el Esmad. Hoy esta unidad tiene 4805 policías, 166 de ellos son mujeres.

La dirección de incorporación tiene sus lineamientos para escoger a los hombres y mujeres del Esmad. Los policías que pertenecen a esta unidad tienen que tener un excelente estado físico. No tener enfermedades del corazón ni respiratorias ni sobrepeso. La estatura mínima es de 1.70mts. Hay que saber manejar las crisis y los entornos peligrosos, aunque eso hace parte de la formación.

Hay dos cosas que para mí son más importantes: la verraquera y las ganas de estar en el grupo. Porque ni siquiera el primer día de entrenamiento es fácil. Tampoco lo es el día a día del servicio. El objetivo los instructores es entrenar y formar policías que viven momentos nada fáciles.

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El primer curso de diez semanas se dita en San Luis, Tolima, en la Escuela Internacional del Uso de la Fuerza Policial para la Paz - Cenop.

La formación empieza la Escuela internacional para el uso de la fuerza policial para la paz, en el Espinal, Tolima. Durante diez semanas los escogidos se congregan en este lugar. Durante 778 horas reciben 16 créditos académicos. En la escuela del Tolima se enseñan tácticas y técnicas de procedimiento, uso legal de la fuerza y defensa personal. También enseñan acondicionamiento mental y psicológico. Y se refuerzan temas de humanidades en derechos humanos que ya habían sido vistos en la escuela cuando iniciaron con el curso de patrullero de la policía. Dentro del equipo hay policías profesionales y otros que se están formando en universidad. En el Esmad hay topógrafos, psicólogos, abogados, enfermeros.

El trabajo del policía del Esmad es devolver la tranquilidad cuando el orden público se convierte en caos. Para lograr ese objetivo a veces hay que enfrentarnos con manifestantes salidos de control. Nosotros nunca procedemos contra una manifestación pacífica. Pero sí estamos cerca de ellos, cuidándolos. Y eso pocos lo entienden. Solo actuamos cuando la situación se pone difícil. Solo actuamos cuando después de las arengas y los gritos algunas personas cruzan la línea hacia el vandalismo y el delito. Ahí entramos. Somos la última opción para controlar los disturbios. Somos la fuerza que devuelve el orden, y lo hacemos aun sabiendo que exponemos nuestra integridad y hasta nuestras vidas.

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Los estrenan para aguantar hasta diez horas de enfrentamientos con manifestantes que crean caos en medio de las protestas.

Para hacer lo que hacemos –y hacerlo bien— tenemos que capacitarnos y entrenarnos muy bien. Durante los dos meses y medio que estamos en la escuela hay entrenamientos tácticos y técnicos todos los días. Enseñamos con la práctica. Enseñamos a formar de una manera defensiva y para romper las multitudes enardecidas. Para aguantar hasta 10 horas de enfrentamientos con manifestantes alterados los instructores fortalecemos física y mentalmente al policía.

Las dos primeras semanas en la escuela son tal vez las más difíciles. Los entrenamientos son intensos. Las prácticas ponen a los policías al límite de sus capacidades de aguante. Pero el cuerpo y la mente se van adaptando. En esas 10 semanas no hay un solo día en que los policías y los instructores no chupemos gas lacrimógeno. Enseñamos al organismo y al cerebro a resistir. También enseñamos a defenderse de las piedras, las bombas ‘molotov’, de los palos que vuelan hacia nosotros, así como de todos los ataques de los que podemos ser blanco. La mayoría de las veces los entrenamientos son más fuertes que los mismos enfrentamientos. A eso se debe nuestra capacidad de resistencia. Y todo lo hacemos poniendo escenarios reales.

No estamos entrenados para hacer daño. Estamos entenados para instaurar el control con el uso legítimo de la fuerza. El policía sabes hasta dónde puede llegar su fuerza y en qué momento debe hacer uso de ella. No entrenamos a ningún policía para que haga mal su trabajo ni para que use mal esa fuerza. Si eso llega a pasar nos investigan disciplinariamente y penalmente. Un policía del Esmad no pondría en peligro ni su trabajo ni su libertad. Todos los procedimientos en los que participamos están medidos por protocolos y manuales.

El Esmad está vigilado todos los días por la Procuraduría. Cada vez que vamos a salir a servicio nuestras armas, que son menos letales, y las municiones de gases y aturdidoras y las esferas plásticas son revisadas. Es falso —como se dice— que usamos esferas de vidrio. El diámetro de las armas que lanzan las esferas no concuerda con el diámetro del cañón del arma.

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El estudiante Dilan Cruz murió como consecuencia de un disparo de una escopeta calibre12 operada por el Esmad, arma que suspendida por la Procuraduría a raíz de este caso.

Usamos dos armas, que son menos letales: el fusil lanza gases y el lanzador de esferas plásticas. Nuestras municiones son granadas de gases y de aturdimiento, que lo único que buscan es dispersar a los manifestantes y esas son lanzadas con la fuerza del brazo. Todo lo que usamos es únicamente para para dispersar y aturdir a los manifestantes agresivos o aquellos que están actuando con vandalismo. Ningún policía del Esmad tiene armas de fuego. Nuestras pistolas se quedan en las estaciones de policía, en una bodega de armas que se llama armerillo. Todo lo que hacemos lo hacemos para proteger la vida de los manifestantes y la nuestra.

Hasta la noche del 9 de junio, en los 46 días de paro ningún miembro de mi equipo había sido lesionado. Esa noche estábamos apoyando a los compañeros que prestaban servicio en Yomasa, en Usme. El pedazo de una baldosa le pegó en el protector del pecho y rebotó a su mandíbula. En el hospital le cogieron seis puntos. La lesión más grave de un policía del Esmad de esa misma noche ocurrió en Bucaramanga. Una bomba molotov le estalló en el cuello. Está grave. En lo que lleva el paro nacional más de 1300 policías han terminado heridos en las manifestaciones en este mes largo.

Los manifestantes tienen derecho a marchar, a manifestarse, a estar en contra de lo quieran. Ellos tienen derecho a protestar. Nosotros siempre estaremos ahí para que ejerzan ese derecho con tranquilidad. Esperando que nada se salga de control. Qué bueno sería que ellos y nosotros pudiéramos todas las noches ir a dormir en paz. ¡Qué bueno sería!

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