“Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad. Y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti” (John Donne).
Prudente y útil, la sensible cita del poeta inglés John Donne, que tomo del epígrafe Por quién doblan las campanas, novela de Ernest Hemingway, en momentos en que el COVID-19, se lleva a uno de los pocos y entrañables amigos que la vida me dio, como fue el docente y escritor Manuel Donado Solano, cuya partida a la eternidad el 10 de junio de 2021 ha disminuido mi núcleo afectivo, ha reducido mi fuente cognitiva, ha desaparecido parte de mi refugio, se ha llevado un confidente…
Nos conocimos en 1978, en Cartagena, hacíamos parte activa del movimiento estudiantil de la época que brotó destacados líderes tanto del bachillerato como de la universidad. Entre los de mayor liderazgo estaban: Jorge Carrillo, Freddy Bolívar, Arturo Zea, José Daniels, Toribio Barreto y Esteban Mercado, líderes de la Universidad de Cartagena. Por la secundaria, Liceo Bolívar y Rafael Núñez: Jorge Marrugo, Jorge Sab, Hernán Durango y el mismo Manuel Donado, a quien camaraderilmente llamábamos Mañe, entre otros. Eran tiempos de la utopía. Concluida la secundaria en 1980, por iniciativa de él, decidimos presentarnos en la Universidad del Atlántico. Escogimos, por nuestro perfil ideológico, Licenciatura en Ciencias Sociales y Económicas. Ya en Barranquilla, Mañe se desencanta de la izquierda y, sin renunciar a sus principios humanistas y sin renegar de esa izquierda, se hace prudentemente a un lado. Es cuando cambia el Manifiesto del Partido Comunista de Marx y el Qué Hacer de Lennin por los clásicos de la literatura como: Tolstoi, Dostoievski, Flaubert, Camus, Faulkner, Borges y Cortázar, entre otros. Sin lugar a dudas su cercanía con los profesores Antonio del Valle, Henry Jean, José Ramón Llanos, Orlando Yance y César Mendoza, fueron determinantes en su formación cultural; también lo fueron las tertulias en cafetería de la universidad con los compañeros estudiantes: Joaquín Mattos, Leónidas Castillo, Francisco Bohórquez y Javier Marrugo.
Manuel Donado mantenía una rigurosa disciplina de estudio. Aunque sabía que el conocimiento es cuestión de disciplina, realizó varios postgrados, entre ellos, una Maestría en Filosofía del Derecho en la Universidad Libre de Bogotá. Ejerció la docencia en instituciones de secundaria en Sincelejo y Puerto Giraldo, Atlántico; también fue catedrático en la Universidad del Atlántico. Le encantaba enseñar, pero lo incomodaba el sistema educativo nuestro, por eso apenas cumplió con el tiempo de servicio y adquirió la edad de pensión (55 años), se retiró, ocupándose tiempo completo para la creación literaria. Alcanzó a publicar un libro de cuentos y relatos, titulado En torno a una rara espera, en los cuales está presente la soledad, la desesperanza y la angustia existencial, propio de una concepción madura del autor, emancipado de trivialidades. Publicado por Collage Editores, Bogotá, 2014. Su lugar de residencia era Barranquilla, ciudad que él, por la calidez de su gente, consideraba buen vividero. A inicios de la pandemia se trasladó a su ciudad natal, Magangué, Bolívar, para acompañar a su octogenaria madre y dos tíos, quienes por la edad mantienen un estado de salud frágil. Sin embargo, llegó el COVID-19 y se llevó al joven y vital Mañe, quien no padecía comorbilidad alguna, lo cual nos parece una injusticia de la vida.
Se nos fue Mañe silenciosamente. Así era él, callado, tenía la virtud del silencio y la observación. Cuando veíamos una película o comentábamos un texto, se destacaba por los diversos aspectos que detectaba. Pienso en Doña Carmen Solano, en el dolor que debe producir la ausencia de su único hijo. Gloria eterna al inolvidable amigo.