Apaguen, apunten, fuego

Apaguen, apunten, fuego

"Cortar la luz y arremeter, esa parece ser la nueva práctica de una fuerza pública convertida en el ejército privado de los partidos de gobierno"

Por: Ethan Frank Tejeda Quintero
junio 10, 2021
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Apaguen, apunten, fuego

El 9 de junio de 2021 la única luz en las calles del barrio Andrés Sanín de Cali era la de las ráfagas y los cohetes. Luz tampoco había en el alma de los que hacían tiros al aire respondiendo al ritmo del cántico "re-sis-ten-cia" de la comunidad a la que le tocó el turno del sitio a cargo de la policía. Otra comunidad ignorada, porque el balbuceo de los medios regulares solo alcanza para la palabra bloqueo.

Ese es un sector sometido por la falta de visión de los gobernantes y la incapacidad de pensarse realidades más allá de la venta y circulación de camiones. Un sector con valor simbólico, por lo que conlleva el abandono de dos asuntos que bien pudieran ser columnas del desarrollo: un río navegable y la vía férrea. Ese sector que fue tiroteado la noche del 9 es portador de las diversas condiciones para el diálogo entre el mito y la leyenda. Por sus calles se asegura se ve pasar el fantasma de Daniel Santos, otros dicen que es el de Tito Cortes. "¿Cómo así, se murió? Si yo estuve conversando con él no más ayer".

En su momento, hasta ese sector llegó Teresa de Calcuta, le dio la mano a los niños más inquietos de Nuestra Señora de la Asunción, quienes eran acusados de escribirle cartas de amor a las monjas de Cauquita. Así le decían al colegio y al sector. "¿Te hicieron darle la mano a la Madre Teresa? ¿Y Teresa dudo? Cómo será usted, ella que no le niega el abrazo a los leprosos". En Andrés Sanín la religiosa hizo lo que no pudieron los muchos futbolistas profesionales salidos de la mítica cancha del sector: dejó un hospicio. Tras su visita huérfanos y adultos mayores en situación de calle quedarían bajo el cuidado de las Misioneras de la Caridad. Entendida esta no como la atención paliativa de la pobreza, sino como la opción de romper la vulnerabilidad a través de la búsqueda del desarrollo humano.

Cuestión de laboratorios, concepto que lleva décadas de implementación en dicho sector, pues ahí funcionaron los pilotos de la enseñanza técnica secundaria para población migrante —a cargo de la Fundación Carvajal y de Comfandi— y ahí funciona el piloto de la educación con vocación políglota en sectores populares. Por esas calles pasó raudo el padre Welker buscando asiento para muchas de sus ideas de servicio en el Distrito de Aguablanca. Por ahí pasó sacando pelados de las pandillas y borrando fronteras invisibles entre el barrio y Marroquín. Por ahí anduvo antes de asentarse en El Retiro y El Vergel. Por ahí lo obligaron a transitar aclarando que él no le estaba consiguiendo votos a ninguna campaña política. "Ese señor era como los estudiantes de Cauquita, se montaban por la puerta de atrás del Azul Plateada". Así se llamaba la empresa de buses que atendía al sector.

Con su desaparición, Andrés Sanín sería parte de aquella forma de bloqueo permanente dada a llamar aislamiento. El barrio terminaría alinderado por grandes autopistas, mientras —a pesar de las calles anchas por las que transitaban los buses— se estableció la idea de "allá no hay quien entre". En medio de una historia de la estigmatización que la noche del 9 de junio 2021 los escuadrones de la muerte terminaron de firmar a punta de tiros de fusil. Estigmatización que acabó con múltiples experiencias comerciales de un sector que se asociaba más a la pujanza que al riesgo. "Aquí en la esquina quedaba un restaurante, Prado Mar, era muy bueno, la gente le hacía viaje desde lejos para comer ahí".

La quiebra de la que hablan los Vargas, Julito, los Vélez, el siniestro simpático de Caracol y la mesa de los infames de Blu Radio es la derivada de cuarenta y tantos días de paro. Para ellos la pauperización derivada del diseño de las ciudades y del cambio de vocación de los territorios es inasible. Para ellos perseguir a la actualidad es mejor que analizar los fenómenos. Para ellos los muertos y heridos les ponen a los barrios en el mapa, pero no son capaces de acudir a la memoria de las comunidades para desde ahí explicar las tragedias. Ante sus ignorancias vendidas a altísimos costos muchos sectores pasaron de vulnerables a absolutamente dependientes.

En los barrios, entre ellos Andrés Sanín, se desecaron los espacios que deberían ser los universos de las economías propias. Y en el proceso las administraciones diseñaron una ciudad que pasa con prisa por encima de esos pobladores. No se pensaron ámbitos para entrar en relación con sus comunidades. Es muy significativo el hecho de que las grandes obras que tocan a esos sectores sean más de la naturaleza de las vías rápidas que del polideportivo, que de la plaza o de la institución de formación técnica o superior. Las administraciones de esta ciudad fueron más de la idea de agilizar que de crear accesos.

Algo que disimulan con sus campañas de "enlucimiento". En una cotidianidad que se pregona positiva, pero que se sincera con el relato de la violencia como opción y reacción. "Hubo una época que los pelados salían a la autopista Ciudad de Cali, montaban retén y robaban bolsos y celulares". Quizás a esos jóvenes buscaban los escuadrones del Goes y del Esmad, querían que les salieran para crear el efecto de la proporcionalidad ante la CIDH. No les salieron. Por eso pagaron piedra con plomo. Y pusieron la —cada vez más difícil de asumir— cuota de sacrificio en medio de la guerra a los jóvenes, las comunidades y los barrios que (siguiendo las órdenes dadas a través del Twitter) declararon Vargas, Zapateiro, Molano y Duque.

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