Es casi que normalizador el conocimiento de que con una protesta surgen dos presuntas denuncias de uso y abuso de autoridad por parte de miembros de los grupos policiales. Incluso, se podría decir que hasta más. Denuncias que generalmente no llevan nada, más que a un escándalo mediático en donde se promete llevar a los responsables de esto ante la justicia que en casos como el de Santiago Murillo (Joven asesinado e Ibagué) es injusta y se deja en libertad a quienes nos matan, violan y humillan de las formas habidas y por haber.
Escándalo que conlleva a una toma de bandos en los espacios virtuales, quienes apoyan estos abusos bajo premisas mayormente incoherentes y absurdas; y quienes insultan y justifican que estos actos llevan a un mayor odio de los grupos militares y policiales, como de los que piden su uso: alcaldes, gobernadores, medios y altos mandos presidenciales, hasta el mismo presidente. Razones certeras bajo los ojos de una mayoría.
Al momento de salir a flote comentarios que emiten insultos y mensajes de un odio justificado brotan los comentarios de quienes piden respeto por los miembros de estas instituciones, respeto que tal como muchos lo dicen se debe ganar. Respeto que ellos tampoco brindan para después recibirlo, un ejemplo de esto lo son: los abusos sexuales, el retiro bajo insultos y humillaciones de vendedores ambulantes, las humillaciones y violaciones a minorías étnicas como sexuales, entre otros. ¿Por qué no pedirles lo mismo a ellos? ¿Acaso un uniforme es un aval para violar e irrespetar? Sabrán ellos la respuesta.
También resulta irónico que salgan a besar las manos que jalan de un gatillo que dispara para finalizar con los sueños de un joven o persona que cantando arengas buscaba cambiar al país, ironía que también se evidencia al decir, ellos comenzaron tirando piedras a los oficiales, comparando la fuerza de una piedra que rebota en un casco con la fuerza de un disparo de arma presuntamente no letal a la cabeza desprotegida de armamento.
Aunque si de ironías se trata la mayor de todas es la de aquel policía que una vez juro luchar y proteger a su patria bajo los ojos de un dios que menciona en su lema, "dios y patria", y que apunta a la misma ante los ojos de ese mismo dios. Perdiendo la credibilidad y respeto que quizás alguna vez se tuvo y llevando a muchos a preguntarse. ¿Quién nos cuida de la policía?
