Egan Bernal se parece a pocos deportistas nacionales. Se crió en Italia y de estar allí aprendió que lo único que le garantiza la victoria no es el talento sino el trabajo diario. Eso lo llevó a cometer errores, como por ejemplo, en un entrenamiento en Cundinamarca, hizo 200 kilómetros en cinco horas. Todo porque Egan, después de ganar el Tour, sabía que tenía que ponerse el doble de duro, de recio, para defender su título. Pero llegó la pandemia, el encierro y, según dicen, abusó del rodillo, su única manera de entrenar, le produjo un dolor de espalda con lo que pagó muy caro su actuación en el Tour que ni siquiera pudo terminar. Ese Tour lo ganó un muchacho esloveno de 21 años llamado Tadej Pagacar. En ese momento Egan creyó que lo mejor era retirarse.
Cuando llegó hoy a Milán le confesó a una reportera de Caracol que muchos fantasmas le recorrieron la cabeza antes de llegar al Giro. Que incluso pensó en que perdería el liderato de su equipo, el INEOS, y que, después de ganar un Tour a los 22 años, tendría que dedicarse a ser gregario o simplemente colgar su bicicleta, dedicarse a otra cosa. Pero lo logró, lo logró a pesar de esa etapa del pasado miércoles donde, si no es por los gritos de Daniel Martínez, su parcero, se hubiera enterrado.
Ahora Egan ha regresado y basta ya a los que alguna vez dijeron que se había ganado de chiripa el Tour, confirmó que era un super campeón después de llegar a Milán vestido de rosado. Egan, orgullo nacional.