Esto es algo que escribí en mi Facebook y que resultó muy exitoso:
Dios mío, perdóname este fresquito que siento, pero me parece tan chévere cuando la gente mala-gente queda expuesta y le toca chupar un poquito... Me da como una sensación de justicia divina. Como que la gente que le pone el alma a ser decente no está tan sola (porque para ser medianamente decente en Colombia hay que ponerle el alma). La Alejandra Azcárate, o como se escriba, ha sido una de las influencias más nefastas para la cultura popular en Colombia. La crueldad encarnada. Para mí representa todo lo que está mal con ese país. Ella me llevó hace muchos años a acuñar un término que me inventé para un texto que escribí antes sobre Colombia: “la nueva-guapa”.
En Colombia hay nuevos-ricos y también hay nuevas-guapas. La diferencia es que a los nuevos-ricos los viejos-ricos, y por lo tanto la sociedad en general, les hace el feo. A las nuevas-guapas las reciben en el club de las muñecas a las que les ponen alfombra roja por donde pasen y suspiran por ellas aunque en realidad no sean bonitas.
¿Pero qué es una “nueva-guapa”? Pues es una mujer que no nació bonita ni con gracia, pero que está dispuesta a hacer lo que sea necesario para llegar a serlo. Le mete un empeño a esta meta que no le mete a ningún otro aspecto de su vida. Se propone al menos hacerse pasar como tal, si no puede realmente serlo, cuéstele lo que le cueste. ¿Pero "hacerse pasar por bonita"? ¿Cómo puede uno hacerse pasar por bonita sin serlo?
Pues ser bonita es ligeramente diferente a ser guapa. Una mujer bonita generalmente es guapa, una mujer guapa no necesariamente es bonita. En Colombia somos tan tontitos y hay una sociedad tan jerárquica que no vemos con los ojos sino con los prejuicios. Cualquier mujer de cuna medianamente noble, que sea flaca, tenga tetas (ojalá operadas) y pelo bien cuidado es automáticamente “bonita”. (O también si son famosas y flacas, en ese caso también se hacen automáticamente bonitas). A veces algunas de estas mujeres tienen varias operaciones evidentes encima. No importa en conjunto cómo se vean los rasgos que se operan, pueden verse medio Michael Jackson, pueden seguir siendo una carecaballo, pero tan misterioso como pueda ser, la gente realmente las ve bonitas. Así se vean hasta raras con todo lo que se han hecho. No es una cuestión de percepción estética, es una cuestión de cumplir ciertos requisitos y de demostrar un estatus. En Colombia el estatus es sexy. Si la mujer además tiene un marido ricachón o mafioso, mejor dicho ahí sí no la saca nadie del club de las guapas; ¡la gente las ve divinas!
Ellas, las nuevas-guapas, por supuesto se sienten absolutamente hermosas. Se repiten a sí mismas que si la gente les desenrolla la alfombra roja por donde pasan es porque lo deben haber logrado. ¡Bonitas deben ser! Y exactamente igual que un nuevo-rico ama exhibir su dinero y el poder que le da su dinero y restregárselo en la cara a todo el mundo, exactamente de la misma manera las nuevas-guapas aman restregarles en la cara a los demás su “belleza”, llenar los medios sociales de selfies pendejos y pavonearse más que cualquier mujer realmente bonita.
Azcárate llegó más lejos aún. Llegó a escribir columnas asquerosas burlándose de las gordas, o de cualquier otra mujer que a su parecer fuera “fea” y que pudiera humillar. La vi constantemente humillar mujeres por una y otra razón (y a todo el mundo hacerle la gracia por su humor cruel y arribista). Tal vez por eso me da un fresquito que la humillación hoy sea para ella. Para mí la malagentez de esa mujer va mucho más allá que el hecho de ser narcotraficante. De semejante mujer tan ambiciosa no me sorprende en absoluto que traqueteara, lo que sí me sorprende es que la echaran al agua. Y el caso de su malagentez me ha parecido siempre tan repugnante que lo del traqueteo para mí es un asunto menor, al lado de su influencia nefasta.