Vallejo y Los Danieles desde Valencia

Vallejo y Los Danieles desde Valencia

Desde España, una reflexión a propósito del escritor y los periodistas

Por: Gustavo Vivas
mayo 25, 2021
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Vallejo y Los Danieles desde Valencia

En mis tranquilos días de jubilado, además de las páginas de los libros en lectura y los variopintos mensajes electrónicos o de WhatsApp que me llegan, suelo ver noticias y artículos de la prensa española y colombiana. Esto implica, obviamente, una selección rápida de autoras/es, emisarias/os, titulares y columnistas. Por ejemplo, en los últimos días estoy priorizando a Chantal Maillard (La compasión difícil) y Erick Olin Wright (Construyendo utopías reales), frente a Simone Weil (Echar raíces) y Jonathan F. Rose (La ciudad bien temperada).

Abrí las Columnas sin Techo de Los Danieles del 18 de mayo porque el título Hablamos del Paro Nacional me interesó más que Las madres carnívoras, escandaloso señalamiento en la columna de Fernando Vallejo, que también escuché con atención. 

Pero antes de compartir el comentario que hice a un generoso y buen amigo bogotano radicado en Valencia, debo hacer una confesión: Aunque tenía referencias del polifacético artista paisa, biólogo vegano y reconocido cineasta, a quien se le han dedicado muchos adjetivos —brillante, provocador, iconoclasta, subversivo integral o liberal reaccionario, entre otros—, no había leído ninguna de sus obras, hasta hace tres días que he empezado sendos libros prestados por mi amigo, conmovido por mi ignorancia: Logoi. Una gramática del lenguaje literario (FCE, México, 1983) y Memorias de un hijueputa (Alfaguara, 2019). 

Como estoy encantado con la lectura del primero y el último (hasta ahora) de los libros de Vallejo, mi comentario se ciñe a la literalidad de Las madres carnívoras y el coronavirus, los dos temas de la aludida columna, después de la cual Daniel Coronell y Daniel Samper Pizano le formulan algunas preguntas: 

Sea lo primero señalar mi respeto al veganismo, pensamiento que extrema el vegetarianismo que practican los jainas (India) desde el siglo VIII a. C., con la abstención a utilizar productos de origen animal en la alimentación, la vestimenta, la cosmética, el transporte, la experimentación, el trabajo o la distracción. Y, al mismo tiempo, manifestar mi irrespeto al burdo reduccionismo que atribuye todos los males de la humanidad al consumo de carne (de mamíferos o aves) y de pescado, propiciado, dice Vallejo, por el cristianismo. Si las investigaciones sobre la evolución del Homo sapiens pueden indicar que los homínidos fueron originariamente herbívoros, no está claro cuando y cómo empezaron a ser omnívoros. Pero, en cualquier caso, fue millones de años antes del nacimiento de Cristo en Belén o de Mahoma en La Meca, 570 años después.

Y, lo segundo, decir que me ha parecido muy interesante el ejercicio de identificar las mentiras (los lavados de cerebro) más grandes en la historia de la humanidad, que para él son el cristianismo, el mahometanismo, el fútbol, hace 150 años, y el coronavirus hace 14 meses. Me permito sugerir dos anteriores a Cristo: la divinidad de los faraones y una idea que perdura desde los tiempos bíblicos de Noé, que los borrachos dicen la verdad y emiten juicios justos.

Pero el juego retórico que vale para una divertida clase de 5º de bachillerato se convierte en penoso delirio cuando para sustentar su verdad el señor Vallejo argumenta que 3.4 millones de muertes atribuidas a la COVID-19 no son nada cuando en la Tierra hay 7.500 millones de personas, 53 millones de nacimientos y 22 millones de muertes al año (por todas las causas); que el coronavirus y las vacunas (bicho y antídoto) son un invento de las farmacéuticas, y que los confinamientos y restricciones de la movilidad son una vil trampa de los/as gobernantes de todo el mundo (de presidentes/as a alcaldes/as) para dominarnos y llevarnos al matadero como a las reses y cerdos; y a los corderos (donde se comen). Lo que ha debido hacerse, según este audaz epidemiólogo de moda, es haber dejado que el virus se expandiera libremente por todo el planeta hasta haberse alcanzado la inmunidad de rebaño; sin aventurar, eso sí, los centenares o miles de millones de muertes que hubiese costado aquello…

La delicadeza/candidez de las preguntas de Los Danieles impresiona más que el épico/patético discurso del artista: Si no le daría pena que uno de los muertos covid fuera un ser querido, atinó Coronell; y cuánto tiempo hacía que había dejado de comer carne, cerró Samper Pizano. Preguntas más al nivel de tan agudos periodistas, podrían haber sido: ¿qué opina de las piras crematorias en solares de las ciudades indias y los cadáveres flotando en el Ganges?, ¿qué relación podría establecerse entre estas espantosas imágenes con las mentiras/verdades del veganismo o el cristianismo?, ¿conoce La compasión difícil, el libro de Chantal Maillard (Galaxia Gutemberg, 2019) que explica la relación entre el hambre, las creencias, la vida y la muerte? 

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