El buen inglés y el contenido falso y provinciano de los videos de Duque
Opinión

El buen inglés y el contenido falso y provinciano de los videos de Duque

El cuento de los videos en inglés es una representación del teatro del absurdo, de la disonancia, del parroquialismo, del rival en las elecciones es el culpable

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mayo 24, 2021
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¿Qué podrá hacerse para que el presidente Duque mueva bien alguna ficha en el tablero y no siga embarrándola? No solo nos ratifica Miguel Ceballos, el comisionado de paz saliente, que Uribe le hace “bypass” al alto gobierno,  sino que la política de comunicaciones de Duque  parece diseñada y llevada a cabo por enemigos infiltrados. Los videos en inglés del fin de semana se suman a una larga cadena de errores que lo alejan de la posibilidad de un arreglo favorable en beneficio de la sociedad, los jóvenes, los empresarios, que ofrezca perspectivas de confianza y de reformas que se hagan realidad. Inglés usado para el desconocimiento de los motivos que convocan a millones de jóvenes. Inglés de los siete enanitos en la sede de la Unesco, mezcla de absurdo y ridículo.

Nos ha dicho, lo han repetido sus subalternos, lo dicen a diario voceros del partido de gobierno, que lo que viene ocurriendo desde el 28 de abril pasado es una conjura del terrorismo, metiendo en el mismo saco las marchas pacíficas y los actos de vandalismo. La más reciente versión, por favor, es la de atribuirle a Petro la capacidad de armar el caos. El coro a dúo entre Duque y aquella revista semanal comprometida en la degradación del periodismo, le atribuye a este un poder que jamás ha tenido y, desde luego, pone en riesgo su vida.

La protesta pacífica es un derecho constitucional y algunas de las razones más importantes para esta las ha documentado, de sobra, el mismo gobierno, comenzando por el reconocimiento de la situación de pobreza en que vive el 43 % de la población colombiana, del atroz desempleo y la inhumana informalidad, que afectan, en primera instancia a los jóvenes y, dentro de ellos, a las mujeres. La lamentable gestión de la crisis sanitaria provocada por el covid, con las consecuencias en vidas y en la reducción drástica de los ingresos de los hogares, han contribuido a aumentar las inequidades.

De ahí que la represión oficial, las decenas de muertos y centenares de desaparecidos durante las cuatro semanas que lleva el paro, hechos sin precedentes desde los años sesenta, atentan contra  el derecho constitucional de los colombianos a la protesta pacífica y se convierten en un pasivo del que el gobierno nacional no podrá desprenderse. El descrédito interno del gobierno y de la fuerza pública, particularmente entre los jóvenes, así como el desprestigio internacional en niveles sin precedentes, por las violaciones a los DDHH, están pasando cuenta de cobro a un presidente Duque que aún se rehúsa a reconocer las raíces del problema.

Sea esta una oportunidad para afirmar que quienes estamos de acuerdo con las marchas pacíficas rechazamos el vandalismo, la destrucción de infraestructura pública y privada, los bloqueos, los ataques a ambulancias, las agresiones a miembros de la Policía, actos que siegan vidas y destruyen valor y que no hacen otra cosa que contribuir a desligitimar la protesta de manifestantes pacíficos que tienen poderosas razones de descontento.  Y, por lo tanto, rechazamos la campaña de desacreditar la protesta pacífica identificándola con el vandalismo y el terrorismo. Es una mentira y es un abuso.

El cuento de los videos en inglés es una representación del teatro del absurdo, de la disonancia, de la contraposición entre el escenario y el contenido. Valdría la pena conocer cuánto costaron estas piezas que, como en el comercial de la loca de las naranjas en la campaña del 2014, que promovía la candidatura de Oscar Iván Zuluaga, ya cuentan en las redes con antídotos que han tenido mayor viralidad que las piezas de Duque. El de Hassam, humorista de Sábados Felices, de apenas minuto y medio de duración y solo uno entre muchos, duplica en vistas el anglo- ladrillo presidencial. Sin contar con artículos de fondo como el de El País de España que, por supuesto, no le comió cuento (“Duque intenta cambiar la narrativa y culpa a Petro de las protestas en Colombia”).

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No hay reconocimiento alguno acerca de los motivos de la protesta y los excesos de parte de miembros de la fuerza pública. Es el inglés de los siete enanitos en París, proferido sin sonrojarse

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Es absurdo que el presidente haya grabado los videos en inglés, por cierto, de muy buen nivel. ¿Para quién, para qué público?  Hablar en inglés, se diría, es una señal de cosmopolitismo, de comprensión del contexto global en el que los temas objeto de la entrevista sin entrevistador son analizados. Lo absurdo radica en el parroquialismo del contenido: su rival en las elecciones es el culpable, el hombre que lo amenazó de que no le dajaría tranquilo, el rufián que ha impedido desplegar la extraordinaria campaña de vacunación y de programas sociales que ya venían de atrás. No hay reconocimiento alguno acerca de los motivos de la protesta y los excesos de parte de miembros de la fuerza pública. Es el inglés de los siete enanitos en París, proferido sin sonrojarse.

Quienes escribieron el libreto no leyeron a Piñera, el presidente de Chile, al culminar las votaciones del plebiscito: “Los chilenos hemos demostrado que el diálogo es más fecundo que la intolerancia, la colaboración es más poderosa que la confrontación y la esperanza es más inspiradora que el miedo…”

¿Pobre Duque? Pobre país. Qué incapacidad de convocar actores claves, de hacer verdadera política tejiendo alianzas, persuadiendo, escuchando, proponiendo. Hay gente de sobra que le puede ayudar, empresarios como Armitage, gente como Santos o Sergio Jaramillo, alcaldes que se la juegan a diario en esta pandemia y tantos otros. Quizás, se diría después de leer la entrevista a Ceballos, Uribe no lo deja y él, Duque, simplemente, hace caso.

 

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