Ricardo Henao Calderón, el sinvergüenza que ven en la fotografía que acompaña mis letras, al parecer está profundamente indignado porque la Conmebol nos quitó la sede de la Copa América. También, porque no se ha podido seguir dándole patadas a una pelota mientras afuera de los estadios los integrantes de la fuerza pública no paran de matar a nuestros muchachos; que, según él, no son más que un grupo de vándalos. Es por esto que, después de tomarme un cafecito, he decidido perder unos minutos de mi tiempo para escribirle a él.
Para empezar, don Ricardo, le comento que si vamos a hablar de vándalos dudo que usted pueda quedar muy bien parado porque, como es bien sabido por el pueblo colombiano, su trabajo casi siempre se desarrolló en una empresa que realmente debería ser el símbolo del vandalismo en Colombia. Hablo, pues, de ese grupito de medios venales que pertenecen a la organización Ardila Lülle y que, durante décadas, no han hecho otra cosa que dañar al país con sus mentiras y noticias manipuladas. RCN, señor Henao, no es más que el canal de los poderosos en Colombia. Y como usted trabaja ahí desde hace tanto tiempo, indudablemente, no creo que esté calificado moralmente para poder llamar vándalos a un grupo de jóvenes que salen a pelear a las calles por tener un país un poquito más decente.
Es increíble ver cómo a un tipo como usted, que a todas luces no nació en una cuna de oro, se le haya olvidado tan rápido lo difícil que es la vida cuando hay tanta desigualdad de oportunidades en un país como el nuestro. ¿Ya se le olvidó todo lo que le costó poder terminar su tecnicatura en periodismo en la Inpahu? ¿Se imagina lo distinta que habría sido su vida si, en lugar de tener que estudiar ahí, hubiera podido acceder a la Universidad Nacional o a la de Antioquía? Tal vez todo para usted habría sido distinto si hubiera podido graduarse como periodista en 1990 y no casi 15 años después, cuando finalmente logró hacerlo estudiando en una universidad poco reconocida del país.
Le cuento, aunque seguramente a usted no le importe, que yo también soy un apasionado por el fútbol. No se puede llegar a imaginar cómo disfruto de un buen partido en la tribuna del estadio y lo mucho que me encanta llenarme la garganta con el grito de gol de mi equipo favorito. Sin embargo, Ricardo, uno no puede hacerse el ciego ante la realidad del país ni mucho menos pretender que el show siga cuando estamos viviendo en medio de un charco enorme de sangre. Es por eso que entiendo completamente que su postura, con respecto al tema de la continuidad del fútbol en Colombia, no tiene nada que ver con su pasión por el deporte rey. Es más, estoy convencido de que tampoco le importa su trabajo como periodista deportivo, porque usted sabe que alrededor del planeta sigue habiendo campeonatos interesantes que van a seguir apareciendo en los medios de comunicación.
En mi opinión, lo suyo, señor, no es más que un intento necio por defender al detestable gobierno de Iván Duque, ese al que seguramente apoya con el alma y que lo ha convertido en uno de sus títeres más vulgares. Le dejo mis palabras para que pueda reflexionar y entender que acá, lamentablemente, no se puede seguir usando al fútbol como el evento distractor de una nación en la que todos sabemos que nos están matando. Colombia ya se despertó y no vamos a permitir que usted ni sus jefes nos sigan tratando de decir que acá está todo en orden cuando sabemos que, probablemente, a esta hora un miembro de la fuerza pública esté matando a uno de nuestros jóvenes en cualquier calle del país.